Un Día del Trabajador que invita a pensar en el futuro

Un Día del Trabajador que invita a pensar en el futuro

01 Mayo 2020

Nubes de preocupación sobre un futuro incierto rodean la presente celebración del Día del Trabajador, como consecuencia de esta pandemia que está sacudiendo las estructuras económicas, sociales y culturales de la sociedad. La festividad que evoca a aquellos sindicalistas anarquistas que fueron ejecutados en Chicago, en 1886, por participar en las jornadas de lucha por la consecución de la jornada laboral de ocho horas, adquiere hoy un perfil diferente por los puestos de trabajo que se perderán a causa de esta cuarentena global, necesaria para enfrentar este virus con posibilidades de éxito, así como quiebras de negocios, empresas y perjuicios al aparato productivo de los países.

Si bien, nadie podía predecir la aparición de un temible mal que pusiese en vilo al mundo, esta crisis y la necesidad de un cambio global viene siendo motivo de análisis y reflexión desde hace un tiempo. El año pasado, la Organización Internacional del Trabajo divulgó un documento en el que señalaba que la transformación tecnológica traería consigo la pérdida de puestos de trabajo, pero al mismo tiempo generaría otros nuevos. La economía debía hacer eje en la persona, en destinar recursos para capacitar a los trabajadores que han quedado excluidos, en echar una nueva mirada sobre la educación y el trabajo. La propuesta de la OIT apuntaba a sentar las bases de un nuevo modelo de trabajo donde la tecnología se convirtiera en una herramienta liberadora del tiempo de los trabajadores, partiendo de un acuerdo social que involucrara a empleadores, empleados y al gobierno.

En estas semanas, se ha registrado un cambio de modalidades laborales. Para preservar la salud, muchas empresas se han visto obligadas a vencer su desconfianza e implementar el trabajo a distancia, es decir desde la casa; comprobaron que el sistema está funcionando sin mayores problemas y que, en general, la productividad se ha incrementado. Algunos países como Nueva Zelanda vienen llevando a cabo esta experiencia desde hace un tiempo con buenos resultados, otros han implementado una jornada laboral de cuatro días, para evitar el tiempo improductivo que frecuentemente se produce en todo empleo.

En nuestro país, el sistema educativo ha buscado alternativas para enfrentar esta realidad de excepción, valiéndose de internet y de la telefonía móvil, para enviar contenidos a los padres de modo que estos los desarrollen con sus chicos, o implementando clases a distancia en el caso de las universidades. Sin embargo, esta nueva modalidad ha desnudado la precariedad tecnológica de una parte significativa de la sociedad que carece de computadoras y de celulares, apenas un reflejo de la desigualdad social.

“Pienso en cuántos están desocupados, muchas veces a causa de una concepción economicista de la sociedad que busca el beneficio egoísta más allá de los parámetros de la justicia social... los invito a la solidaridad y por tanto, a no perder la esperanza”, dijo el papa Francisco. En su segunda encíclica Laudate Si, de 2015, el pontífice advertía que de explotado, el trabajador había pasado a ser desechado.

Este cambio tecnológico que se viene gestando desde hace unos lustros, comparable tal vez a la Revolución Industrial, debería servir para que todos los habitantes del planeta tuviesen una mejor calidad de vida, es decir justicia, igualdad de oportunidades en educación y en materia laboral, y principalmente acceso a los servicios esenciales para la vida: una buena parte de la humanidad carece de agua potable. Las situaciones límite que se prolongan en el tiempo, como la que estamos viviendo, obligan a buscar nuevos caminos o a acelerar la puesta en práctica de ideas que hasta hace unas semanas no pasaban de ser una probabilidad. “La dignidad no es la que da el poder, el dinero, la cultura, no. La dignidad nos la da el trabajo y un trabajo digno”, sostiene el papa Francisco. Sería positivo que si se produce un cambio económico y social tuviese como eje la dignidad, que es un derecho humano.

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