Ollas y sartenes: una escuela ideal para grandes y chicos

Ollas y sartenes: una escuela ideal para grandes y chicos

Cocinar da salidas al encierro. De a poco, dar de comer va dejando de ser cosa exclusiva de mujeres. Historias de padres e hijos que aprenden unos de otros.

LA LECCIÓN. Julia y la tortilla que su papá aprendió a cocinar con ella. LA LECCIÓN. Julia y la tortilla que su papá aprendió a cocinar con ella.

“Las mujeres, a la cocina”, era no hace tanto tiempo la orden, especialmente si había que tratar cuestiones importantes. La cocina era “el” lugar de las mujeres, y como resabio de ese modelo que cuesta tanto derribar, y pensando en la cuarentena, suele proponerse que los chicos cocinen con mamá. Pero se nos ocurrió preguntarnos, ¿por qué? No por qué habrían de cocinar los chicos, sino por qué sólo con mamá. Y no hizo falta buscar mucho para encontrar historias como las que siguen, señal de que hay fisuras en los mandatos que van dejando entrar la luz; poniendo up side down (como esas tortas con caramelo arriba, que se cocinan “al revés”) algunos supuestos y mostrando que en casa -salvo parir y amamantar- los roles son responsabilidad que, más temprano que tarde, nos caben a todos.

Relatos

“Tenían 11 y nueve años Patricio y Serena cuando empecé a proponerles cocinar juntos -recuerda Ricardo Steinsleger, director coral y docente de la Escuela Superior de Música de la UNT-. El ‘gran juguete’ fue una máquina de hacer fideos, con la que hasta hoy, que tienen casi 21 y 19, seguimos preparando nuestra pasta casera”. En ese hoy, Patricio estudia Licenciatura en Gastronomía y es “el jefe”; su papá oficia de asistente. “Creo que fue en ese tiempo que empecé a enamorarme de la cocina -agrega Patricio, desde el celular paterno, en cuarentena compartida-. Siempre me encantó comer rico, y empecé a ver videos de recetas”.

“En casa solemos ser un equipo de cinco -cuenta Macarena Cárdenas, que trabaja en el Jardín Botánico de la Fundación Lillo; mamá de Hipólito, Margarita y Francisca, y esposa de Sebastián Moyano, geólogo-. De hecho, desde que empezó la cuarentena el pan de todos los días lo amasa Sebastián. Y amasar es algo que los chicos pueden hacer desde muy chiquitos. ¡Mejor que la plastilina!”. “Si se hace una sopa, pelamos y cortamos verduras entre todos; y para un guiso o salsa, las más chicas pelan cebollas y ajos, los más grandes los pican, y vamos echando todo a la olla”, agrega.

HERMANOS. “Hipo”, “Fran” y “Marga” preparan sus cupcakes. HERMANOS. “Hipo”, “Fran” y “Marga” preparan sus cupcakes.

Julia es una niña adorable de 5 años que vive con su madre, y no pierden la oportunidad de cocinar, cosa que Julia disfruta mucho. Otros días los comparte con su padre, negado a la cocina; el tema es que el padre de Julia soy yo”, confiesa, entre divertido y emocionado Fernando Ríos Kissner, que se autodefine como “amateur (no gestor) cultural ”-. Vivo solo; mi heladera es un collage de imanes que sujetan ofertas de delivey”.

“Cuando Julia proponía cocinar nunca faltó un pretexto para pedir comida, pero esta cuarentena cambió todo; los tiempos compartidos se alargaron y las excusas fueron escaseando hasta que llegó el día inevitable: iba a cocinar con Julia”, agrega, y la emoción le gana a la risa cuando destaca: “hicimos algo muy simple; no puedo considerar que ella me haya enseñado a cocinar; pero me enseñó que lo importante es animarse, saltar... que siempre estará el piso esperándonos”.

Lo real es que la cocina, como escuela, es genial; un mundo donde todos aprenden mucho, más allá de cómo preparar comidas: desde la paciencia (y no sólo la de los adultos) hasta la importancia del orden y la limpieza. “Cocinar desde chicos -reflexiona Patricio- es buena manera de aprender a organizar, a ser cuidadosos, a manejar tiempos, a trabajar en equipo...”.

Los platos del día

Con esto de la cuarentena no fue posible juntarnos todos a cocinar. En su lugar, el Whatsapp ardió de mensajes que fueron y vinieron para coordinar la nota.

Por ejemplo, con este texto confirmó Ricardo que su hijo chef se prendía en la idea: “aceptó, y me emocionó. Me dijo que iba a pensar un plato y más tarde me llamó para decirme que había elegido uno japonés, que se llama oyakodon, que se traduce como ‘padre e hijo’ (ver las recetas). Como no lleva aceite, no salpica, así que con un poquito de cuidado los chicos hasta pueden revolver”. La palabra oyakodon -le había explicado Patricio- deriva de oyako (padre e hijo, en referencia al pollo y el huevo), y donburi, comida servida sobre arroz.

