El "número mágico" de Manzur

Hay dos curvas, líneas o directrices, que inquietan sobremanera al Gobierno provincial y cuyo desarrollo local observa con aflicción: la de la pandemia y la del flujo de recursos nacionales. Mientras la primera siga aplanada y no crezca y la segunda se mantenga y no siga decayendo, el caos social por razones sanitarias o económicas será una probabilidad lejana. Sin embargo, preocupa un estallido durante este tiempo de crisis o cuando se supere el drama del coronavirus. La apuesta oficialista es que la curva de evolución de contagios de la covid-19 prosiga aplanada como hasta hoy y que la Nación continúe manteniendo el nivel de auxilio económico a Manzur. Lo primero depende de los resultados de la política de aislamiento, de medidas de prevención y control, y lo segundo exclusivamente de la buena sintonía en las relaciones políticas e institucionales con el poder central. En la Casa de Gobierno, por el momento, hay un cierto alivio en estos aspectos, ya sea por los resultados y preparativos fronteras adentro en materia de salud pública y porque Alberto Fernández revela que no desampara a Manzur y que lo sostiene políticamente en respuesta a la lealtad del tucumano.

Hoy por hoy, en lo económico, la Provincia depende exclusivamente de los fondos que le envía la Nación ya que no tiene otras vías para hacer frente a sus gastos debido a la merma de recursos propios y a los de coparticipación. Sería grave para el Poder Ejecutivo si esa ayuda sufriera retrasos o decayera en magnitud, porque no podría garantizar la tranquilidad en la administración pública, máxime si se considera que la discusión paritaria estatal fue postergada por decreto hasta junio a causa de la pandemia. Con los docentes la negociación salarial quedó congelada en una conciliación obligatoria a causa de la cuarentena, lo mismo que sucedió con las protestas. Al freezer. En los pasillos palaciegos se deslizó que se le reza a “San Alberto” para que siga manteniendo la buena predisposición política que se expresa en la remisión de ayudas económicas.

Con la asistencia nacional el Estado provincial llega con lo justo al número mágico -textual de un funcionario- de $ 7.500 millones mensuales necesarios para atender la planilla salarial, por lo que es fácil deducir que el Ejecutivo se verá en figurillas para satisfacer las demandas de los gremios estatales por una eventual mejora de haberes cuando se supere la pandemia, porque nadie sabe en qué situación económica se saldrá cuando se salga. Inviable es el concepto que alguien del poder lanzó a la mesa cuando se analizó si estarán en condiciones de otorgar una mejora salarial. Todo hace presuponer que entre las presiones sindicales y las carencias de billetes del Estado el conflicto está a la vuelta de la pandemia. En ese marco, entre en serio y en broma, la continuidad de la cuarentena sería lo mejor que le puede pasar al Gobierno, teniendo en cuenta que cuando se la decretó el 20 de marzo las protestas docentes, por ejemplo, cesaron. Un sueño imposible.

Nadie sabe en qué condiciones económicas y sociales quedará el Gobierno después de esta crisis sanitaria como para encarar los reclamos del sector público y las exigencias del privado. Lo que emerja no será mejor que antes de marzo, cuando ya se venía mal y con medidas dirigidas a atender la demanda alimentaria del 40% de pobres. El escenario social no puede ser mejor, sino peor. En ese marco, si el Gobierno provincial ya no vive el día a día sino el hora a hora y con dificultades para llegar a aquel número mágico, y si los sindicatos exigen legítimamente aumentos en los sueldos, el clima de la negociación pinta complicado y en medio de tensiones sociales. Para el Gobierno el panorama es crítico respecto de cómo enfrentar las paritarias. En esa línea han surgido voces que advierten que no estarán en situación de conceder una suba de sueldos. Si apenas podemos pagar la planilla salarial, cómo atenderemos un aumento, reflexionó un colaborador de Manzur abriendo el paraguas y sin ni siquiera arrojar cifras porcentuales mínimas. Hoy la cuarentena mantiene aisladas y contenidas las exigencias salariales, pero la presión aumenta con cada día de encierro. Cuando se liberen esas trabas y la normalidad retorne, esa negociación se convertirá en una olla a presión. El nerviosismo se incrementa, además, porque el mes próximo deben pagar el medio aguinaldo. SOS a la Nación.

