Flores, labios pintados y un triunfo inolvidable

Flores, labios pintados y un triunfo inolvidable

En 1962, los tucumanos quedaron impactados con las suecas que corrieron el GP Internacional.

PARA SIEMPRE. Ewy Rosqvist y Úrsula Wirth lograron una hazaña memorable. En su honor, del Mercedes que manejaron hasta réplicas se hicieron. PARA SIEMPRE. Ewy Rosqvist y Úrsula Wirth lograron una hazaña memorable. En su honor, del Mercedes que manejaron hasta réplicas se hicieron.

Cuando Ewy Rosqvist y Úrsula Wirth llegaron a Tucumán corriendo en un auto, estábamos envueltos en verdaderos problemas. Eran los últimos días de octubre de 1962. Ya había expirado el período del gobierno constitucional de Celestino Gelsi (su gestión finalizó en marzo); un gobernador electo (Fernando Pedro Riera, del Partido Laborista) no pudo asumir por la proscripción al peronismo y habían pasado dos interventores (Julio Martín Sueldo, Carlos Imbaud), un tercero estaba en ejercicio (Ricardo J.Arandía) y pronto vendría otro (Alberto Gordillo Gómez).

En medio de este tembladeral político, llegaron las suecas. Al abrazo de la primavera, estas damas de, por entonces, 33 y 28 años, alimentaron aquí en lo deportivo una fórmula atribuida al emperador romano Julio César. Lo hicieron en plural, el 4 de noviembre. “Vinieron, vieron, vencieron”.

En 1962, más allá de los sucesos políticos (que incluyeron a nivel nacional rebeliones militares, la disolución del Congreso y el llamado a elecciones para el año próximo), en la provincia había mucho por contar. El 4 de agosto LA GACETA cumplió 50 años de su fundación; comenzó la construcción del dique El Cadillal; se decidió un congelamiento salarial; la población vivía con susto un brote de parálisis infantil y se festejaban los 150 años de la Batalla de Tucumán.

En aquel tiempo, el automovilismo despertaba pasiones y era abrazado por multitudes. Era casi por completo un dominio masculino. En ese contexto, ellas, las nórdicas, se pasearon elegantemente mientras estaban abajo del Mercedes Benz 220 SE que les asignaron. Y en los caminos nadie encontró la fórmula para frenarlas.

Bien vestidas, impecables en todo momento. En todos lados les regalaban flores y querían estar cerca de ellas. En los sitios más concurridos, hasta guardaespaldas tenían. Las mujeres del público las idolatraban, se emocionaban al verlas. Hoy, en reuniones de veteranos de las carreras, hay quienes recuerdan el perfume que usaban. Y recuerdan otro detalle: solían pintar sus labios antes de salir a correr, y al llegar a la meta. Una práctica que realzaba su femineidad y que tenía un efecto incluso moral, en ellas y en sus rivales. En ese tiempo, todavía se recordaba la frase “beauty is your duty!” (“¡La belleza es tu deber!”) que rezaba la edición británica de ‘Vogue’ en 1941, cuando durante la II Guerra Mundial en Gran Bretaña se convirtió en un acto de compromiso patriótico, ensalzado por el propio primer ministro Winston Churchill.

De vuelta a las suecas. Rosendo Fernández Rivas, hombre muy imbuido del espíritu “fierrero” de aquellos años, dijo: “En un deporte netamente masculino, que de pronto vengan dos mujeres que les ‘pase el trapo’, sin dudas hace ‘ruido’, más allá de que tuvieran una máquina y un equipo superior. Nadie les puede quitar mérito, sobre todo en base a los grandes valores que competían. Todos eran primeras figuras”. ¿Fue así? Claro. Con Mercedes (el jefe de equipo era Juan Manuel Fangio) estaban los alemanes Eugen Bhoringer, Peter Khunne (se mató en la etapa de San Luis-San Juan al chocar unas ovejas) y “Charly Menditeguy. Pero también estaban en ruta el chileno Boris Garafulic, el sueco Gunnar Anderson, Rodolfo de Alzaga, Roberto Mieres, Atilio Viale del Carril (todos con Volvo); Jorge Cupeiro (Pontiac Catalina). Nombres que tenían peso propio.

Ewy, nacida en Gotemburgo, era la habilidosa al volante, sobre todo en los caminos trabados. Y Úrsula, de la misma ciudad, la estratega, capaz de escribir unas hojas de ruta detalladísimas, que sólo ella entendía. Así, ganaron seis etapas, incluida la que terminó en Tucumán, con neutralización en una desbordada plazoleta Mitre.

Fangio les dio consejos: “Vayan tranquilas y dejen que los rivales se eliminen entre ellos. La carrera es muy larga, piensen sólo en el auto y en el camino”. Oscar Cabalén les habló de cómo aprovechar al máximo el rendimiento del auto en las cumbres cordobesas.

En resumen, el Gran Premio tuvo 4.624 kilómetros de recorrido divididos en seis etapas. Comenzó en Pilar (Buenos Aires) y la primera etapa se cerró en Carlos Paz. Subiendo al norte, también hubo pasos cronometrados por San Luis, San Juan y Tucumán. Eugenio Toledo las vio pasar por Concepción: “Me impresionó cómo iban vestidas. Parecía que iban de compras”. La carrera luego se dirigió a Catamarca, Córdoba y Arrecifes (punto final). Largaron 287 competidores, divididos en siete clases. Llegaron poco más de 40. Las suecas le ganaron por tres horas y ocho minutos al chileno Garafulic. Tremendo.

El apellido de Ewy era Jönsson. Adquirió el Rosqvist de su primer marido (Yngve) y, al enviudar, incorporó el Von Korff a su documento, al casarse en 1964 con Alexander von Korff. Quedó viuda otra vez, en 1977. Hoy tiene 90 años y vive en Herrestad, en su Suecia natal. En sus años de piloto, nunca se accidentó ni rompió sus autos.

Úrsula, que se retiró del automovilismo en 1965, también se casó dos veces, ese mismo año con Magnus Banck, y en 1987 con Ingmar Fernström; enviudó de ambos. La estratega del rally, que antes de correr era ayudante de veterinaria y luego del deporte se dedicó a las artes, falleció en abril del año pasado, próxima a cumplir 85 años.

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