Hojeando el Diario: una tucumana de nivel internacional

Hojeando el Diario: una tucumana de nivel internacional

Angelita Vélez brilló en los escenarios de Europa y América. Actuó en Egipto. Danzas nativas y españolas.

EN TUCUMÁN. La bailarina no se olvidó de sus raíces y volvió a nuestra provincia en varias oportunidades. EN TUCUMÁN. La bailarina no se olvidó de sus raíces y volvió a nuestra provincia en varias oportunidades.

“Aquella mirada traía una noche del trópico. Aquellas largas pestañas establecían un símil con las hojas de las palmeras ribereñas. Era una piel de una tersura morena. Bailaba esa guapa mujer un tango divino con una languidez de tarde caliente. ¿Quién es? ¿Quién es? Dijimos todos.

El profesor Marino, con una cortesanía digna de un edecán versallesco, la llevó amablemente hasta nuestra mesa. Era Angelita Vélez, la célebre artista coreográfica, la ‘vedette’ del circo Medrano, la misma que en estos momentos atrae al Empire un público de admiración”.

Con este relato el corresponsal en París del diario uruguayo La Mañana, Demetrio Korsi, informaba el encuentro producido con la bailarina nacida en Tucumán Angelita Vélez en junio de 1932.

El periodista y un grupo de representantes de la cultura hispanoamericana habían ido a un salón de espectáculos del barrio de Montmartre, donde fueron cautivados por la perfección técnica y los seductores movimientos de nuestra comprovinciana.

SEDUCCIÓN MORENA. En París, la artista alcanzó los mayores niveles de reconocimiento por parte del público y la critica.  SEDUCCIÓN MORENA. En París, la artista alcanzó los mayores niveles de reconocimiento por parte del público y la critica.

El relato seguía: “encontré a esta bailarina de piel mate y ojos ardientes, la última artista hispanoamericana que ha entrado con el pie derecho en la fama cosmopolita de París”. Y agrega: “llegó a España, donde se perfeccionó en Sevilla teniendo por maestros a los mejores guitarristas gitanos y las más ‘saláas’ andaluzas. Y se despidió de la Macarena (la Virgen de Sevilla) con una rosa en la boca, rumbo a ese enigmático París que la atraía desde la infancia”. Y a continuación la propia Angelita señala: “aquí llevo más de cinco años. Tuve que comenzar, para complacer a los empresarios, bailando modestamente. Poco a poco me he ido abriendo paso, Y ahora ya voy subiendo la escala…”. Contaba que poco tiempo después iría a Londres y a Bruselas. Ya había transitado los escenarios de otras ciudades europeas y sido aplaudida por el rey egipcio Fuad primero.

La tucumana, durante esos primeros meses de 1932, era la atracción suprema del teatro Empire de la Ciudad Luz donde también actuó con gran éxito Carlos Gardel.

El cronista cerraba su nota expresando: “sepan por esto las multitudes de habla española que en el cielo de la danza se ha levantado una nueva y resplandeciente estrella. Tal vez sea esta la primera vez que el nombre Angelita Vélez se oiga en nuestros países, pero no será la última. La curiosidad artística de París la acaba de consagrar”.

Los comienzos

Vélez nació en nuestra provincia, hija de padres sevillanos, en la adolescencia siguiendo su vocación se fue a Buenos Aires para incorporarse a la escuela del Teatro Colón. “Allí se formó junto al maestro Vitulli, e integró un tiempo el cuerpo de baile del teatro. Al promediar la década del 20 decidió probar fortuna en Europa”, señalaba Carlos Páez de la Torre (h) en su nota “Gran bailarina tucumana”, de 2002. La danza clásica no fue su mejor canal de expresión, sino que eligió el camino que le dictaba su raíz ancestral: la danza española.

La artista vino en varias oportunidades a Tucumán. En 1940, en los días previos a la fiesta de la Independencia se presentó en el teatro Belgrano con gran éxito y nuestro diario anunciaba: “la inteligente bailarina ha dado recitales ante los auditorios de Alemania, Bélgica, España, Francia, Italia, Inglaterra, entre otros”, y agregaba, en cuanto a su actuación, que “atrae y subyuga, conquistando la atención por la belleza rítmica de sus danzas, que subraya con el gesto pleno de intención y de relieve con la exquisita plasticidad de su figura esbelta”.

En la prensa

Su magnetismo se mantenía intactos ocho años después de haber seducido con su arte al periodista uruguayo en París. Los diarios de distintas partes del mundo escribían sobre la perfección artística de Vélez. El Mercurio, de Chile, apuntaba: “intérprete muy genuina de las danzas españolas. Posee de cuanto de más esencial requiere su arte, garbo, gracia espontánea y una figura flexible llena de carácter que acentúa poderosamente el sentido típico de sus creaciones”.

Para O’Globo, de Brasil: “artista prodigiosa en su género, Angelita salió como un ritmo vivo de esa patria hermana de la nuestra, para encanto de los públicos más cultos de América y de Europa, confundiendo en su arte de armonía y de agracia la sangre sonora de España y el alma nostálgica de las pampas platinas”.

“Expresión elocuente, ritmo maravilloso, vivas manos que hablan, castañuelas ligeras, firmes y sumisas, trajes ricos y propios, todo eso y mucho más brindó generosa Angelita Vélez al público que la aplaudió en su debut en Puerto Rico”, manifestaba “Puerto Rico Ilustrado, en febrero del 1938.

La artista fue incorporando a su repertorio danzas nativas argentinas y latinoamericanas a las cuales sumaba elementos de su propia creación. La última visita a la provincia ocurrió en julio de 1948 al frente de un nutrido elenco, la Compañía Folclórica Argentina, que se presentó exitosamente en el teatro Odeón (hoy San Martín).

Palabras de Perón

Vélez se acercó al peronismo y fue parte importante del mundo cultural relacionado a ese movimiento. De ella dijo Juan Domingo Perón, en el teatro Colón, en diciembre de 1946: “representa en nuestra tierra el sentimiento que cada uno lleva grabado en el alma, porque es el sueño que nos une al pasado de nuestras gloriosas tradiciones. Esa compañía (la de Angelita Vélez) la queremos ver multiplicada a lo largo de toda nuestra tierra para que volvamos a sentir en argentino, pensar en argentino y obrar en argentino”.

“Reflejaba en su fisonomía, en sus pies, el alto grado del estilo que es precisamente el arte de interesar... Sus grandes ojos verdes, su figura grácil, su alma de bailarina, toda ella expresaba al son de los palillos clásicos, que trinaban en la mágica dirección de sus manos aladas, que la danza era para nuestra insigne compatriota, religión”. De esta manera la describe una biografía de nuestra comprovinciana aparecida en 1950 de Adela García Salaberry.

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