La voz grave de locutor y la actitud circunspecta de Marcos Mundstock, mientras leía las desopilantes introducciones a cada sketch de Les Luthiers, fue uno de los recursos más efectivos del grupo. La muerte del humorista, a los 77 años, termina de cerrar un capítulo en la historia del legendario elenco, que hace cinco años perdió a Daniel Rabinovich, otra de sus figuras centrales.
Mundstock, hijo de un matrimonio de inmigrantes judíos rusos, nació en Santa Fe. Allí, a orillas del Paraná, fue donde se le ocurrió uno de sus primeros chistes: el niño vio pasar por la calle un camión que transportaba cueros, y le comentó a su hermana: “Ahí llevan los cueros para fabricar vacas”.
Por problemas económicos, su familia se trasladó a Buenos Aires en busca de trabajo cuando él tenía siete años. Cuando terminó el colegio secundario estudió ingeniería, y aunque no se recibió, allí hizo un grupo de amigos en el coro de la facultad, que más tarde serían sus compañeros de ruta artística durante el resto de su vida. Mundstock había hecho la carrera de locutor en ISER y ejerció la carrera en Radio Municipal hasta mediados de los 60. Luego del golpe militar de 1966 perdió su trabajo. Como su pasión seguía siendo la música, con el dinero que recibió por meses adeudados se compró un piano y comenzó a tomar clases. Pronto se encontraría con el destino de ser la voz de Les Luthiers, y allí daría rienda suelta a su creatividad como músico y humorista a la vez.
Temprana vocación
Consultado en una entrevista sobre cuándo se dio cuenta de su talento para la comicidad, recordó una anécdota de su niñez. “A mis ocho años hubo una función donde el personaje central era el maestro, que entraba y nos sorprendía durmiendo junto a otro pibe. Yo le tenía que decir en idish: ‘Jaime, ¿estás durmiendo?’. Y cuando lo dije, hubo una carcajada en la sala. ¿Qué pasó acá? Descubrí un cierto poder que tenía que ver con la forma, la manera, de decir la frase. Años después empezaría a reivindicar mis comienzos como actor infantil en el colegio idish -contó-. Es curioso cómo habiendo luchado durante años por tener carreras más sólidas, muchos años después y ya siendo un humorista y actor de cierto prestigio, empecé a darme cuenta de que en realidad lo que me salió fácil de entrada a los ocho años era esa capacidad de actuar. Y me dije: ‘Mirá vos, si me salía más o menos fácil, ¿para qué di tantas vueltas en la vida?’. No quería ese camino, entonces fui, estudié locución, ingeniería, iba con los libros abajo del brazo y pasaban años sin que metiera una materia. Estaba muy angustiado con qué sería de mi futuro. Tardé en conectar que eso era una cosa mía que la tenía desde el principio y que me salía de manera espontánea y fácil”.
A medida que el “conjunto de instrumentos informales” iba cosechando éxitos hasta convertirse en un fenómeno a nivel mundial, Mundstock no desdeñaba algunas participaciones en cine. En 1974 hizo la voz en off de la película “Quebracho”. Años después puso su voz o tuvo papeles en “Roma”, “No sos vos”, soy yo” ; “Cama adentro” , “Torrente III” y “Mi primera boda”. También algunas apariciones televisivas en programas como el de Tato Bores y, más recientemente, “Mosca & Smith” y “El cuento de las comadrejas”.
Mundstock era aficionado al humor de Woody Allen, las sitcoms norteamericanas y Monty Python. También admiraba a Luis Landriscina, Alejandro Dolina, Quino, Fontanarrosa y Crist.
Sobre el secreto del éxito de Les Luthiers afirmaba que se debía a una rigurosa selección del material. “No se puede decir cualquier texto, no se puede tocar cualquier música, no se puede hacer cualquier sketch. Hubo una especie de buen gusto en la semilla inicial”. Y sobre la materia prima del grupo: “son las ambigüedades del idioma, la enorme riqueza de las músicas que parodiamos, las actitudes a veces ridículas que se encuentran en los medios audiovisuales”.
Una de sus ocurrencias más memorables surgió en una entrevista que le hicieron en los 90, cuando le preguntaron qué le gustaría hacer dentro de 20 años, y él respondió, sin perder la habitual seriedad: “Controlar esfínteres”.










