El brillo de la luna, plasmado en objetos

El brillo de la luna, plasmado en objetos

Desde la época del Virreinato y la posterior independencia, la platería marcó la vida diaria de las familias pudientes y los gauchos. Tradiciones, oficio e historia.

GAUCHOS. Este conjunto de rastra, retranca y facón fue obra del artista de platería criolla Martín Bignoli. GAUCHOS. Este conjunto de rastra, retranca y facón fue obra del artista de platería criolla Martín Bignoli.

La leyenda aborigen (una de las tantas) cuenta que, tras una furiosa discusión con el Dios Sol, la Luna estaba tan triste que derramó sobre la tierra un sinfín de lágrimas tibias. Al pasar los días, las gotas se secaron y en su lugar apareció un material igual de brilloso que su redondeada tez.

En otros registros, las crónicas de la expedición española al mando de Juan Díaz de Solís describen la zona rioplatense como la cuna de argentum (en latín). Y detallan los márgenes de un cautivante río color grisáceo. Los relatos son muchos y en cada uno se repite el mismo elemento: la plata.

JARRO. Está hecho de plata trabajada a martillo y data de fines del siglo XVIII. Puede verse en el Museo Casa Histórica. JARRO. Está hecho de plata trabajada a martillo y data de fines del siglo XVIII. Puede verse en el Museo Casa Histórica.

Este metal forma parte de nuestra historia nacional y, a la vez, se funde con las vivencias diarias de los antiguos habitantes del territorio y la época en que clamamos por independencia. “En el período colonial y hasta comienzos del siglo XIX la vajilla de plata era infaltable en las casas de las familias pudientes. Esta servía para mostrar el lustre de sus miembros porque requería una buena inversión de dinero. Había platos, fuentes, cucharas, tenedores y jarros”, explica Sara Peña de Bascary, integrante de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán.

En la mayoría de los casos el material provenía de las minas de Potosí y tras recorrer el Alto Perú (actual Bolivia) acababa en tertulias donde distinguidas señoras tomaban chocolate caliente o intercambiaban mates.

MATE. De fines del siglo XVIII, está hecho con plata batida a martillo. Pertenece a Sara Peña de Bascary. MATE. De fines del siglo XVIII, está hecho con plata batida a martillo. Pertenece a Sara Peña de Bascary.

En las zonas rurales, los gauchos y los estancieros también tenían su “peso histórico” en plata. “Su vestimenta arquetípica incluía espuelas de latón, cabezales, empuñaduras de látigos o cuchillos y la rastra (una especie de cinturón con medallas y cadenas). Además de encontrar la plata en los ornamentos del ensillado como los estribos, los arneses y las riendas para andar a caballo”, agrega la historiadora. Una confluencia de productos y de sincretismos a los que también se sumaban delicadas piezas religiosas debido a la nobleza del material.

Huellas tucumanas

Con conocimiento de causa, en los viejos talleres de los orfebres la plata era concebida como un compuesto duradero y resistente. Quizás igual que los recuerdos y el sentir patrio. Hoy, aquellos accesorios labrados a mano representan grandes tesoros locales.

“En el Museo Casa Histórica de la Independencia hay una espléndida colección que perteneció al gobernador Ernesto Padilla. Él fue un gran coleccionista y parte de la platería que tenía fue donada por su hijo, en 1966”, ejemplifica Peña de Bascary.

INICIALES. Debajo del jarro de plata alcanza a verse el nombre de su dueño: Miguel Padilla. INICIALES. Debajo del jarro de plata alcanza a verse el nombre de su dueño: Miguel Padilla.

Lo peculiar (aunque usual para el siglo pasado) es que los objetos tenían escrito el nombre o las iniciales de su propietario. Y así -al recorrer los archivos de esa blanca cuna revolucionaria- las postales de un Tucumán sepia nos invaden. “Es mi dueño don Miguel Padilla”, aclara un jarrón de plata en su base. “Soy de Nuestra Señora de Belén”, rezan un par de candelabros.

