Que comience el baile

Que comience el baile

“Chavela” evoca la fiesta oficial de 1838.

VENTURA SARAVIA. Esposa del gobernador santiagueño Juan Felipe Ibarra. Se encontraba en Tucumán en 1838, alojada en casa de sus parientes Mendilaharzu VENTURA SARAVIA. Esposa del gobernador santiagueño Juan Felipe Ibarra. Se encontraba en Tucumán en 1838, alojada en casa de sus parientes Mendilaharzu

La noche del lunes 24 de setiembre de 1838, candilejas y faroles de diferentes hechuras y tamaño iluminaban las fachadas de la plaza de San Miguel de Tucumán. Se festejaban los 26 años de la famosa batalla. Era una conmemoración a la que cada vez se daba mayor realce, uniéndose la fiesta política a la religiosa de la Virgen de la Merced. Era una hermosa noche de primavera y el aire fresco llegaba saturado de fragancia. Todo esto es descripto con entusiasmo por Jorge Söhle. Después del inconcluso edificio conocido como Cabildo (donde hoy está la Casa de Gobierno), en medio de la calle, una banda hacía oír piezas de música, que incluían trozos del joven Juan Bautista Alberdi, quien estudiaba en Buenos Aires. Esa era la casa del gobernador de la provincia, general doctor Alejandro Heredia. No había demasiados comensales. Heredia tenía muchos amigos, pero también muchos enemigos. Serían en total unas treinta personas. La novela de Söhle se titulaba “Chavela. Novela histórica argentina” y se imprimió en 1903 y en 2016. El menú incluía carne con cuero fría, sopa de arroz colado, pastel de gallina en fuente, bacalao a la vizcaína (conocido como “pastel de onza Cambray”), nogada de pavo y chanchitos asados, regados por el vino morado de La Rioja, de la costa de Anjullón. Los postres eran numerosos: dulce de mora, de cayote, de batata y de naranja con vino de Frontignan. El gobernador Heredia se levantó y dijo que era hora de ir al Cabildo para que no esperasen las damas. Minutos después llegó su edecán, Vicente Neirot. Le dijo: “Comandante: avise al bastonero que el minué deseo bailarlo con Ventura Saravia y la primera contradanza con Dolores Silva”. Cincuentón, Heredia estaba bien conservado “a pesar de los excesos que desde algún tiempo venía cometiendo diariamente, tanto en los altares de Baco, cuanto en los de Venus, y de la agitada vida de campamento que había llevado en su juventud”.

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