Ginóbili: “si algo sale mal, años después no será más que una anécdota”

Ginóbili: “si algo sale mal, años después no será más que una anécdota”

"Manu" cerró ayer el ciclo de charlas de la red de apoyo a emprendedores Endeavor, que LA GACETA emitió a través de su web.

ENTREVISTA. Nicolás Szekasy, del directorio de Endeavor Argentina, conversa con Manu Ginóbili durante la Experiencia Endeavor Virtual de ayer. captura de video ENTREVISTA. Nicolás Szekasy, del directorio de Endeavor Argentina, conversa con Manu Ginóbili durante la Experiencia Endeavor Virtual de ayer. captura de video
15 Mayo 2020

La Experiencia Endeavor Virtual terminó ayer tras su cuarta conferencia semanal consecutiva. En esta ocasión, Emanuel Ginóbili asistió (desde su casa) como invitado de lujo. Entrevistado por Nicolás Szekasy, del directorio de Endeavor Argentina, la ex estrella de los Spurs y recordó sus éxitos y también sus frustraciones, y instó a convertir las últimas en motor de los primeros. “Hay un millón de grises desde la primera frustración de chico, que por pequeña que sea es siempre horrible, hasta el momento en que aprendés a entender y racionalizar los fracasos. En ese camino, lo que más me ayudó fue hablarme a mí mismo de la manera en que le hablaría a mi mejor amigo”, transmitió Manu.

- ¿Cómo fue el proceso de adaptación cuando llegaste desde Italia a San Antonio?

- Al principio estaba muy perdido porque la diferencia era enorme: había mucho más profesionalismo, exigencia, competencia. Y me encontré con un entrenador (Gregg Popovich) que inspiraba temor, que era el mejor pero al mismo tiempo pertenecía a la vieja escuela y no tenía ningún tacto. Así que hubo partidos en que no sabía qué hacer adentro de la cancha. Pero al final pude ganarme su confianza y encontrar mi responsabilidad en el equipo. Tuve que adaptarme a hacer el trabajo sucio: dejé los guantes blancos y pasé de ser el que jugaba lindo a ser el que sacaba faltas en ataque y no pensaba en anotar.

- Con el correr de las temporadas te convertiste en líder. En paralelo, vino la etapa gloriosa en la Selección. ¿Cómo era el proceso de liderazgo en un equipo y en el otro?

- En San Antonio el liderazgo era más verticalista por la presencia intimidante de Pop, pero también teníamos en el campo un líder silencioso. Tim Duncan era el mejor jugador del mundo, pero recibía los retos como cualquier otro. Así que esa combinación de Popovich y Duncan creó una cultura muy particular. En la Selección era distinto: era un grupo de amigos que se conocían desde chicos y a los que les gustaba jugar juntos. No había lugar para lucha de egos y esa fue la razón por la cual duró tanto tiempo.

- ¿Hay todavía algún puñal clavado en el pecho por un partido perdido?

- No, porque yo tuve una gran fortuna: pude arrancarme rápidamente los dos grandes puñales que recibí en mi carrera. Uno fue el de la final del Mundial de Indianápolis, después de la que hubo un aprendizaje y por eso pudimos curarnos esa herida en los Juegos Olímpicos de Atenas. El tema es que tranquilamente podés aprender la lección y no ganar el oro olímpico, claro (risas). Y después pasó lo de la final contra Miami en 2013, donde perdimos por mi culpa y sentí que había defraudado a todo el mundo. Pero esa derrota, que fue mi peor momento deportivo, me sirvió muchísimo: entendí que era más viejito y más lento y que me estaba quedando pelado. Y aun así 12 meses después le ganamos al mismo rival. Pero no creo que eso sea lo más importante, porque a veces tenés un Michael Jordan en frente y no podés ganar. Así que mi mensaje es que hay que dar lo mejor de uno y saber que si sale mal, años después no va a ser más que una anécdota.

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