La foto de la pobreza

La pobreza está enrrostrando a la dirigencia y a la sociedad entera su cara más cruda durante el aislamiento obligatorio que rige hace 19 días. Inclusive con las medidas de asistencia que tomaron los gobiernos Nacional y Provincial, pertinentes y necesarias, la carencia de los recursos más básicos sale hasta por los poros de esta situación sanitaria. En estos días quedaron más expuestas que nunca las asimetrías que van desde cuestiones tan elementales como la posibilidad de conseguir qué comer hasta las secundarias -en este contexto dramático- como el acceso a Internet.

Naciones Unidad (NU) viene alertando que los efectos de la pandemia por la enfermedad covid-19 serán “devastadores” para las economías del planeta, particularmente para países tercermundistas como los de Latinoamérica y el Caribe. En la página oficial del organismo multilateral se da cuenta en diversos artículos sobre las previsiones sombrías de economistas y sociólogos respecto del impacto que tendrá el parate en la pobreza. Especialistas de distintas ramas estiman que los pobres de la región pueden llegar a pasar de los 185 millones actuales a 220 millones (sobre el total de 620 millones de ciudadanos de la región). El mayor golpe será para los que viven en la pobreza extrema, que ascenderían de 67 a 90 millones.

Mientras, ya comenzamos a escuchar a dirigentes oficialistas y opositores acusarse unos a otros por la endeble situación económica del país y la provincia. Desde luego que hay períodos en los que se acentuaron las crisis y creció la pobreza, pero no es un debate que aporte en estos momentos.

La foto del viernes debería desvelar a quienes toman decisiones en todos los ámbitos. Miles de jubilados agolpados en las puertas de los bancos para cobrar ¿Los que pidieron a los adultos mayores que tuvieran paciencia y fueran otro día sabrán que las mensualidades mínimas arañan los $16.000? La misma situación con los primeros beneficiarios del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) de $10.000, destinado a las poblaciones más vulnerables ¿Se puede tener paciencia con los bolsillos y los platos vacíos? Sin eufemismos, el hambre y la necesidad empujaron a miles a romper la cuarentena. Las consecuencias en la salud, según el Sistema Provincial de Salud (Siprosa), se medirán dentro de 10 o 15 días. Es el plazo en el que se presentan los primeros síntomas de la enfermedad en el caso de que algunos o muchos de esos ciudadanos hayan sido infectados con el virus en medio del desmadre.

Comedores y merenderos resisten como pueden. Los refuerzos en las partidas oficiales y las donaciones parecen quedarse cortos para una demanda que crece. Los esfuerzos estatales y particulares se multiplican, pero también los pedidos de asistencia. El 37% de tucumanos del Gran San Miguel que viven bajo la línea de la pobreza y el casi 7% de la indigencia se hicieron palpables a metros de la Casa de Gobierno.

En el mismo cuadro entró a los empujones otra dimensión de este drama: el trabajo en negro y la desocupación. Según el INDEC, en el último cuatrimestre de 2019 la tasa de informalidad del aglomerado alcanzó casi el 47%, la mitad de los asalariados, una “epidemia” en la provincia. La desocupación, en tanto, alcanza casi el 10% de la población.

Ni hablar de lo dificultoso que es para los más pobres cumplir con algunas medidas de prevención clave como acceder a desinfectantes básicos o quedarse en casa sin salir a buscar el peso.

La brecha digital, que impide que miles de niños en el país puedan acceder a la educación virtual, también es protagonista. En febrero y a poco de asumir, el ministro de Educación nacional, Nicolás Trotta, había detallado que la conectividad, en ese momento, abarcaba sólo al 60% de los establecimientos y de manera dispar en el territorio nacional. El ministro local, Juan Pablo Lichtmajer, había expresado en una entrevista con LG Play que en Tucumán los números eran similares. Esa desigualdad de acceso se mudó a los hogares en el aislamiento. Las dificultades, sobre todo en el interior, se dan por la falta de acceso a Internet o a una computadora para participar de las tareas virtuales. El ministerio anunció ayer una serie de medidas para acortar estas asimetrías, como la distribución de 150.000 cuadernillos impresos y la puesta en marcha de un equipo itinerante que distribuirá contenidos para descargar en netbooks y celulares y que no sea necesaria una conexión.

El acceso a la tecnología también limitó a muchos para hacer gestiones bancarias online; consultar un cronograma de pago en la web o tramitar los permisos de circulación.

El aislamiento subrayó las desigualdades y dejó al descubierto la realidad que más acongoja y genera sufrimiento. Será, entonces, un desafío histórico para los gobiernos locales menguar el impacto de la crisis global y que la foto tras la pandemia no sea la de la pobreza.

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