La normalidad con barbijos

La normalidad con barbijos

Mañana comienza una nueva etapa en esta vida en la era DC (durante o después del coronavirus). Los tucumanos afrontar la responsabilidad de afrontar esta etapa de libertad controlada para zurcir los bolsillos rotos.

Mañana no será un día más. Será diferente. Pero en la medida en que no nos demos cuenta de que será igual a otros, nos habremos equivocado de fecha. O, peor aún, de época.

Mañana será un alivio. Este 11 de mayo de 2020 será oxígeno nuevo que entrará no sólo en los pulmones de los tucumanos sino también en los bolsillos agujereados y flacos que deshilachó esta pandemia.

Mañana miles de tucumanos estarán en condiciones de trabajar. Muchos ya lo venían haciendo: unos, clandestinamente; otros, legalmente, a través de la virtualidad. En otras partes del mundo le llaman la desescalada y por estos lares hablamos de flexibilización. En ambos casos suena a un amable aflojamiento de las tensiones. Trabajar es un ejercicio más de la libertad. Cuarentena y confinamiento, dos vocablos que escuchamos hasta el hartazgo, están escritos con restos de tinta que dejó la esclavitud. Sin embargo, las sensaciones no pueden confundirnos ni llevarnos por el camino equivocado. La posibilidad de salir de la casa, de caminar por las calles, de abrir las puertas de un negocio, de recibir plata en la mano y no digitalmente por homebanking, de intercambiar palabras mirándose a los ojos y no a través de las pantallas, de visitar al médico personalmente y no mediante consultas por WhatsApp, volverán a ser parte de nuestra vida. Ya nos habíamos olvidado o, por lo menos, desacostumbrado. No obstante, no volverán a ser como antes.

Calamo currente

Los viejos latinos del siglo VII Antes de Cristo y luego de la antigua Roma, que utilizaban el latín antes de que se convirtiera en una lengua muerta, inmortalizaron la frase “calamo currente”. De esa manera se referían a la escritura rápida, “al correr de la pluma”. Actualmente, los periodistas solemos escudarnos en que los textos toman cierta vida propia y se van escribiendo por la voluntad de los teclados. Vale esta aclaración porque en los párrafos anteriores se colaron los “pero”, los “sin embargo” y los “no obstante”. Son todas advertencias que ponen en duda las frases o las acciones de los verbos que las anteceden. Es la libertad, el alivio y las posibilidades de hacer cosas las que van a estar condicionadas a partir de mañana.

Mañana, por lo tanto, estaremos viviendo una nueva libertad, una libertad condicionada. Las condiciones dependerán del comportamiento de nosotros. El barbijo, los codos, la administración de los estornudos, el alcohol, el jabón y la distancia serán nuestras herramientas de éxito. De eso dependerá que los bolsillos vuelvan a surcirse y de que el trabajo vuelva a ser el motor de nuestras vidas.

Mañana todo será distinto. Parecerá más flexible, más abierto y para ello tendrá que ser más estricto, más controlado. No podrá ser contradictorio, como el fútbol que se propone no dejar que se festeje el gol con abrazos, pero sí esperar el corner todos amontonados en el área chica. Allí el coronavirus hará todos los goles que quiera.

Las otras respuestas

Mañana, el motor que se había parado empezará a ponerse en marcha, a media máquina. Aún cuando todo siga en su lugar como lo habíamos dejado hace 50 días, nada podrá ser igual, aunque sus protagonistas quieran. El miércoles por la noche, el vicegobernador Osvaldo Jaldo se presentó ante las cámaras de LA GACETA TV. Se deslizó entre las preguntas y respuestas como un esquiador experto, que baja la montaña a gran velocidad esquivando preguntas, y que ralentiza sus movimientos en los remansos de nieve de las respuestas.

El vicegobernador es un hombre que antes que nada es político. El miércoles, se acomodó en el sillón y ante la primera pregunta (“¿Quiere ser gobernador?”) se despachó con el increíble circunloquio que sostenía que no eran tiempos para hablar de política, que ya habrá alguna oportunidad. Increíble respuesta que sacó de las casillas al menos a uno de sus entrevistadores. Es que la política tucumana trabaja en el día al día, en el minuto a minuto para torcerle el brazo a un enemigo que no tiene brazos, ni pies ni cabezas. Pero al mismo tiempo no puede dejar de pensar en que llegará el día cuando la vacuna, o la implacable perentoriedad del tiempo, le dirán que hay que elegir. Es inexorable. Por eso Jaldo, ante la primera pregunta no podía buscar la esquina como esos boxeadores groggys. Bastaba un si o un no. Por eso Jaldo se enoja: faltan tres años y medio, una eternidad, pero cada segundo se está respirando, transpirando y actuando en función del futuro electoral. Y, para peor, antes de 2023, está 2021.

