Cuánto se infectó la actividad económica y qué necesita el país para salir de la recesión

Cuánto se infectó la actividad económica y qué necesita el país para salir de la recesión

La renegociación de la deuda debe contribuir a recuperar el ingrediente secreto: la reconstrucción de la confianza en la Argentina.

19 Mayo 2020

Por Juan Mario Jorrat y Pablo Pero - Economistas y docentes de la UNT

En agosto de 2019 la Argentina sufrió un quiebre que destruyó la incipiente recuperación económica que se gestaba. Este desvío no tuvo nada que ver con los clásicos déficits. Fue diferente, un “cambio de percepción”, si se quiere. Una prueba más, de tantas, de que la economía no es una ciencia exacta, sino social. En estos tiempos de cuarentena, que avivó el gusto por lo culinario, cabe pensar que el evento ocurrido en agosto pasado atacó “el ingrediente secreto” de una economía de mercado. Por eso no encuentra explicaciones en los números más duros de la economía. El ingrediente secreto son la confianza, la expectativa y el entendimiento mutuo que se integran para darle su sabor especial. Esto aglutina y da consistencia a los demás pilares de la economía. Sin él es muy difícil producir un plato caliente para los argentinos. Debido a que ese es el origen de la presente recesión, una exitosa negociación de la deuda, que permita evitar la cesación de pagos, se vuelve fundamental para dar pasos concretos en la recuperación de la confianza, y evitar una profundización de la recesión vigente.

Muchas veces una imagen vale más que mil palabras. Por eso el gráfico que acompaña el texto presenta la dinámica de la economía argentina de los últimos años. Se lee así: a mayor altura de la línea roja, mayor actividad económica. Los puntos rojos nos indican el mes en que el ciclo de la economía cambia de sentido; se acaba una expansión y comienza una recesión, o viceversa. Las sombras grises, en el fondo, marcan el tiempo en que la economía argentina está en recesión. Se hace énfasis en el último ciclo que se observa, que se indica con un punto en enero de 2019 como comienzo de una expansión que termina en julio de 2019. El criterio establecido en la práctica económica es que para poder determinar un ciclo, este debe durar al menos 18 meses en total, con seis meses mínimamente en cada etapa (recesión y expansión). Entonces, el proceso mecánico de los datos marca que ese es un ciclo completo de la economía. Sin embargo, el control humano nos obliga luego a eliminarlo. A la luz de la historia no se conformó un ciclo, sino que fue más bien un descanso en una escalera hacia abajo.

Un cambio brusco

¿Qué ocurre en agosto de 2019 para generar un quiebre a la baja tan brusco en la serie? No hubo en esa época una crisis global, ni un aumento de las tasas de interés globales que enfríe la economía, ni de la deuda pública, ni sequía, ni una destrucción del sendero de recuperación fiscal.

Para julio de 2019 el Estado nacional mostraba un superávit fiscal primario de 0,2% del PBI (desde un déficit primario máximo de 4,2% del PBI en diciembre de 2016), y de acuerdo a Cuentas Nacionales del Indec, el déficit en el intercambio de bienes y servicios con el extranjero llegaba al 1,8% del PBI (desde un máximo de 11,6% en diciembre de 2017).

La historia de las crisis argentinas muestra que éstas se preceden de altos déficits fiscales y externos. Se observa que para julio de 2019 estos clásicos déficits estaban solucionados. Sin embargo, desde agosto algo más se rompió. Este quiebre se transparentó en el riesgo país (el interés excesivo que deben pagar los argentinos para endeudarse en el mundo), que saltó de 900 a más de 2.000 puntos. Aquello que se perdió en agosto fue el entendimiento mutuo de que en el futuro cercano se respetarían los contratos financieros en el país. Eso explica el salto en el riesgo país y la pérdida de valor del principal instrumento de deuda del Estado: la moneda nacional.

El quiebre de agosto tiene que estar relacionado al resultado de las elecciones PASO. No pretendemos cargar culpas en Alberto Fernández; también se podría argumentar que Mauricio Macri no supo preparar la economía para un eventual escenario de derrota electoral. Pero el hecho concreto es que el resultado electoral precedió el salto en el riesgo país, que coincide con la evaporación del proceso de recuperación económica, y la aparición de una caída que se extiende hasta hoy.

La economía debe recuperar la confianza. Por eso, una exitosa renegociación de la deuda se convierte en una gran puerta para comenzar el camino de esa reconstrucción. En los meses previos a la llegada del nuevo coronavirus la economía venía cayendo a un 0,9% mensual. Históricamente, en tiempos de recesión, la economía suele caer al 0,5% mensual. Esto quiere decir que, aún excluyendo la covid-19, la situación de la argentina es muy mala, y continuar con la recesión es condenar a la pobreza a millones más. Es imperioso tomar medidas para volver al crecimiento.

La aceptación de una renegociación de la deuda implica que los acreedores entienden las dificultades argentinas, pero también que acompañan hacia el futuro; dan crédito al país. Es por eso también que la oferta inicial del país resultó en un fracaso: el ministro de Economía, Martín Guzmán, ofrecía la cesación de pagos (y que el acreedor negocie con los jueces o con el próximo gobierno), o una quita de 60% del valor de la deuda y que los pagos comiencen en la próxima gestión (con un pago simbólico y mínimo meses antes de la elección de 2023). Para el acreedor no había ninguna señal que genere confianza: “o me declaro en quiebra, o me aceptás un perdón de 60% y te paga el que viene después de mí”, le cantó el Gobierno. De una u otra forma el acreedor dependería del próximo gobierno, y el actual se eximía de hacerse cargo de mantener una economía fiscalmente equilibrada. Una señal más para aumentar la desconfianza.

Para empezar a salir de la recesión, o en todo caso disminuir su magnitud, el gobierno debe dar señales de que cuidará el resultado fiscal futuro y respetará los contratos. Un paso concreto en ese sentido será renegociar la deuda, aceptando comenzar con los pagos antes de abandonar su gestión. Técnicamente, debe acabar con la inconsistencia temporal de su propuesta de gestión económica. Este solo paso, que tiene poco de costo fiscal de corto plazo, pero muchísimo poder simbólico sobre la responsabilidad en el manejo de la caja, comenzará a reconstruir el ingrediente secreto que tiene toda fórmula económica, y que no aparece aún en las acciones concretas de esta gestión: la construcción de una confianza en que Estado y privado pueden trabajar respetando las obligaciones y responsabilidades de cada uno para con el otro.

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