OBJETIVO. Benzecry procura desarrollar en los jóvenes el sentido de cooperación para poder hacer música.
La sonrisa de 83 años entra corriendo por el sendero que han dejado los instrumentistas. Se trepa con agilidad al podio. Saluda. Gira. Mira a los músicos. Respira. Abre su mente. Alerta su corazón. Sus gestos despiertan una marcha fúnebre de gran envergadura. La batuta va tejiendo una resurrección que estalla al final en un imponente abrazo de coro, solistas y orquesta. La emoción sacude al público que ha recibido el alma de Mahler en el CCK.
Es uno de los directores orquestales más destacados que ha dado la Argentina, mentor de la Sinfónica Juvenil Nacional “Libertador José de San Martín”, laureada por la crítica especializada, donde los chicos se forman artísticamente. Siguiendo su modelo surgieron las orquestas “escuela” inclusivas que integran el programa del Bicentenario, de las cuales Tucumán tiene algunas. “Mi llegada a la música fue fortuita: en casa decidieron que mi hermana mayor estudiara piano y como había un violín en casa, creyeron conveniente que yo, que tenía 10 años estudiara violín, para que ella no fuera sola al conservatorio. Prendió fuerte: seis años después, di mi primer recital que incluía entre otras, la Sonata de César Franck y Las Brujas, de Paganini”, cuenta el maestro Mario Benzecry.
- ¿Qué te atrajo de la dirección orquestal hasta el punto de que se convirtiera en tu destino?
- Otra vez fortuitamente: yo era concertino de la Juvenil y un día, Teodoro Fuchs, que era el director quiso escuchar algo desde la platea y me preguntó si me animaba a dirigir. Yo, que era muy melómano, me había comprado algunas partituras, para poder seguir los conciertos en el Colón (parado en tertulia) y tenía ciertas nociones de lectura de partitura. Me atreví y cuando Fuchs volvió al podio, me preguntó si quería estudiar con él. Nunca había pensado en ser director y menos estudiar con una eminencia como Fuchs. Ahí comenzó todo.
- En Francia tuviste varios maestros, entre ellos, Nadia Boulanger, ¿cómo fue tu experiencia con ella?
- No fui alumno particular de ella, solo asistía a clases de análisis grupales abiertas que daba en su departamento en la Rue Ballu. Mi gran maestro de dirección en París fue Pierre Dervaux, director de la Orquesta Colonne y profesor en la École Normale de Musique de París, donde obtuve mi Licencia en Dirección.
- En Estados Unidos, dirigiste en cuatro oportunidades la Filarmónica de Nueva York y fuiste asistente de renombrados directores. ¿Cómo fue tu experiencia con Leonard Bernstein?
- Era una personalidad maravillosa, muy generoso. Un director totalmente fuera de serie. Creo que de él aprendí la importancia de ser uno mismo y no imitar a nadie, pero aprender de todos.
- Durante años dirigiste la Orquesta Banco Mayo, que se caracterizaba además por unir la música académica con la popular, encargándoles obras a destacados músicos del folclore, como Antonio Tarragó Ros o el Chany Inchausti, ¿cómo surgió esa iniciativa?
- Siempre me atrajo la idea de que solo hay una música: la buena, sin distinción de estilos y decidí tender puentes entre lo popular y lo clásico con encargos a folcloristas para escribir música dentro de los cánones de la música clásica e introduciendo instrumentos populares como charango, guitarra eléctrica, quena y verdulera (acordeón cromático a botonera).
- Dirigiste a famosos intérpretes (Rostropovich, Rampal, Magaloff, Uto Ughi), algunas anécdotas habrán quedado en el atril…
- Rostropovich tocó el final de las “Variaciones rococó”, de Tchaikovsky, a una velocidad alucinante y luego del concierto se acercó al solista de flauta de la orquesta y se disculpó por cómo lo había hecho correr. Al terminar el concierto en el Colón con Ughi, este me preguntó si yo dirigía ópera, le dije que sí y me dijo: “por eso me acompañó tan bien”. Fue uno de los mejores piropos de mi carrera.
- A instancias del maestro José Antonio Abreu, creaste en los 90 la Sinfónica Juvenil San Martín. ¿Cómo se gestó?
