Carolina Schwab: una niña entre las mujeres

Carolina Schwab: una niña entre las mujeres

Por sus condiciones, la ex jugadora de la Selección estaba en equipos de categorías superiores.

VARIADO. La central salta para bloquear en el Sudamericano Juvenil, luego junto a su marido en la entrada de Tucumán de Gimnasia y jugando en un Argentino.    VARIADO. La central salta para bloquear en el Sudamericano Juvenil, luego junto a su marido en la entrada de Tucumán de Gimnasia y jugando en un Argentino.

“Quería una vida más normal. Más de adolescente”. Ese era el deseo de Carolina Schwab en 1989. Ese año no fue ni un día a clases y rindió más de 10 materias libres en el colegio Guillermina Lestón de Guzmán. Lo que sucedía era que “La Flaca” respondía a cada una de las citaciones para formar parte de alguna selección nacional de voley.

Aquel año jugó dos mundiales “Fue brava esa época”, contó en el libro “100 ídolos tucumanos 1912-2012”. La carrera de la jugadora en la selección tuvo la intensidad justa para entrar en la centenaria selección del autor del libro, el tucumano Víctor Lupo.

Formar parte de una selección argentina no es fácil, más siendo del interior del país. Sobre todo porque las concentraciones suelen ser en Buenos Aires, lo que hace que el atleta, en el despertar de la vida, esté lejos de su familia. Schwab encontró el equilibrio: es una exitosa ingeniera, como sus padres y, hasta hace poco años, siguió jugando de forma amateur en Tucumán de Gimnasia.

Casi siempre fue una niña entre mujeres. “Era muy activa y aprendía los gestos más rápido que el resto. No le temía a la pelota, la buscaba siempre y su altura la favorecía. Entonces, la incorporé al entrenamiento de las mayores con gran éxito”, recordó María Isabel Véliz. La profesora era entrenadora de voley en el Complejo Belgrano y fue la primera que dirigió técnicamente a Schwab.

Su inicio deportivo fue casi por casualidad cuando acompañó a una vecina al complejo de Lamadrid y Sáenz Peña. “Ni voley sabía decir”, contó también en el libro. Ahí aprendió a pronunciar la palabra, pero entendió cómo jugar una vez que empezó a integrar las selecciones nacionales.

Fue en 1986, por el programa de captación de aquel momento, que apareció en el anotador de Guillermo Orduna que recientemente dejó el cargo de técnico de Las Panteras para ahora ser entrenador de las Selecciones Sub 19 y Sub 17 femeninas y de la Concentración Permanente de España.

“Plan Altura” se llamaba el programa de detección de talentos al cual, con unos valiosos 1,85 metros, Schwab se adaptaba a la perfección. “El biotipo de jugadoras que había planteado era de mayor altura”, recordó Orduna, que todavía tiene la imagen de “Caro” junto a sus padres en su llegada a la concentración. De ahí vinieron años deportivos frenéticos. “Ella tenía un gran potencial por su altura, un brazo veloz y una buena coordinación entre ambos. No saltaba mucho”, detalló Orduna. “Pero sobre todo su voluntad y ganas de aprender eran muy grandes”, agregó.

A 1988 lo describe como “un tren bala”. Todo fue muy rápido, porque dos años después de empezar a jugar al voley pasó a formar parte de planteles nacionales, a recorrer el mundo y a conocer los sacrificios de un deportista de alto rendimiento. Como le sucedería al año siguiente, Schwab jugó para las selecciones de dos categorías: la Menor y la Juvenil, Chaco y Caracas (Venezuela), respectivamente, fueron las sedes de los Sudamericanos. Apenas un mes pudo estar en Tucumán tras el torneo Menor porque inmediatamente fue convocada para el siguiente. En ambas ocasiones Argentina quedó tercera.

Lo mismo pasó en 1989, pero a escala mundialista. “Caro” compitió en dos citas: la Juvenil, en Perú y la de Cadetes, en Brasil. En Foz de Iguazú Argentina logró achicar la brecha en la categoría con las potencias de aquella época. “Derrotamos a Perú 3-2 por primera vez en inferiores. Ese Mundial abrió las puertas para creer más que podíamos estar a la altura de las peruanas y acercarnos a Brasil. ‘Caro’ estuvo en ese partido”, destacó Orduna. Para ella, el Mundial en tierras brasileñas tuvo un episodio especial. “Entrené durante cuatro meses de punta, pero unos días antes de viajar se enfermó de neumonía nuestra capitana. Hubo una rotación de posiciones y volví a ser central. Yo era la sub-capitana, así que tuve que asumir la capitanía en la cancha”, explicó. ¿Presionada? “Noooo”, respondió con la seguridad propia, justamente, de una líder. “Para nada, éramos todas muy amigas y jugábamos tranquilas”, afirmó.

En China

Esa sensación a los 17 años de desear “normalidad”, estuvo lejos de desaparecer en 1990. Luego de dos años, con cuatro competencias internacionales, llegó la convocatoria a la selección Mayor que tenía como principal objetivo el Mundial de China. La tucumana fue la más joven de la delegación que Orduna conformó con jugadoras experimentadas y un grupo juvenil. “Mis compañeras ya eran mujeres y yo, una nena. Me tenían zumbando, así que tuve que pagar derecho de piso, pero ya estaba en lo máximo así que tuve que aguantarlo”, comentó.

“Fue muy duro para nosotras. El nivel de los otros equipos era muy alto. La experiencia que sumamos fue lo más valioso”, recordó Schwab para LG Deportiva. “Fue muy lindo también, porque además pudimos conocer mucho de la historia China. La cultura es muy distinta a la nuestra: no se veían autos y todo el mundo andaba en bicicletas”, contó sobre lo más impactante durante el torneo en el que la selección terminó 15°. En octubre jugó el Campeonato Sudamericano Juvenil en Tucumán donde ocuparon el tercer puesto del podio.

Al año siguiente ni los Juegos Panamericanos en La Habana, ni un Mundial Juvenil en Checoslovaquia, ni una gira por Rusia lograron seducirla para seguir en la Selección. Pero su vida siempre siguió marcada por el voley. No dejó de jugar a nivel local; se casó con Pablo Cerisola, ex jugador y actual presidente de Tucumán de Gimnasia; tiene dos hijos, Pablo y Sofía que, obviamente, también juegan al voley como la mamá de selección que tienen.

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