El día del periodista en el año de la peste

El día del periodista en el año de la peste

HOY COMO AYER. Los lectores de 1810 eran conscientes de que vivían un momento histórico pero ignoraban qué destino tendría el proceso que se abría. En 2020, los habitantes del mundo experimentamos algo similar. HOY COMO AYER. Los lectores de 1810 eran conscientes de que vivían un momento histórico pero ignoraban qué destino tendría el proceso que se abría. En 2020, los habitantes del mundo experimentamos algo similar.
07 Junio 2020

POR DANIEL DESSEIN

PARA LA GACETA - BUENOS AIRES

“Rara felicidad la de los tiempos en que es lícito sentir lo que se quiere y decir lo que se siente”. Estas palabras de Tácito, que encabezaron el primer número de La Gazeta de Buenos Ayres un 7 de junio, tocaban una fibra sensible de los lectores de 1810 y resuenan con fuerza hoy, 210 años más tarde.

Esos lectores de 1810 eran conscientes de que vivían un momento histórico pero ignoraban qué destino tendría el proceso que se abría en esos días. En 2020, los habitantes del mundo experimentamos algo similar; sabemos que la historia se está escribiendo mientras el horizonte sigue cargado con altas dosis de incertidumbre. Desconocemos si la etapa que vivimos constituye una pausa de la vida tal cual la conocimos, un episodio que acelerará las tendencias de los últimos años o, por el contrario, si configura un desvío, un punto de inflexión, un quiebre abrupto, el inicio de una nueva era.

Diario del año de la peste, libro en el que Daniel Defoe se mete con la plaga bubónica que azotó Londres en 1665, es el primer antecedente del periodismo narrativo. Lo que hizo fue ponerle nombres, historias personales, sensaciones a la tragedia. Es lo que hace hoy el periodismo. Busca el costado humano de un acontecimiento mayúsculo. Traduce grandes cifras en perfiles biográficos individuales que representan el padecimiento y los temores de miles o millones. Capta las imágenes que congelan un momento del temblor que sacude al mundo. Busca las distintas caras de un fenómeno complejo.

Si algo caracteriza a la pandemia es precisamente su complejidad. Un abordaje desde un único ángulo desconoce esa marca y nos hace correr el riesgo de elegir una fórmula equivocada o limitada para lidiar con ella. Los periodistas enfocan la crisis del coronavirus desde sus más distintos costados. El epidemiológico, el económico, el político, el sociológico, el psicológico, etc. Y dentro de cada una de esas facetas buscan miradas diversas.

Los medios fueron un vehículo estratégico para transmitir a la ciudadanía los mecanismos para combatir al virus. Nos ayudaron a conocerlo y a asimilar las medidas sanitarias necesarias para frenar su expansión. La información chequeada y responsable es el gran antídoto contra esa otra peste -en tiempos como estos potencialmente letal- que es la desinformación.

Los medios también ofrecen el espacio para que una sociedad debata sobre la razonabilidad, las alternativas y las consecuencias de sus acciones. Ese es el desafío de toda democracia, que se acentúa en momentos críticos. Testear si puede resolver sus grandes problemas de manera coordinada e inteligente, apoyándose en información compartida, consensuando caminos, privilegiando el bien común. Probar que mejor que la imposición autoritaria sostenida sobre el temor es la libertad de pensar y elegir. Reafirmar que no hay nada mejor que vivir con esa “rara felicidad” que nos produce “sentir lo que se quiere y decir lo que se siente”.

© LA GACETA

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