- Hacía 10 años que conocía a Abreu, pues iba todos los años a Venezuela para dirigir las orquestas del Sistema (esencialmente la Simón Bolívar) y dar cursos de dirección de orquesta para jóvenes directores venezolanos, pues allí había más orquestas que directores. En febrero de 1994, recibo en mi casa un llamado de José Antonio Abreu diciéndome que estaba en Caracas con cuatro jóvenes argentinos que se quejaban de que no tenían en Buenos Aires ninguna orquesta juvenil para formarse (el año anterior habían sido suprimidas la Orquesta Juvenil de Radio Nacional y una orquesta Federal que duró poco, por razones logísticas). Me preguntó si yo no me atrevía a formar una y le contesté que sí y le pedí que los jóvenes músicos argentinos que estaban con él, vinieran a verme a su regreso. Así ocurrió y en una semana planificamos todo; en menos de un mes dimos nuestro primer concierto con la presencia de Abreu, que por entonces era el ministro de Cultura del gobierno venezolano, lo que hizo que el secretario de Cultura argentino viniera también al concierto. En los discursos de práctica, el secretario de Cultura prometió todo el apoyo a la naciente orquesta, pero como es usual en nuestro país, renunció a los 15 días, quedando todo escrito en el agua. Así sobrevivimos 18 años sin apoyos oficiales hasta que el Estado nos tomó bajo su estructura en 2013, lo que significó un importante crecimiento para la orquesta, que pasó de ser la Libertador General San Martín a ser la Juvenil Nacional. Abreu hizo que la Unesco nos donara dos contrabajos, tres timbales y un bombo. Éramos amigos y siempre comíamos juntos en cada visita, fue una persona de una visión y de una capacidad de gestión increíbles.
- Esta orquesta que ya cumplió 25 años, ¿te permitió desarrollar también tu vocación de docente? ¿Cuáles son los objetivos que te planteaste? ¿Sacar jóvenes virtuosos o desarrollar en ellos una conciencia social?
- Esta orquesta me ha permitido aplicar en ella mi vocación docente (hace 44 años que soy profesor en el Conservatorio Nacional, actualmente Departamento de Música de la Universidad Nacional de las Artes) y a la vez tratar de desarrollar en los jóvenes el sentido de cooperación comunitaria para hacer música. Los objetivos son formarlos artísticamente para que lleguen a una pronta inserción laboral, lo cual se logra en la mayoría de los casos.
- ¿Qué recuerdos tienes de Tucumán, las veces que viniste a dirigir y de tucumanos?
- Siempre muy gratos, creo que he ido cuatro o cinco veces a dirigir sus orquestas y siempre he tenido la sensación de una colaboración irrestricta, dando lo mejor del profesionalismo de sus integrantes.
- ¿Cómo avizoras el futuro de estas orquestas, de la música, en tiempos de coronavirus?
- Durante el tiempo de coronavirus, debemos intensificar el estudio y la formación personal para estar en óptimo estado para cuando sea el reencuentro y también para poder estar en nuestro mejor estado para brindar la mejor música a un público que estará ávido de ella. Ninguna app puede reemplazar la emoción de una orquesta en vivo.
Una trayectoria
Mario Benzecry, director de orquesta, nació el 9 de junio de 1936. Se formó con Teodoro Fuchs y en Francia con Pierre Dervaux. En 1970 ganó el Concurso Internacional “Dimitri Mitropoulos”, en Nueva York. Brindó cuatro conciertos al frente de la Orquesta Filarmónica de Nueva York y fue contratado como director asistente de esa orquesta, teniendo en esa ocasión la oportunidad de colaborar con Leonard Bernstein, Pierre Boulez, Karl Böhm, Aaron Copland. En 1971 fue galardonado con el Premio “Príncipe Rainiero III”, de Mónaco. Ha dirigido importantes orquestas del mundo y desde 1994, conduce la Sinfónica Juvenil Nacional “José de San Martín”. La orquesta ha sido distinguida con el “Premio Estímulo” por parte de la Asociación de Críticos Musicales de la Argentina por su temporada 2015.







