Pospandemia

Pospandemia

Con el tiempo, los virus pasan. Por méritos de las vacunas o de la selección natural, las poblaciones de humanos adquieren cierto nivel de inmunidad y los patógenos decaen a niveles más tolerables. En pocos casos, incluso, llegan a desaparecer. Pero, especialmente cuando han dejado un tendal de cadáveres, la fuerza de su impacto se refleja en cicatrices que exceden la biología.

17 Mayo 2020

Por H. Ricardo Grau
PARA LA GACETA - TUCUMÁN

Se ha hablado mucho de la gripe española, la peste negra del medioevo, la viruela que importaron los europeos y diezmó a los amerindios. Me interesa detenerme en una epidemia menos conocida. Entusiasmado con los hallazgos de su primer viaje, Cristóbal Colon realizó el segundo en 1493 con 1.500 hombres, se supone saludables y vigorosos para los estándares de la época. Se establecieron en “Española” (actual República Dominicana). Cuando Nicolás de Ovando llegó al mismo sitio nueve años después, solo 360 quedaban con vida. Un año más tarde, de los 2.500 que habían venido con Ovando, sobrevivía la mitad. A las enfermedades causantes de estas masacres, aparentemente adquiridas de los pobladores locales, los españoles identificaron con dos nombres: la “modorra” y la “baquía”.

Cinco siglos más tarde, la biología no consigue identificar a los patógenos, muy posiblemente desaparecidos junto con la extinción de los indígenas caribeños. Pero hay secuelas no biológicas que pueden reconocer en el “ADN” de nuestra cultura. La modorra ha quedado como una metáfora de la vagancia y el desgano. A los que se aclimataron y lograron sobrevivir a la baquía se los llamó “baquianos”, término que define al hombre de campo diestro para sobreponerse a la adversidad y resolver variedad de problemas con conocimiento, creatividad y tesón.

Puede verse que estas sintomatologías anidan en ecologías distintas. Irónicamente, la moderna modorra se incuba en el encierro y la cuarentena. Los baquianos se forjan a la intemperie y en el trabajo. Poco sensibles a drogas y trabamientos médicos, las separa el humano ejercicio de la libertad.

© LA GACETA

H. Ricardo Grau - Director del Instituto de Ecología Regional (UNT-CONICET). Autor de Biología y Globalización (2018).

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