El Ojo Crítico: “Mystify”

El Ojo Crítico: “Mystify”

La santificación de Michael Hutchence.

ESTRELLA DEL POP. Hutchence fue el símbolo de una época. ESTRELLA DEL POP. Hutchence fue el símbolo de una época.

REGULAR

DOCUMENTAL / POR NETFLIX

“Mystify” es un documental políticamente correcto y su protagonista era precisamente lo contrario. Ahí tenemos un problema de movida. Richard Lowenstein, director y alma mater del proyecto, terminó dibujando un tributo a su amigo Michael Hutchence, lo que es honesto como punto de vista pero le juega en contra a su película. “Mystify” se propone mostrar la humanidad de una superestrella pop como fue el cantante de INXS, pero es tanto el celo que pone en protegerlo y explicarlo que termina sembrando la duda. ¿Es el verdadero Hutchence ese que Lowenstein exhibe con empeño hagiográfico? Queda toda la sensación de que no.

Y después está la cuestión de las formas. La de Hutchence es una tremenda historia que Lowenstein cuenta en retazos, como si profundizar sobre temas, hechos o personajes fuera su límite. “Mystify” está colmada de volantazos narrativos, de idas y vueltas a medio camino entre el clip y el collage. Eso lleva a que lo trascendente y lo miscelánico aparezcan con idéntica velocidad y tratamiento. En el afán por recorrer la vida de Hutchence de punta a punta -ascenso, gloria y caída-, “Mystify” lo reduce a una interminable sucesión de viñetas, único modo de que todo quepa en una hora y cuarenta minutos de película.

Es una pena, porque Lowenstein dispuso de toneladas de material, en varios casos inédito. Hay numerosas filmaciones caseras, videos grabados por el propio Hutchance -en especial de sus parejas-, tomas que lo retratan en la intimidad. Un archivo valiosísimo que el director armó como si de un gigantesco e interminable videoclip se tratara. De las decenas de entrevistados (familiares, compañeros de INXS, novias, amigos, managers, productores y hasta Bono, que también es amigo de Lowenstein) sólo se escucha la voz. La imagen es propiedad exclusiva de Hutchence, en todas las variantes imaginables.

Lo llamativo para la envergadura de este documental, estrenado el año pasado en el festival de Tribeca y todo un éxito en Australia, la tierra de Hutchence, es que por una cuestión de derechos apenas pudo apelar a unas pocas canciones del catálogo del grupo. Todo un mensaje para los fans, esa legión de cincuentones nostálgicos de la felicidad ochentosa (“Kick”, el álbum que rompió todo, se editó en el 87): no esperen un viaje a los hits de INXS. La banda sonora de “Mystify” va por otro lado.

Los testimonios y las imágenes pintan un Hutchence querible, simpático, vulnerable, ilustrado y con aspiraciones intelectuales, atormentado por una niñez compleja y por las presiones de la fama. Si se desliza alguna crítica va acompañada del correspondiente justificativo. La mirada de sus novias (entre ellas Kylie Minogue, espléndida al natural en las imágenes de archivo) es complaciente, amistosa, comprensiva. Como si en sus relaciones con Hutchence, prototipo del hedonista, hubiera reinado la paz absoluta.

No hay un lado B de Hutchence en “Mystify”. De sus adicciones casi no se habla, tampoco de sexo, lo que sorprende tratándose de una estrella que derrochaba, justamente, sexualidad. Episodios clave, como la golpiza de un taxista que le provocó la pérdida del olfato y del gusto, no quedan claros. Y de su muerte lo que Lowenstein explicita -sin decirlo- es que lo del juego sexual fue una fake new. Nadie pedía morbo, pero lo que le salió al realizador fue el efecto contrario. Hutchence, agradecido.

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