Enrique Salvatierra: el arte y el mercado no siempre son mundos diferentes

Enrique Salvatierra: el arte y el mercado no siempre son mundos diferentes

El artista tucumano, uno de los más destacados de su generación, creció en el valle santamariano. Los petroglifos de Ampajango y el láser.

Un pensamiento de nubarrones junta coraje para desprenderse del cielo. Estrépito. Viento. Furia. Temor. Desconcierto. Violencia. Una tormenta de Huasamayo se abroquela en el piano. Brincan signos precolombinos en el aire. Ocres, verdes, grises, azules, amarillos, rojos, tratan de arrimar un poco de serenidad. Rastrean almas de changuitos milenarios. Siluetas de pájaros merodeando en cerros. Petroglifos bailan en acordes del presente. Un carnaval se agita en la memoria de las horas. Silencios ruedan en ecos de tiempo. Pintura, arte textil, cerámica, muebles, esculturas, laten en ese mundo. Aunque nació en San Miguel de Tucumán, la vida lo ha modelado con la greda del valle de Santa María de Catamarca. Enrique Salvatierra, también pianista, ha plasmado su creatividad en el arte, que es producto de reflexiones profundas, que alimentan sus búsquedas constantes.

- ¿Cómo fueron tus primeros contactos con la expresión plástica?

- Tengo recuerdos de un niño subiendo las escaleras de la casa paterna donde mi padre tenía su taller de pintura. Me gustaba el olor de los óleos y el aguarrás y ver como él mezclaba los grises y celestes cuando pintaba el cielo de un cuadro. Podría decir que ese fue mi primer contacto con las expresiones plásticas. Al mismo tiempo, en la biblioteca del escritorio de casa había una interesante colección de libros de arte, desde el renacimiento hasta fines del impresionismo... me pasaba horas viendo las obras de los grandes maestros. Y memorizaba en qué museo del mundo se encontraban las obras que más me atraían. Eso me llevó a tener la curiosidad de querer conocerlas en vivo, y así fue que con el tiempo pude ir dándome ese gusto... solo me falta una que está en la pinacoteca de Munich, una obra de Giorgione, “La Venus dormida”.

- ¿Qué generaron los petroglifos de Ampajango en tu imaginación de changuito y luego en los años posteriores? ¿Hubo algún hecho determinante que te llevó a ser pintor?

- Ampajango, a 25 kilómetros al sur de Santa María, es el lugar donde nació mi madre. Allí hay un campo con petroglifos de distintas dimensiones, y solía imaginarme que eran niños que habían hecho esos dibujitos y que jugaban a las escondidas conmigo... de algún modo crecí con esa nostalgia de quererlos encontrar alguna vez a esos niños-hombres de hace mil años con los que jugábamos en mi niñez. A los 23 años comencé con mis primeras obras textiles con referencia a ese mundo de los petroglifos y a la vez, trataba el tema también en la pintura. Posiblemente porque era lo que me hacía sentir más libre y me daba más satisfacciones, eso y la música, el piano.

- ¿Qué papel jugaron en tu formación, el Cuchi Leguizamón, Ezequiel Linares, Joaquín Torres García… así como el estudio de las culturas precolombinas y el hecho de vivir en el Valle Calchaquí?

- Me he formado con la lectura, los viajes y el trabajo permanente en mi taller. El contacto con pensadores, poetas, escritores, pintores, escultores y filósofos, tanto de Argentina como de otros países, enriquecieron mi visión del mundo, ayudaron a formarme, en la vida y en el arte. Con algunos se creó una entrañable amistad... algunos ya no están, pero si en mi memoria y afecto.

- ¿Cuáles son los temas que te ronronean constantemente?

- Los temas en mi obra son variados y múltiples, aunque veces se subliman y termina apareciendo, aunque decantado y sutil, nada obvio, el pasado precolombino. También hice obras donde fusioné tecnología láser con una impronta precolombina.

- ¿La pintura y el arte textil marcaron el comienzo de tu camino? ¿Qué relación hay entre ambas?

- Tanto en la pintura, como la cerámica, lo textil y la escultura, el abordaje es el mismo, la gramática visual es familiar entre ellas, solo que está expresada en distintas claves.

- ¿Cómo llegás a la abstracción? ¿La abstracción puede ser un vehículo para expresar sentimientos, para la reflexión?

- Sí, por supuesto, el arte abstracto puede ser un vehículo que provoque emociones en el espectador, en función de los colores, ritmos, tensiones, formas e interacciones entre los diferentes elementos de la misma.

- La búsqueda de la belleza fue durante siglos el leit motiv del arte, sin embargo, desde hace ya varias décadas, esta fue desplazada por lo feo, lo vulgar, por lo que provocara rechazo, hasta caer en una suerte de “todo vale”, donde la forma pareciera ser más importante que el contenido. ¿Ello es reflejo de una sociedad cada vez más superficial, manejada por los patrones del mercado o del capitalismo?

- En cuanto a la búsqueda de la belleza desplazado por lo vulgar, no creo que solo la búsqueda de la belleza sea lo único que legitime una obra como arte. El artista expresa sus emociones, sus sentimientos, y estos no siempre van en búsqueda de la belleza. El arte y el mercado no siempre son dos mundos diferentes. Si alguien pensara que al momento de unirse se pueden conjugar en un único conflicto, es porque no concibe la idea de una práctica artística en concordancia con un sistema económico. Creo que hay que dejar a un lado el anquilosamiento, la rigidez, la falta de flexibilidad en el criterio sobre qué es arte. Si pretendemos que arte solo hay uno, puro inalterable, bello, riguroso, es porque esperamos un diálogo en la forma sencilla, directa, habitual que estábamos acostumbrados... y yo creo que hay que romper esos paradigmas. El concepto sobre qué es arte no puede ser encerrado en una definición, incluso extendido desde una mirada donde se expresen las más variadas tendencias, me resultaría muy difícil intentar buscar una definición en la cual podría describir su esencia.

- Si la vida y la muerte fueran un viento entre el tiempo y la nada, ¿como la representarías?

- Es la pregunta más poética y artística que me has hecho en este reportaje, tiene misterio, es inquietante y abstracta. Te la respondo en la misma sintonía, la representación sería así: “remolinos, remolinos, remolinos y el viento, amarillo, rojo, cobre, el otoño ha llegado. Volvería en primavera para incluir el verdor en una nueva obra entre el tiempo y la nada”.

Larga trayectoria: vuelta al mundo para vivir en Santa María

Enrique Salvatierra (29/12/48) nació en San Miguel de Tucumán y se crió en Santa María de Catamarca, donde vive. Pintor, escultor, ceramista, artista textil e intérprete del piano, su primer contacto con las artes plásticas fue durante su niñez, en el taller de su padre, el arqueólogo y pintor Ernesto Salvatierra. Desde 1972 realiza exposiciones individuales y colectivas en el país y en el exterior. Viajó por Latinoamérica, EEUU, Europa y África con la intención de conocer, investigar y profundizar conocimientos sobre el arte universal. Ganó numerosos premios, entre ellos: Primer Premio escultura relieve, rubro cerámica, Salón Nacional (1991); Primer Premio Bienal Nacional de Arte Textil, Museo Sívori (1991); Premio Fundación Senda, Salón Nacional de Pintura de Bahía Blanca (1991); Primer Premio XII Salón Nacional de Cerámica (1991); Premio Miró-Rubro Cerámica-Beca a Barcelona (1993); Premio Mención de Honor Escultura, Salón Nacional de Artes Visuales, Palais de Glace (2008) y el Premio Alberto Trabucco de Pintura (2009).

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