El Ojo Crítico: “Hate for sale”

La reina Chrissie sigue dando lecciones.

PRETENDERS. ¿Disco nuevo? ¿A esta altura de la historia? Sí. Y con un pulso rockero envidiable. PRETENDERS. ¿Disco nuevo? ¿A esta altura de la historia? Sí. Y con un pulso rockero envidiable.
Guillermo Monti
Por Guillermo Monti 18 Julio 2020

MUY BUENO

SPOTIFY / DEEZER

Al cabo de nueve canciones potentes, honestas y desenfadadas, Chrissie Hynde aquieta la pelota bajo sus tacones de diva incombustible y se pone introspectiva para cantarnos al oído que llorar en público no es el fin del mundo. “Crying in public” es el cierre sorprendente y delicado de un disco que destila rock and roll por todos sus poros. Mecida por el piano y precisos arreglos de cuerda, Chrissie se despide hasta la próxima en plan intimista. Una balada atemporal en la que su voz de 68 años luce intacta, milagrosa y serena. Es una constante a lo largo de “Hate for sale”, gran disco de unos Pretenders tan lúcidos como inspirados. James Walbourne conduce y Chrissie dignifica.

Como con toda la música de 2020 la edición de “Hate for sale” fue postergándose, aunque los Pretenders desmalezaron las inquietudes lanzando singles a la medida. Con “The buzz” anticiparon que las raíces punkies de la banda se mantenían bien regadas, y la elegante “You can’t hurt a fool” ofreció una Chrissie espléndida, tan punzante como siempre para explicarles a los desprevenidos que no, que no insistan, que lastimar a una “chica tonta” es imposible porque, a fin de cuentas, los tontos son ellos.

La guitarra de Walbourne y el clásico registro vocal de Chrissie llevan las riendas del disco, media hora (¿para qué más?) de temas breves y urgentes. Esa esencia punk se alimenta con el retorno a la batería de Martin Chambers, motivo que refuerza la sensación de regreso a las fuentes que cruza el disco.

Stephen Street se da varios gustos. La intro de “Turf accountant daddy” remite al Johnny Marr que Street supo producir en sus memorables tiempos con los Smiths. La armónica clavada en el corazón de “I didn’t know when to stop” da cuenta del refinamiento noventoso adquirido junto a Blur y también flotan reminiscencias rockeras propias de su asociación con los Kaiser Chiefs y Pete Doherty. Además Street, que supo llevar de la mano a Dolores O’Riordan, maravilloso ángel caído, es un intérprete apropiado para las necesidades de Chrissie.

Si Cole Porter ofrecía “Love for sale” (amor en venta, la versión de Ella Fitzgerald es suprema), los Pretenders lo cambian por hate, aunque no es el odio setentista que enarbolaban Chrissie, Siouxsie Sioux y Patti Smith. Es más bien el homenaje a The Damned y a una época. Por eso, despojado de gritos desgarradores y deconstructivos, el disco se permite jugar con alguna base reggae (“Lightning man”) y apelar a la sapiencia de Chrissie para tomar de la mano y hablarle de tu a tu a un yonqui (“Junkie walk”). Porque, a no olvidarlo, cuando todos vamos Chrissie ya volvió tres veces.

En un mes marcado por los nuevos discos de Lana Del Rey, Beyonce y ¡Alanis Morissette!, Chrissie demuestra que la “vieja guardia” es cosa de Netflix. Escuchando “Hate for sale” ella y su banda suenan mucho más actuales que músicos que podrían ser sus nietos.

Bonus track: “La ruta del opio” está asfaltada con sorpresas

Se hizo esperar (¡seis años!) y llegó en el momento más incómodo, pero no por eso inoportuno. Daniel Melero y Diego Tuñón (tecladista de Babasónicos) dieron a luz su experimento sonoro, 12 temas abiertos a toda clase de texturas con títulos tan sugerentes como “Novela frita” y “Mozartronic”. Merece largas y repetidas escuchas.

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