Moderados versus intolerantes, la nueva grieta

Moderados versus intolerantes, la nueva grieta

Moderados versus intolerantes, la nueva grieta

El jueves se instaló una nueva grieta en el país; a las demasiadas existentes. Lo hizo Alberto Fernández al referirse a los odiadores seriales, esos seres anónimos -algunos no tanto- que están instalados en ambos lados de la grieta política y que con su animadversión por el que piensa distinto contribuyen a profundizarla. El Presidente, intencionalmente o no, aportó a una nueva divisoria de aguas con sus gestos y discurso: moderados versus intolerantes. Al mostrarse en una fecha patria que sólo puede unir a los argentinos acompañado por todos los mandatarios provinciales y con referentes de la industria, del campo y del sector sindical, envió un mensaje: pretende gobernar con los que puede dialogar y construir consensos. O sea, gestionar en sociedad. Con los intransigentes es imposible, en la teoría y en la práctica, una verdad de perogrullo. Así impulsó una suerte de agrietamiento de los agrietados en pos de asegurar la gobernabilidad. Un intento de apelar a la razonabilidad y a la moderación política para enfrentar los efectos de la post pandemia, para que los que tienen responsabilidades de gestión se recuesten sobre la prudencia y la tolerancia y demuestren que están por encima de las diferencias y de los enconos, como impone cualquier manual de conducción.

Sin embargo, los intolerantes u odiadores seriales están en todos lados; en la oposición y en el Gobierno, por lo que Alberto tendrá que lidiar con los propios, con aquellos que se identifican y participan de la coalición oficialista y que militan en la causa de la grieta extrema. Pueden ser una minoría, pero saben hacer ruido, y hasta ganar la calle. El mismo desafío tienen los principales referentes de la oposición, porque como alternativa de poder para un sector de la ciudadanía, deben optar entre recostarse en la moderación, que los diluye como opción política, o subirse al escenario de la confrontación y gestionar a los intolerantes y a los reniegan del oficialismo, por las razones que sea. En adelante podés ser moderado o intolerante, los nuevos modelos de una grieta que privilegia la gobernabilidad; aunque también peligrosa, porque según del lado del que se mire y juzgue, ambas pueden tener una carga negativa, especialmente en el país donde las chicanas están a la orden del día.

El jueves, la señal presidencial fue un con ellos gobierno, o bien aspiro a gobernar con su acompañamiento. Los mostró, los nombró. Los supuestos prudentes institucionales en este tiempo de pandemia. ¿Los intolerantes son los que no estaban y no mencionó? Ahí hubo una ausencia notoria: Cristina. Cogobierna y no es precisamente moderada. No la invitaron o no se invitó. Miró de afuera. La vicepresidenta, con sus gestos, condiciona las palabras y las intenciones de Alberto y de los que conque sea el moderado que la hora demanda. Sin embargo, como se dijo, el jefe de Estado tiene entre sus propios colaboradores a desbocados y a tuiteros que pueden integrarse a las filas de los “seriales”. Duras son las grietas y difíciles cerrarlas, no bastan las intenciones, hay que tener dotes de mando y ejercer la conducción.

En cambio, ¿qué mostró por aquí Manzur? No a todos los intendentes, a esos gobernantes de municipios y no de distritos provinciales como Rodríguez Larreta, sino solo a uno, al capitalino Alfaro, con quien mejoró la relación institucional. Con él no hubo distanciamiento político, con el resto aplicó distanciamiento social.

El jefe municipal es una incógnita a futuro en términos políticos, lo que queda de manifiesto en las miradas de oficialistas y de opositores, interesadas algunas, por supuesto. Es que algunos socios de Cambiemos y dirigentes radicales con manejo territorial ya lo ven fuera de la coalición electoral opositora y con un pie dentro del peronismo gobernante. En cambio, desde el PJ observan que Alfaro tiene su partido, una estructura en la que sostenerse y referentes de su espacio en el Concejo, en la Legislatura y en el Congreso, con los que puede enfrentar al Gobierno el año que viene, solo o junto con los radicales y el PRO. No faltan los que creen que hay que abrirle una puerta para que regrese al oficialismo y, por ende, debilitar a Juntos por el Cambio como parte de una estrategia para dividir a los contrincantes. Entre ambas perspectivas, Alfaro tiene sus  propias cartas para jugar, sólo tiene que mantenerse expectante, esperar y preocuparse centralmente por la gestión, porque es la que definirá qué chances políticas tiene para para más adelante. Con este gabinete o con uno nuevo. Está obligado a militar en las filas de la moderación, por el momento.

