Coronavirus: en tiempos de crisis se extrañará la producción artística

Coronavirus: en tiempos de crisis se extrañará la producción artística

Los creadores culturales cumplen cuarentena lejos de los escenarios. La gratuidad como excepción.

FUNCIONES LEVANTADAS. “Amigas desgraciadas” no subió a escena. FUNCIONES LEVANTADAS. “Amigas desgraciadas” no subió a escena.

La cultura, el espectáculo y el esparcimiento tienen una importancia muy distinta y muy distante al de las barreras sanitarias que levantan el alcohol en gel, el jabón y los barbijos en medio del coronavirus. Pero su ausencia como insumo cotidiano deja al descubierto que, si bien no serán un producto de emergencia y consumo vital, son parte esencial de nuestras existencias como seres sensibles.

Al cierre de teatros, salas, museos y cines que se experimenta desde la semana pasada se suman ahora los espacios sociales de bares y restaurantes, donde los tucumanos pasan buena parte de su existencia. Los cafés vernáculos son sitios para ver y para verse, al estilo de los viejos teatros a la italiana, con palcos que eran ocupados por los sectores más poderosos de la sociedad para que se los admirase desde la platea.

El cierre de esos sitios de expresión artística, contacto y relacionamiento configura un nuevo escenario, con poquísimos antecedentes. Ni siquiera durante la guerra de Malvinas se clausuraron a cal y canto esos espacios en la provincia. Ahora hay que aprender a relacionarse en forma virtual, internet mediante y rogando que no se caiga la señal, mientras se acerca acechante un sentimiento de vulnerabilidad pocas veces sentido.

Dentro de esta experiencia hay grupos más expuestos que otros, como siempre ocurre. Entre ellos, los artistas independientes se manifiestan en las redes sociales como especialmente desamparados, y su alarma tiene mucho de razón: no tienen un sueldo fijo en el cual refugiarse mientras no se reabran los escenarios y puedan mostrar sus producciones o dictar sus talleres, sino que viven al día, a partir de lo que obtengan de las entradas o de las cuotas de sus alumnos. Si no hay función, si no se dan cursos, si no suena la música, no tienen ingresos. En paralelo, quienes administran teatros deben seguir cubriendo sus costos fijos, desde servicios públicos hasta alquileres.

Por ello es que hay una expectativa creciente entre este colectivo acerca de una ayuda extraordinaria del Estado (sea municipal, provincial o nacional) para afrontar esta emergencia. Así como se habla de una fábrica en crisis que requiere auxilio para no fundirse en medio de la pandemia, la intangible producción cultural y artística privada está en serio riesgo ya que sus creadores no saben cómo poder pasar una cuarentena autoimpuesta que comenzó a regir con las primeras recomendaciones y antes de cualquier decreto presidencial.

El teatro se paró en Tucumán el fin de semana pasado. Hubo funciones anunciadas y con entradas prevendidas que se levantaron (“Amigas desgraciadas”, “Maestras eran las de antes” y “Locos de contento”, por ejemplo) y estrenos pospuestos hasta que se levante la alerta, como “La irredenta”. Asimismo, los talleres se detuvieron en seco. No hizo falta que nadie haga una denuncia a un 0800 ni que intervenga fuerza policial alguna. Y hay que reconocer que lejos se está de pensar que una función teatral es un lugar de aglomeración masiva de gente: cuando a una sala concurren 40 personas, es un éxito rotundo de taquilla.

La incertidumbre por el regreso a la normalidad golpea fuerte en estos sectores de indudable importancia social. Las crecientes propuestas de espectáculos por internet (teatro, recitales, series, películas, intervenciones y demás) pueden atender una emergencia, pero jamás reemplazar definitivamente el momento irrepetible de compartir una sala para presenciar un hecho artístico único, en comunión entre público y artistas. El concepto de que esta oferta virtual sea gratuita debe ser entendido, además, como un aporte extra de un colectivo golpeado al resto del país y no como la regla.

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