El Ojo Crítico: “Legado en los huesos”

El Ojo Crítico: “Legado en los huesos”

Ritos satánicos en un atractivo policial.

CRÍMENES CON HISTORIA. Marta Etura (la inspectora Amaia Salazar) en una escena con Leonardo Sbaraglia. CRÍMENES CON HISTORIA. Marta Etura (la inspectora Amaia Salazar) en una escena con Leonardo Sbaraglia.

MUY BUENA

PELÍCULA / POR NETFLIX

Una serie de crímenes que involucran ritos satánicos, miembros amputados y bebés sacrificados. Una detective que descubre que todo tiene un vínculo con su pasado y con una secta que lleva siglos asolando el valle de Navarra. Contado así, el argumento de “Legado en los huesos” suena rebuscado y peligrosamente ridículo. Sin embargo, el thriller copa la pantalla desde los primeros minutos y nos atrapa en una red intensa de emociones que le devuelve algo de brillo al género.

Fernando González Molina vuelve para dirigir esta secuela, luego de “El guardián invisible” (2017, también disponible en Netflix), basadas ambas en “La trilogía de Baztán” de Dolores Redondo. La última entrega, “Ofrenda a la tormenta”, iba a estrenarse el mes pasado, pero se postergó por la crisis del coronavirus. El reparto, de muchos aciertos, también se repite: Marta Etura (“Lo imposible”) como la policía Amaia Salazar; Francesc Orella (“Merlí”); Susi Sánchez (“Dolor y gloria”) como la madre esquizofrénica; y se suma Leonardo Sbaraglia con su hipnótica ambigüedad.

Ambientada justo un año después de que Amaia Salazar resolvió los crímenes que aterrorizaron al valle navarro, su reciente maternidad pronto se verá interrumpida por un nuevo caso. Varios presos se han suicidado dejando una palabra escrita con sangre en las celdas: Tarttalo. Lo que parecía una investigación más para Amaia se tornará personal cuando su madre aparezca entre los implicados. Deberá retornar a su pueblo natal para desnudar lo que está detrás de estos crímenes, que la involucran muy de cerca.

Una trama compleja y esotérica como esta podría trastabillar, pero se mantiene firme. Para eso se apega al relato policial como pilar central, para ir dosificando lentamente los componentes de mitos y leyendas de las regiones vasca y navarra. Todo con cierta sutileza, esperando hasta el final para mostrarnos la presencia de la brujería en vivo.

Las interpretaciones constituyen otro activo de la película. Marta Etura hace un trabajo excelente, hasta conmovedor, de la detective que lidia con la maternidad y con el trabajo. Y Susi Sánchez, en un papel arriesgado, consigue una presencia terrorífica. Suman también la muy buena producción de arte y unos logrados efectos especiales.

El film sólo tambalea en algunos momentos cuando aparecen diálogos muy literarios para explicar la trama, con personajes secundarios que están esperando su turno para expresar deducciones y certezas de forma antinatural. Y sí, siempre cuesta despegarse del material de origen, sobre todo cuando viene del papel, pero se agradece que no haya voces en off para salvar esas distancias.

“Soy policía, estoy acostumbrada a lidiar con el mal”, dice Amaia durante un encuentro con el padre Sarasola (Imanol Arias). “Le hablo de la verdadera esencia del mal”, le responde él. Probablemente ese sea el secreto del éxito de los libros de Dolores Redondo. En definitiva, en un género tan visitado, los crímenes son siempre una excusa para hablar de la esencia maligna del ser humano. No importa el traje policial para la fábula de horror. Lo que vale es que esté bien contada.


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