La verdad sigue huyendo
SIN OLVIDO. Mientras la actividad sigue en la ciudad, cada martes se marcha contra la impunidad. SIN OLVIDO. Mientras la actividad sigue en la ciudad, cada martes se marcha contra la impunidad.

Si alguien pensó, hace un año, que se había dado un gran avance hacia la resolución del crimen de Paulina Lebbos y hacia la construcción de una provincia más segura, se equivocó. Hace doce meses se condenó a cinco ex funcionarios de Seguridad por encubrimiento del crimen y se pidió que se inicien investigaciones contra una veintena de personas por el homicidio, por falsos testimonios y por encubrimiento. El miércoles próximo habrán pasado 14 años del asesinato y un año de esta condena parcial, que llegó al cabo de un juicio oral de alto impacto mediático, que duró un año. Todo está prácticamente como era entonces.

Como una bomba atómica

Alberto Lebbos, padre de Paulina, es incansable. Por un lado, tiene expectativas de que algún día se llegue a los homicidas y cada martes sale a reclamar en las marchas por la plaza Independencia, a veces casi en soledad. Por otro lado, parece pesimista cuando cuenta que una tragedia como esta, que no se resuelve y que se revive constantemente, es “una bomba atómica que cae en la casa”. Y parece más pesimista cuando observa que de los cuatro condenados por encubrimiento -el ex secretario de Seguridad Eduardo di Lella, el ex jefe de Policía Hugo Sánchez, el ex subjefe, Nicolás Barrera, y el ex jefe de la Unidad Regional Norte, Héctor Rubén Brito- sólo este último se encuentra en prisión (podría quedar en libertad el 25, al cumplirse un año de preventiva). Los otros tienen arresto domiciliario por prescripción médica. En el caso de Sánchez y Barrera, porque plantearon que la cárcel no tiene condiciones adecuadas para tratar sus problemas de salud; en el caso de Di Lella -quien apenas recibió la sentencia fue internado en un sanatorio- porque la Cámara Penal le hizo lugar a un planteo de su defensa, reclamando que no correspondía su prisión preventiva, siendo que la condena no estaba firme.

Denso laberinto

En efecto, la sentencia, excepto en el caso de Barrera y de Brito, ha sido apelada, se encuentra en casación y se espera que haya una resolución judicial al respecto. Eso está demorando el comienzo de las nuevas investigaciones que pidieron los jueces para tratar de saber quién mató a Paulina. Es que desde aquel lejano 26 de febrero de 2006, cuando desapareció Paulina en un auto de alquiler después de haber ido a bailar en El Abasto -su cuerpo fue hallado el 11 de marzo a la vera de la ruta 341, en Tapia- todo fue recorrer un laberinto de encubrimiento destinado a la impunidad, al decir de Lebbos.

En tres instancias se ha tratado de hallar la salida de ese laberinto: la primera es la condena en 2013 a tres policías de la comisaría de Raco por falsificar el acta del hallazgo del cuerpo; otra es el inminente juicio oral (empieza el 25 de marzo) contra el ex fiscal Carlos Albaca, que tuvo la causa “congelada” durante siete años. Afrontará cargos por incumplimiento de deberes de funcionario público y encubrimiento agravado del crimen. Otra instancia ha sido el juicio de un año atrás contra los ex funcionarios de Seguridad, que permitió confirmar esa gigantesca de red de encubrimiento que había denunciado siempre Alberto Lebbos.

Tan grande era esa red que abarcó hasta los más altos niveles de la Policía incluso del gobierno actual. Ese juicio obligó a varias renuncias y dejó bajo sospecha hasta al mismo ex gobernador José Alperovich. En su sentencia, los jueces Rafael Macoritto, Carlos Caramuti y Dante Ibáñez ordenaron que se investigue por presunto homicidio a cuatro personas (Sergio Kaleñuk -uno de los mencionados en la pista de los hijos del poder-; César Soto -ex pareja de la víctima-; Ernesto Atim -era empleado de una agencia de celulares-; y Esteban Gómez, hermano de Roberto, quien fue absuelto del mismo delito). También ordenaron que se investigue por encubrimiento y otros delitos a varias personas más, incluidos ex investigadores policiales, el actual ex subsecretario de Seguridad José Ardiles y hasta el barrabrava Gustavo “El Gordo” González. Según la sentencia, las maniobras de la cúpula de Seguridad se orientaron a resguardar a “personas con poder político o de otra índole”. Uno de los jueces, Ibáñez, sostuvo “en grado de probabilidad cierta la participación del entonces gobernador de la provincia, José Jorge Alperovich”.

Riesgo de prescripción

De todo eso se tiene que ocupar el fiscal Diego López Ávila, quien fue el que desempolvó la causa para que llegara hasta el juicio oral que terminó hace un año. Pero el tiempo le juega en contra: como la Corte aún no convalidó la sentencia, él todavía no puede actuar, y hay que indagar en las nuevas pistas que surgieron y elevar a juicio; pero ya algunas imputaciones podrían prescribir por el paso del tiempo.

Esta nueva conmemoración de Paulina, a 14 años del crimen, llega en momentos en que Tucumán arde en un febrero salvaje. El homicidio de Pablo Mariotti conmociona a la comunidad y parece esconder una trama oscura y violenta de prestamistas y aprietes. Comunidad que aún no sale del estupor del asesinato de Santiago Ismael Palavecino, hace una semana, a manos del “trapito” Waldo Monteros. Es el décimo asesinato del mes, que lleva a 18 la cifra macabra en lo que va de 2020 y muestra la espiral de violencia que envuelve a los tucumanos. La provincia está en el segundo lugar de la triste lista en el país, detrás de Santa Fe.

Lebbos, que participó el martes pasado en Buenos Aires de la marcha por Fernando Báez Sosa, dice que “está fallando el sistema preventivo porque se sigue haciendo políticas iguales pretendiendo lograr resultados diferentes”. Y cita: acá se hizo hace una semana una reunión del Consejo Federal de Seguridad, supuestamente integradora, para delinear políticas para pacificar al país y a los familiares de víctimas de inseguridad, que todos los martes dan vueltas en soledad en la Plaza Independencia, no los invitaron para escucharlos. Esto explica de algún modo por qué las cosas se mantienen igual o peor que en 2006 y por qué la esperanza de Lebbos es pura voluntad. Tristemente remarca él que “tiene que producirse un gran cambio cultural, que tiene que ser revolucionario”. Es que los funcionarios y el sistema sólo hacen cambios que parecen maquillaje. Para que nada cambie. Lebbos dice que sólo avanzan las causas porque la prensa las está poniendo en la mira. Si no, se invisibilizan y las cubre un manto de impunidad hasta que la sociedad las olvida. Y vuelve a concluir: “el tiempo que pasa es  la verdad que huye”.

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