Si bien ha disminuido casi en un 20% el ingreso por coparticipación federal, la provincia viene siendo compensada por otras vías por el Gobierno nacional, como recursos a través de ATN o por el Fondo Fiduciario, y ahora también con obras públicas. Este aspecto ratifica que hay buena predisposición de la Nación con el mandatario tucumano, al margen de la gestiones de Sisto Terán y Marcelo Caponio desde la subsecretaría del Plan Norte Grande, ya que en este rubro la Nación puede elegir a quién beneficiar y a quien retacearle este tipo de ayuda. Sucede siempre. Cuando el ministro de Obras públicas, Gabriel Katopodis vino a Tucumán el 28 de febrero anunció 16 emprendimientos para Tucumán, de los cuales tres se han puesto a rodar. A estas “ventajas” obtenidas por afinidades políticas, algunos funcionarios le añaden también el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) de $ 10.000 -con 359.000 beneficiarios Tucumán es la cuarta provincia en la lista de buena fe- y la Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP) -pago del 50% de los salarios de las empresas calificadas para acogerse al beneficio-. Aspectos que ayudaron a descomprimir la situación social, según valoró un residente del edificio de 25 de Mayo y San Martín, entendiendo que si bien son iniciativas que trasuntan sensibilidad social conllevan una fuerte dosis de contenido político.

Señales de que, más allá de que Alberto Fernández sostenga como premisa que gobierna con 24 mandatarios, no descuida a sus principales socios en las malas. En materia de obras públicas, como se dijo, el poder central se puede dar el lujo de cierta discrecionalidad para dejar en claro las preferencias ideológicas o las sociedades políticas; sin embargo, en las ayudas económicas a las provincias tiene que respetar los índices coparticipables, aspecto con el que el Presidente pretende hacer gala de una corrección política para favorecer sus vínculos con todos los gobernadores. De ahí el reparto equilibrado.

En suma, el auxilio económico nacional es clave para sostener la gestión de Manzur; sus colaboradores ruegan que ese nivel de ayuda para atender las obligaciones del Estado no decaigan porque pondría en serias dificultades al Gobierno, que además debe pensar en la pospandemia. En el PE confían en que el Presidente no le va a soltar la mano, con todo lo que eso significa en materia de gobernabilidad.

Por ahora, el Ejecutivo debe esforzarse por mantener la curva aplanada del coronavirus y si bien se sostiene que se han preparado para lo peor, lo que inquieta a los especialistas es que haya un brote de contagios que se torne exponencial en Buenos Aires y que por miedo la gente huya de esos lugares tratando de ingresar a la provincia, sanos o enfermos; lo que sería catastrófico. Las estimaciones que se hacen para que todo empiece a complicarse, por ejemplo, es que lleguen 200 personas enfermas a Tucumán; caso en el que el sistema podría empezar a resentirse. Se estima que cada enfermo puede contagiar a tres. Toda la atención y la mirada sanitaria esta puesta en el área central del país, porque si allí estalla la pandemia, en la provincia habrá que profundizar las medidas de seguridad y todos los controles. El temor es real, aunque por ahora la curva aplanada en Tucumán lleva alivio a las autoridades, y también a la sociedad.

La pizarra de gráficos que muestra la evolución de la pandemia y la llegada de los dineros nacionales se observa con detenimiento día a día; el deseo es que cada línea se mantenga sin subas ni descensos, que la de la enfermedad siga aplanada y la de los fondos constante; si es posible paralelas y que se junten sólo en el infinito. Porque si una crece y la otra cae, el caos social puede ser el resultado del cruce.

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