Otra de las preguntas que pasó rápidamente fue sobre la incidencia de la discusión política (que el coronavirus no puede evitar) entre el presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández. Esta semana se miraron frente a frente. Caminaron sin barbijos por los senderos del poder. Los mismos que transitaron Alfonsín y Menem. El encuentro fue un sacudón para la política argentina. Es que no son un Presidente y una vice analizando la pandemia: son dos ideas de Argentina, son dos futuros perfectos. Por eso Jaldo contestó lo obvio y no lo que pensaba verdaderamente.

Y lo que encierra la vida política tucumana es que mientras el coronavirus sigue agazapado en algún lugar recóndito, Juan Manzur no puede evitar pensar qué será de él mañana. ¿Será senador? ¿Impulsará una reforma constitucional y armará un zafarrancho en el peronismo? ¿Terminará algún día invitando a su estructura política a Germán Alfaro? Entonces, Jaldo razona: ¿Me hará una mala jugada para que yo no llegue? ¿Se cumplirá la promesa de que el sillón de Lucas Córdoba ya tiene mi nombre? Alfaro, no pregunta. Juega el juego que más le gusta. Es el zorro en el desierto como le gusta decir un experto militante peronista. Se divierte, pero cada movimiento tiene un sentido.

En 2021 los tucumanos tienen que elegir cuatro diputados nacionales y tres sanadores (dos para el que gane y uno para el que salga segundo). Jaldo tendrá que poner gente de su tropa en esa contienda para no perder de vista la primera magistratura provincial. Pero corre con un problema: el peronismo tucumano siente que cualquiera que vaya por dentro del PJ saldrá gobernador. Si alguien duda, en el acto recuerdan el papelón de José Alperovich, que salió cuarto en 2019. Ni las gestiones, ni los apellidos ni la plata alcanzan. Entonces se evalentonan algunos intendentes que cumplirán su mandato en 2023 y el luleño Carlos Galía o el talitense Carlos Najar se preguntan ¿por qué yo no? El taficeño Javier Noguera, niño mimado del gobernador, tampoco deja de soñar.

Pero si en 2021 Cristina Fernández sigue su derrotero, nadie puede descartar que la vicepresidente formule un simple pedido en alguna caminata por Olivos y sugiera el nombre de Beatriz Rojkés para colocar en alguna de las listas de candidatos. Cristina, además, apuesta por los jóvenes de La Cámpora: ese es el camino elegido para seguir en el poder. Por eso el ex diputado Marcelo Santillán no puede sentir que el Congreso de la Nación sea una vieja postal.

Todas estas elucubraciones no son el resultado de trasnochadas deliberaciones, porque los asados -aún los clandestinos entre amigos con proyectos personales- se reducen a los hogares y a la familia, por culpa del enemigo invisible. Aquellas especulaciones dan vuelta por la cabeza de los políticos, que saben que el poder no es algo que llueve del cielo, sino que se construye día a día. Inclusive cuando no se puede salir de la casa ni abrazar ni alzar niños para la foto.

En la oposición peronista los movimientos son subterráneos. Beatriz Avila de Alfaro dejará su banca, pero ya ha dejado a Cambiemos. Lo mismo hará José Cano, quien también dejará su poltrona en Buenos Aires, pero no sus ambiciones provinciales. En el Senado, Silvia Elías de Pérez deberá revisar su estructura política para poder dibujar su futuro político; y el alperovichismo (José Alperovich y Beatriz Rojkés) podrían entrar en el ostracismo total si no renuevan sus bancas y si Cristina no interviene.

En el laboratorio

La cuarentena ha puesto en el laboratorio la administración de la cuestión pública. Por lo tanto, está en el portaobjeto del microscopio la gestión. Es la gran oportunidad de los intendentes. Y, en este caso, el coronavirus se pone la camiseta política y sale a la cancha. El que mejor la controle, el que no la deje llegar al área, tendrá mejor imagen y, tal vez, más futuro.

Mañana Tucumán empezará a volver a la normalidad, pero la normalidad nunca volverá ser como era, ni en la calle, ni en el trabajo, ni en la política.

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