“El verdadero creador de riqueza es el sector privado”

“El verdadero creador de riqueza es el sector privado”

El titular de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa y vicepresidente de San Miguel pide reglas de juego claras para atraer inversiones.

FE EN LA EMPRESA. Tanoira considera deseable que las compañías se preocupen por generar bienestar laboral y social además de dividendos. FE EN LA EMPRESA. Tanoira considera deseable que las compañías se preocupen por generar bienestar laboral y social además de dividendos.

A Gonzalo Tanoira (Buenos Aires, 1969) le ha tocado presidir la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE) en un momento crítico, pero ya se comprometió con entusiasmo. La próxima semana, menos de un mes después de su asunción, ACDE Tucumán organizará el encuentro “Abriendo horizontes para un nuevo hoy”, que LG Play transmitirá en vivo, de 18.30 a 20.30, el jueves 11 y el viernes 12. “Esta conferencia -transmite Tanoira- tratará de rescatar ejemplos de empresarios que piensan su actividad como un factor de potenciación de la sociedad y la combinan con sus valores cristianos”.

Hijo del polista que se llamaba igual que él y de la cineasta María Luisa Miguens Bemberg, y tataranieto del industrial cervecero Otto Bemberg, con los años Tanoira no solo se hizo cargo de los negocios de su familia (entre otras cosas, es vicepresidente de la exportadora de cítricos San Miguel Global) sino que también regó el árbol genealógico: “después de terminar una brevísima carrera como polista profesional, a principios de los 90 me fui a estudiar afuera y luego trabajé en la banca de inversiones de Nueva York, pero en el 97 volví para entrar en una consultora. Era justo cuando estábamos vendiendo la cervecería Quilmes, y a partir de entonces seguí en los directorios de las compañías que tiene mi familia. Y tuve siete hijos. Esa es más o menos mi historia”.

-¿A qué viene el título del encuentro en línea?

-Yo creo en el concepto de que toda crisis es una oportunidad, pero no porque después de cada problema vayan a aparecer mágicamente grandes posibilidades. Decir eso sería muy iluso. Al contrario, me parece que una crisis solo abre nuevos horizontes si uno aprende mucho de las caídas, si los tropezones generan en cada uno de nosotros nuevas virtudes. En este caso, sería deseable que la pandemia nos haga mirar la realidad de otra manera para poder pensar nuevas soluciones. Argentina viene de un período muy largo de desencuentros y problemas, y creo que solo vamos a salir de ese laberinto si trabajamos juntos en una nueva solución que nos comprenda a todos. Pero si insistimos en los caminos de antes, en las recetas de antes, la verdad es que la oportunidad no va a aparecer.

-¿Cuáles son esos caminos y recetas de antes?

-Son los que no valoran lo suficiente el motor que significa la actividad privada. En realidad, lo que nosotros tenemos acá son dos caminos: o bien el Estado sigue tratando de ser una red de contención tradicional que absorbe a toda la gente que está en la calle y sigue volviéndose cada vez más difícil de financiar, o bien nos damos cuenta de que el verdadero creador de riqueza es el sector privado y lo apoyamos para que contrate a cada vez más gente. El primer camino es el que hemos recorrido sistemáticamente: en cada crisis la gente que queda en la calle ingresa al Estado vía plan social o empleo público, y después continúa empleada para siempre en la administración estatal. En cambio, el segundo camino es el que nos va a encontrar con un país más sólido a la salida de la crisis. Lo que necesitamos es apoyar al sector privado para que genere mano de obra, cree valor y propicie exportaciones, porque de cada dólar que exportamos, la gran mayoría de sus centavos vuelve en sueldos, ingresos de proveedores e impuestos. Esa creación de valor por parte del sector privado es el motor de la economía que tenemos que empezar a cuidar.

-¿Le preocupan las propuestas sobre estatizar acciones de empresas o crear un impuesto a las grandes fortunas?

-Prefiero no hablar de proyectos porque no conozco la interna del Gobierno, pero es claro que si fueran a sancionar un impuesto a la riqueza, irían en contra de lo que yo estoy proponiendo. Creo que Argentina tiene que definir si quiere atraer o combatir el capital. Si quiere combatirlo, está en todo su derecho, pero que no se extrañe si cada vez más gente se va, porque los inversores son libres de invertir su capital en un país que genere mejores condiciones para tener rentabilidad. Entonces, si Argentina quiere combatir el capital, bueno, lo hará, pero la economía no se va a desarrollar. Si, por el contrario, Argentina quiere atraer el capital, no es cuestión de que yo le diga cómo hacerlo. Cualquiera lo sabe: el capital se atrae con reglas justas y lógicas, que no cambian con el tiempo ni castigan al que invirtió su plata en el país.

-¿Qué perspectivas abriría para el sector privado un arreglo en la negociación con los bonistas?

-No sería una solución automática. Justamente, lo más difícil que tienen la economía y las finanzas internacionales es que uno tarda una vida en construir su nombre, pero puede destruirlo en un minuto. Y la Argentina ya ha destruido su nombre varias veces. Entonces, aun cuando no continúe el default, para la Argentina va a ser un trabajo de hormiga generar las condiciones de confianza para que el Estado y las empresas vuelvan a tener acceso al mercado de capitales. Probablemente sea más rápido en el sector privado que en el público, pero en todo caso es un trabajo que de ninguna manera termina el día en que el Gobierno firma un nuevo acuerdo con los bonistas o un nuevo acuerdo con el Fondo (Monetario Internacional). A partir de ese día habrá que emprender una tarea muy sólida de relacionamiento con los fondos y presentar un programa sustentable que demuestre que la Argentina puede retomar una senda de crecimiento que le permita pagar sus deudas. Creo que es importante insistir en que necesitamos acceder a los mercados de capitales. Ya no podemos vivir con lo nuestro. Estamos insertados en el mundo y tenemos que competir en el mercado internacional, donde nadie regala nada.

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