El poder de la vestimenta en la Revolución de Mayo

El poder de la vestimenta en la Revolución de Mayo

Como testigo de los cambios sociales y políticos que acontecían en el Virreinato del Río de la Plata, la indumentaria tuvo su propio toque distintivo en la época de 1810 y 1816.

El poder de la vestimenta en la Revolución de Mayo

Con la escena del Cabildo de Buenos Aires como centro del entramado político del Virreinato del Río de la Plata y las ideas libertarias que presagiaban el nacimiento de la patria, nuestro pasado nacional no solo puede leerse en los antiguos cuadros o escritos de época, sino también al seguir el hilo de historia que deja tras de sí la indumentaria.

Como un emblema de posición, los atuendos fueron uno de los detalles más destacados que dividieron a la sociedad colonial de 1810. “La moda, la cultura y la identidad mantienen una relación estrecha que marca el ayer de cada país. La moda se complementa con las transformaciones sociales que van sucediendo y por eso es importante interpretar la indumentaria como una herramienta de registro y aporte histórico”, explica Marine Rivadeo Torres, profesora de diseño de Indumentaria textil en la universidad San Pablo T.

Ya sabemos qué pensaban los miembros de la Primera Junta y de qué hablaba el pueblo durante la Revolución de Mayo pero, ¿qué reflejaban sus atuendos?

El costo de vestir patria

Con un poco de réplica y otro tanto de adaptación, la ropa que se usaba en el virreinato debe su estilo a dos acontecimientos externos. Por un lado, está la revolución industrial inglesa (con el inicio de la industria textil de producción masiva). Y, a esta influencia, se le suma la Revolución Francesa.

INFLUENCIA. La moda de los tiempos de la revolución debe mucho a las tendencias de España y Francia. INFLUENCIA. La moda de los tiempos de la revolución debe mucho a las tendencias de España y Francia.
El poder de la vestimenta en la Revolución de Mayo

En lo que refiere a diseños, las revistas y los diarios muestran a España y Francia como las mecas de la moda. Aunque para llegar de la página al modelo había un pequeño problema: los precios.

“En aquellos tiempos vestirse resultaba costoso porque la confección de todo era artesanal y demandaba mayor tiempo y dedicación. Por supuesto, la situación variaba de acuerdo al sector social. Por ejemplo: a un artesano le costaba dos sueldos vestirse de forma completa. Mientras que, a un hombre de élite, comprar un sombrero de vestir podía salirle 6 pesos (el más barato). Eso equivale hoy a $ 4.800 aproximadamente”, describe Valentina Mitrovich, jefa de investigación del Museo Casa Histórica.

Postal independentista

“No solo había que ser revolucionario, sino parecerlo”, es la frase con que la historiadora tucumana sintetiza la indumentaria masculina de esa parte del siglo XIX.

SOMBRILLA. En el Museo Casa Histórica hay una réplica. SOMBRILLA. En el Museo Casa Histórica hay una réplica.

Los atuendos incluían chaquetas tipo frac, chalecos, levitas, pantalones, calzones y ropa eclesiástica. “Los hombres de grupos acomodados usaban casaca y chupa (una especie de chaleco largo). Estas piezas eran confeccionadas con telas importadas y forradas con botones esmaltados de oro o de plata. Otras prendas eran los calzones hasta la rodilla, las medias de seda y los zapatos de charol”, señala la investigadora.

El universo de cambios invadía el territorio y eso se notaba en los colores de la ropa, signada por el azul, el blanco y el rojo. Sumado a los tonos pálidos y el ocre.

DETALLE DE STATUS. Los hombres de clases acomodadas vestían casacas y chupas. DETALLE DE STATUS. Los hombres de clases acomodadas vestían casacas y chupas.

El arquetipo para las personas que ejercían oficios populares (sea vendedores ambulantes o lavanderos) era vestir con mantas, ponchos, pellones y jergas de lana. Sin embargo, las mujeres que trabajaban en el servicio doméstico podían portar alhajas recibidas de sus propios amos.

Vestidos y accesorios

Para asistir a las tertulias o los teatros, era habitual que las damas patricias hicieran su aparición con vestidos “modelo imperio”. “De talle estrecho, rectas y largas hasta los pies, estas piezas tenían las mangas infladas y cortas, para tapar solamente los hombres. Además, los vestidos tenían un amplio escote cuadrado que, gracias a una cinta que ceñía el pecho, remarcaba el busto. En las confecciones se usaban géneros delicados como el lino, la gasa, la muselina y el percal”, retrata Mitrovich.

El resto del atuendo se completaba con una mantilla cuya función era proteger el pelo, abrigar y -de ser preciso- tapar el escote al acudir a la iglesia. “Los peinados solían ser coronados con una flor, por lo general, colorada”, agrega la especialista.

Otro accesorio estrella eran las peinetas, las cuales eran fabricadas con astas de animales y con caparazones de tortugas. ¿Lo malo? al ser elementos orgánicos estas podían desintegrarse o -como recoge en algunas anécdotas la página online del Ministerio de Cultura Argentina- explotar.

Al comienzo del periodo, estos tocados con incrustaciones tenían un tamaño promedio. Sin embargo, a partir de 1825 las peinetas aumentaron su proporción hasta llegar, en algunos casos, al metro veinte. En el libro “Vestir la nación”, de la investigadora Regina Root, se considera a este fenómeno “único” en comparación a lo ocurrido en otros países.

Incluso, unos años después a la declaración de la Independencia, este mismo accesorio simbolizó un retrato de la exigencia de participación política de las mujeres y del disenso entre unitarios y federales. Ya que muchos ciudadanos llevan mensajes políticos (como la silueta de Juan Manuel de Rosas) en los sombreros de copa o los peinetones.

Bombachas de gaucho

Antes que la bombacha de campo, lo primero que apareció fue el chiripá. Su origen como elemento proveniente de la indumentaria árabe está claro, pero el resto de los pasos hasta llegar a nuestro país continúan siendo inciertos. “Hay quienes dicen que ingresa en la época en que Justo José de Urquiza presidía la Confederación. Al finalizar la Guerra de Crimea, Francia le informó a Urquiza que su país estaba en condiciones de vender a un precio muy conveniente 100.000 bombachas que habían sido fabricadas para el ejército turco y que como consecuencia de la paz se habían convertido en rezago militar”, detalla Mitrovich.

Las bombachas fabricadas por los franceses eran de un color gris “ojos de perdiz” y de acuerdo a este relato, el origen de la bombacha gaucha en Agentina se registró en Entre Ríos, a fines de 1858.

Otras voces, en cambio, dicen que llegaron desde la zona de Rumania y Polonia.

En Tucumán: el Museo de Casa Histórica ofrece un viaje textil hacia 1810

Entre sus reliquias, el Museo de Casa Histórica cuenta con una casulla de sacerdote, un traje militar, algunos abanicos, una sombrilla datada del siglo XIX y un traje que le pertenecía -de niño- a Juan Bautista Alberdi. El año pasado, cuatro estudiantes de Diseño Textil e Indumentaria de la universidad San Pablo T (con el acompañamiento de la profesora Marine Rivadeo Torres) diseñaron y donaron réplicas de estas prendas para que los turistas pudieran verlas. Mientras, la indumentaria original se preserva aparte.

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