La curiosa y dramática historia de los “topos de la posguerra” española

Después de que el franquismo ganó la Guerra Civil española comenzó a fusilar a ex funcionarios y otros líderes republicanos. Muchos cayeron bajo las balas y otros lograron exiliarse, mientras que algunos más optaron por esconderse. Se los llamó los “topos de la posguerra” y el caso más conocido fue el de Manuel Cortés, un ex alcalde de la pequeña localidad malagueña de Mijas. La película “La trinchera infinita”, premiada en el último Festival de San Sebastián, acaba de estrenarse en Netfix. Narra con gran calidad cinematográfica la historia de Cortés y todo el contexto histórico y social a lo largo de sus 30 años de encierro.

El protagonista había intentado varias veces escapar de España sin éxito y sabía que lo buscaban para fusilarlo, pero igual decidió regresar para reencontrarse con su mujer. Resolvió abrir un hueco en una de las paredes de su casa, armó un pequeño refugio y terminó pasando allí 30 años de su vida, hasta marzo de 1969, cuando el gobierno de facto español promulgó una amnistía para todos los acusados de presuntos delitos cometidos durante la guerra civil.

El caso de Cortés fue reflejado primero por el documental “30 años de oscuridad”, dirigido por Manuel H. Martín, y el libro “Los topos”, de Jesús Torbado y Manu Leguineche. Los cineastas vascos Aitor Arregui, Jon Garaño y Jose Mari Goenaga se inspiraron en la historia real para crear esta ficción paradigmática que representa el drama de los cientos de “topos” españoles, víctimas del ambiente represivo, persecutorio y cargado de delaciones que dominó a España entre 1936 y 1975.

Espiando la vida

El actor Antonio de la Torre -que participó hace poco de otra película de encierro extremo, “La noche de 12 años” (Netflix), en el rol de José “Pepe” Mujica- interpreta a Higinio, el protagonista, que sólo puede espiar desde detrás de las paredes, como un fantasma. Afuera, su esposa Rosa (Belén Cuesta), con quien sólo puede tener contacto físico una o dos veces por día, está siempre atenta a lo que ocurre en la calle y en la pequeña plaza del pueblo, situada enfrente. “Si bien es verdad que estamos pegados todo el tiempo al personaje de Higinio, también es cierto que el espectador puede adoptar por momentos el punto de vista de la mujer y, más tarde, el de su hijo. Pero la idea central era contar la historia a partir de Higinio, no abandonarlo nunca”, detalló Goenaga en una entrevista.

“La evolución de los personajes, en particular la relación matrimonial, era muy importante para sostener el interés durante dos horas y media. Siempre decimos que la película es esencialmente acerca de los mecanismos del miedo, pero también es una alegoría de la vida matrimonial: la historia comienza cuando Higinio y Rosa llevan poco tiempo de casados y termina cuando son casi dos ancianos. Esa decisión, que es tomada por los dos al comienzo, va emponzoñándose, se va poblando de rencores y reproches hacia la otra persona. En eso el trabajo con el sonido ayudó mucho. Como espectador, agradezco cuando el sonido en una película no sólo ilustra lo que estoy viendo sino que conforma otra capa narrativa, de sentido”, se explayó el realizador.

Al mismo tiempo, es la historia de un país, que para Goenaga puede verse como metáfora de la vida en común de los protagonistas: la sociedad, con el paso del tiempo, va dejando detrás las urgencias y preocupaciones y deja de hablar de ciertos temas: “poco a poco, todo eso que ha estado en la calle se vuelve algo interior. Una especie de silencio. Y en el caso de Higinio y Rosa esa amenaza original se va desdibujando hasta el punto de no saber si realmente tiene sentido que el encierro continúe indefinidamente”.

Hay que mencionar que esta es la cuarta producción del trío de realizadores. La tercera es “Handia”, disponible en Netflix y también muy recomendable, que fue filmada en el país vasco. Cuenta otra historia curiosa inspirada en un caso real: el de un joven que sufre de gigantismo y que es convertido en una atracción circense.