“Entre su platería, el museo tiene sahumadores que se usaban para atenuar el olor de las velas y un gran espejo (los cuales eran frecuentes para reflejar la luz y dotar las habitaciones de mayor claridad). Además, hay cucharas que pertenecieron a Pedro Antonio de Zavalía y platería religiosa, como un pelícano, símbolo de la Eucaristía”, añade la museóloga.

SAHUMADOR. Es de la época de finales de la colonia. Pertenece a la colección del Museo Casa Histórica. SAHUMADOR. Es de la época de finales de la colonia. Pertenece a la colección del Museo Casa Histórica.

A los lustrosos rastros coloniales se suman otros encantos que duermen en el Museo Nicolás Avellaneda. “Allí está la jarra de Ibatín (de origen español y datada del siglo XVII) y un mate con incrustaciones de oro que le perteneció a Idelfonso de las Muñecas. Y en el Museo de Arte Sacro hay elementos jesuitas como cálices, copones, cruces y báculos”, enumera la especialista. El detalle final de los apliques cromo está en la imagen religiosa de la Virgen de La Merced, con su corona de plata calada y labrada.

Estilismo y patrones

Desde los 15 años Martín Bignoli es artesano, pero su camino hacia la platería criolla llegó después y por casualidad. Con más de una década en el oficio, él es capaz de confeccionar los diseños más variopintos según la geografía.

MIXTURA. Bombilla y mate hechos a mano por Martín Bignoli. Se trata de una pieza de plata reciente. MIXTURA. Bombilla y mate hechos a mano por Martín Bignoli. Se trata de una pieza de plata reciente.

“En Buenos Aires la mayoría de los plateros eran descendientes de europeos o extranjeros. Sus creaciones tenían un estilo barroco, con muchas flores y volutas al ser el lugar más pudiente del Virreinato. En cambio, la platería Pampa fue desarrollada por los mapuches y es la que, luego, adoptaron los gauchos. Las confecciones eran sobrias y había detalles de plata en los adornos que los aborígenes usaban para marcar sus jerarquías. Se trataban de accesorios con líneas rectas y guardas geométricas con líneas o puntos”, explica el platero, que da cursos sobre esta técnica tradicional en el Museo Folklórico provincial (a cargo del Ente Cultural).

PLATERO. Martín Bignoli da cursos de platería criolla en el Museo Folklórico provincial. PLATERO. Martín Bignoli da cursos de platería criolla en el Museo Folklórico provincial.

Lo central para él es que el oficio no cambió casi nada desde los primeros talleres dirigidos por inmigrantes. “Lo único que varió fue el proceso por el cual se funde el metal. Antes se usaban fraguas (había que invertir en leña y tener tiempo)”, rememora mientras muestra algunas piezas junto a su soplete a gas y pinzas.

CHIFLE. Cuerno de toro o de buey que se usaba a modo de cantimplora para almacenar las bebidas. Fue hecho por el artesano Martín Bignoli. CHIFLE. Cuerno de toro o de buey que se usaba a modo de cantimplora para almacenar las bebidas. Fue hecho por el artesano Martín Bignoli.

“La plata se batía y ponía en el centro de yunques gigantes. Se fundía el disco y había una ronda de personas que iban con martillos estirando. Se las volvía a recocer y así”, continúa.

La relevancia de su oficio persiste incluso en encargos tan simples como bombillas o apliques de joyería. “La platería es otra forma de traer al presente los valores y los arquetipos de nuestra historia -sostiene Bignoli-. Es dejar paso, entre lo moderno y nuestro estilo de vida, a otro hueco de identidad”.

ACCESORIOS. El adorno -con ornamentos de animales y de flores- representa la hebilla de un cinturón. ACCESORIOS. El adorno -con ornamentos de animales y de flores- representa la hebilla de un cinturón.
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