Alfaro fue el único opositor presente en los actos oficiales de la celebración patria. La lista de invitados se cortó en el vicepresidente primero de la Legislatura: Gerónimo Vargas Aignasse; la bussista Sandra Orquera, vicepresidenta segunda, no recibió la tarjeta. Tolerancia con Alfaro, intolerancia con los simpatizantes de Ricardo Bussi, quien no tiene un discurso precisamente moderado respecto del peronismo. Lo que revela esa imagen del jueves en la Catedral y en la Casa Histórica es que Manzur no necesita de la oposición, moderada o tolerante, para asegurar la gobernabilidad: sólo a Alfaro. Con o sin pandemia. La foto del legislador radical José Ascárate parado detrás de las rejas del Solar Patrio, observando de lejos el acto oficial, es más que elocuente. Ellos no entran.

El mandatario tucumano también puso en evidencia un aspecto político más al estirar la cuenta de invitados a las ceremonias sólo hasta el vicepresidente primero del Poder Legislativo, gesto para nada inocente. Vargas Aignasse aparece en todas las fotos de Manzur, pero el jueves fue un invitado especial a compartir los actos. El legislador se convirtió en un soldado de la causa manzurista, es uno de los escuderos leales. Lo que Manzur le pide, él lo hace. Si es hombre de recambio en el gabinete, o integrante de las listas de senadores o diputados del año que viene o bien un elegido para el 2023, sólo el titular del Ejecutivo lo sabe. Lo tiene a su lado. La lectura alrededor de Vargas Aignasse es clara: la lealtad permite ocupar un espacio en su mesa chica. En los corrillos del oficialismo se lo menciona como potencial reemplazante de Maley, pero el ministro de Seguridad fue ratificado por el gobernador.

En esa línea, ¿Manzur piensa encarar la post pandemia con el mismo equipo de colaboradores o hará cambios pensando, además, en los comicios intermedios? Por ahora, apostó fuerte a tratar de reactivar la economía a través de la obra pública que le facilite la Nación, y por ese lado atenuar el impacto social de la crisis. No por nada en la Casa de Gobierno respiraron aliviados cuando el poder central confirmó que se pagará la tercera cuota del IFE, porque implica que, aunque poco, habrá algo de dinero en el bolsillo de los ciudadanos más necesitados. Son $ 3.500 millones que ingresan a la provincia. Un alivio que pospone el posible estallido social derivado del estado de desesperación al que sumió la pandemia a gran parte de la sociedad. Hay dirigentes que temen por lo que pueda sobrevenir a causa del mayor empobrecimiento y de la poca capacidad de respuesta de las autoridades a las urgencias. Por eso, en que se siga pagando esa ayuda de $ 10.000 un mes más y en la apuesta a la obra pública se cifran las esperanzas del Ejecutivo para paliar la crisis. Se entienden en ese marco, los constantes viajes del gobernador a la Capital Federal, donde va a sacarle jugo a su amistad con Alberto; y por lo menos, hasta ahora lo vienen atendiendo bien, como un socio privilegiado del poder.

Además, de cómo sortee y salga de la post pandemia dependerá el resultado de las elecciones intermedias. Porque si bien es una votación que le inquieta al Gobierno nacional, para Manzur implica un plebiscito de gestión que le dirá dónde y con qué fortaleza política sale parado. Los números le dirán si le alcanza para impulsar una reforma constitucional para eternizarse, si sólo le sirve para elegir a su sucesor y ser el segundo o bien para aspirar a un cargo nacional en el 23: ¿vicepresidente? Cualquier especulación dependerá exclusivamente, y no sólo sobre su futuro sino sobre el resto de la dirigencia política, de cómo se gestione la crisis que se viene, cuando se vaya el virus.


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