“Habíamos consensuado con Julia una omelette; pero descubrimos una papas y elevamos la apuesta. La acompañamos con una exquisita limonada batida que preparó ella mientras yo pelaba las papas y las cortaba, y el aceite se calentaba -contó Fernando en otro mensaje-. Julia batió los huevos, tiró sal y más tarde las papas; revolvió todo, agregó queso y vuelta a la sartén, para el toque final. Por supuesto la tortilla medio se desarmó al ponerla en plato -mi mayor aporte-, pero la disfrutamos enormemente juntos”.

CUESTIÓN DE HOMBRES.  Hoy Patricio es el chef; su papá lo ayuda. CUESTIÓN DE HOMBRES. Hoy Patricio es el chef; su papá lo ayuda.

“¿Te parece una carott cake en taza y microondas, que los chicos pueden hacer solos?”, consultó por su parte Macarena; el mensaje siguiente traía la receta (ver aparte).

Y en todos los casos, las caras de los chicos (grandes y pequeños) dan cuenta de la gran felicidad que implica -además del aprendizaje- ser aceptados e incorporados en un mundo de adultos, y en general, femenino.

Ellos (como sus padres y sus madres hoy) son artífices de la necesaria apertura de este mundo hacia uno diverso y plural.

Lo que también enseña la cocina

-  Logran seguir instrucciones cada vez más complejas, desarrollan la atención y enriquecen su lenguaje con palabras nuevas. Además, ganarán en autoconfianza.

- Leerte las recetas, paso a paso, será un muy buen ejercicio para entrenar la articulación de palabras y la lectura en voz alta.

- Ayudar a hacer la lista de compras será buena práctica de la escritura; y al regreso del súper, lavar y guardar la verdura, un buen hábito de orden e higiene.

- Pesar y calcular ingredientes es seguro hasta para los más chicos, y un modo distinto de hacer cálculos matemáticos para los más grandes.

- Nunca es demasiado temprano para los hábitos de limpieza. Aprender a lavarse las manos antes de empezar a cocinar y a dejar todo ordenado luego, es un hábito que les servirá toda la vida, así como poner la mesa para todos y levantar sus cosas luego de comer.

Carrot cake en taza: ingredientes (para cada tortita)

1 huevo, 2 cucharadas de manteca o margarina derretida; 4 cucharadas de harina; 3 cucharadas de azúcar; 3 cucharadas de zanahoria rallada finita; dos gotitas de esencia de vainilla, 1 pizca de canela.

Procedimiento

En una taza apta para microondas mezclar todos los ingredientes con un tenedor, empezando con los húmedos y agregando de a poco los secos. Cocinar en el microondas a máxima potencia durante dos minutos.

Oyakodon: ingredientes (una porción)

100 g de arroz, una pechuga de pollo, 1/2 cebolla, 2 huevos, 1 yema, 20 g de cebolla de verdeo, 2 cucharadas soperas de salsa de soja, 1 cucharadita de azúcar, 4 cucharadas soperas de caldo de verduras.

Procedimiento

Mezclar en una sartén la salsa de soja, el caldo y el azúcar; agregar el pollo cortado en pedazos pequeños (alrededor de 2 cm x 2 cm); cortar la cebolla en juliana de 1 centímetro, añadirla y llevar la sartén a la hornalla. Cocinar a fuego medio, cubierto con la tapa, y cuando el pollo empieza a ponerse blanco, darlo vuelta. Mientras el arroz se “nacara” con un poco de aceite, se agrega agua caliente (el doble del volumen del arroz) y se cocina hasta el punto que se desee. Cuando el pollo ya está, batir ligeramente los huevos y agregar a la sartén; cocinar un poco, colocar la yema encima y continuar hasta que esta tenga la consistencia deseada. Servir en un tazón una porción de arroz y luego poner la mezcla ya cocida encima, tratando de no romper la yema. Decorar con cebolla de verdeo picada

Lo que también enseña la cocina

-  Logran seguir instrucciones cada vez más complejas, desarrollan la atención y enriquecen su lenguaje con palabras nuevas. Además, ganarán en autoconfianza.

- Leerte las recetas, paso a paso, será un muy buen ejercicio para entrenar la articulación de palabras y la lectura en voz alta.

- Ayudar a hacer la lista de compras será buena práctica de la escritura; y al regreso del súper, lavar y guardar la verdura, un buen hábito de orden e higiene.

- Pesar y calcular ingredientes es seguro hasta para los más chicos, y un modo distinto de hacer cálculos matemáticos para los más grandes.

- Nunca es demasiado temprano para los hábitos de limpieza. Aprender a lavarse las manos antes de empezar a cocinar y a dejar todo ordenado luego, es un hábito que les servirá toda la vida, así como poner la mesa para todos y levantar sus cosas luego de comer.

Temas Coronavirus
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios