
VÍCTIMA Y ACTIVISTA. Jaha Dukureh fue mutilada, en Gambia, recién nacida; hoy dirige la lucha contra la MFG.

Hasta el Vaticano se ha sumando: “Organizaciones internacionales en contra de la mutilación genital femenina”, tituló el diario “Vatican News” al sumarse a la campaña de Tolerancia Cero a la Mutilación Genital Femenina (MGF), que se conmemora el 6 de febrero, práctica “que unos 200 millones de mujeres han sufrido”, señala. Por supuesto, no fue el único medio, ni muchísimo menos, pero es un buen signo. Ahora bien, ¿sabemos de qué se trata?
La MGF -define la OMS- es “una resección (operación quirúrgica de separar total o parcialmente uno o varios órganos o tejidos del cuerpo) de los genitales externos femeninos, así como otras lesiones, por motivos no médicos”; una mutilación que sufren, entre la lactancia y la adolescencia (pocas veces en edad adulta), millones de niñas. Se dividen en cuatro tipos: la clitoridectomía (una resección parcial o total del clítoris o sólo su prepucio); la resección parcial o total del clítoris y de los labios menores; el estrechamiento de la abertura vaginal, que se sella al cortar los labios mayores cosiéndolos; y la perforación, incisión, raspado o cauterización de toda la zona genital.
Ninguno de los procedimientos -destaca la OMS- aporta beneficio a la salud de mujeres y niñas; por el contrario, produce en ellas daños irreversibles, tanto psicológicos como físicos (hemorragias graves y problemas urinarios, y más tarde pueden causar quistes, infecciones, complicaciones del parto y aumento del riesgo de muerte del recién nacido). Además, destaca DPA, un lastre económico al que por primera vez se pone cifra: casi 1.300 millones de euros en tratamientos.
Derechos humanos
La MGF es reconocida internacionalmente como violación de los Derechos Humanos; lo atestiguan víctimas como la gambiana Jaha Dukure, embajadora de buena voluntad de ONU Mujeres, quien sufrió el estrechamiento de la abertura vaginal. Dukure, que llegó a Nueva York cuando tenía 15 años para casarse con un hombre al que no conocía, decidió alzar la voz contra la MGF tras quedar embarazada de su hija. A pesar de las críticas de su propia comunidad, que también salpicaron a su familia, inició una campaña con la que espera poder ayudar a otras niñas.
Al menos 200 millones de mujeres y niñas han sido sometidas a MGF. Las menores de 14 años representan 44 millones del total global. En países como Tanzania o Togo más del 90% de mujeres de entre 15 y 49 años piensa que esta práctica debería terminar. En Guinea sólo lo piensa el 17% de las mujeres de la misma edad.
Problema global
Pero aún falta mucho y ayer la ONU lo alertó de nuevo: este año 4,1 millones de niñas están en riesgo, y un estudio de Unfpa (Fondo de Población de las Naciones Unidas-2019) aclara que, aunque se concentra en países de África, es un problema global. A ellos -informa Télam- se suman Indonesia, India, Irak o Pakistán y algunas comunidades indígenas latinoamericanas de Colombia, Perú y Ecuador, y también poblaciones en las que esta práctica está culturalmente aceptada y que migraron a América del Norte, Oceanía y Europa. Y, aunque el apoyo esté disminuyendo incluso en países donde su incidencia es casi universal, como Egipto y Sudán, millones de niñas siguen expuestas al riesgo.
Los orígenes de la MGF, según Unfpa, no están claros, pero sí lo está que los libros sagrados del Islam y del cristianismo en ningún momento estimulan su realización. De todas formas, destaca la OMS, quienes la llevan a cabo suelen creer que tiene un respaldo religioso.
Pero no sólo: “en fecha tan reciente como la década de 1950, la clitoridectomía se practicaba en Europa occidental y en EE.UU. para tratar lo que se percibía como dolencias: histeria, epilepsia, desórdenes mentales, masturbación, ninfomanía, melancolía...”, revela el informe de Unfpa. Y más que una práctica de origen religioso se percibe como imposición patriarcal basada en valoraciones estéticas, postulados supuestamente higiénicos y creencia de que con los órganos sexuales femeninos mutilados, los hombres se aseguran la virginidad prematrimonial de “sus” mujeres y su posterior fidelidad.
“La MGF viene asociada a modelos culturales de feminidad y recato, con la idea de que las niñas son puras y hermosas una vez que se eliminan de su cuerpo las partes que se consideran impuras o no femeninas, esto es, masculinas”, destaca la OMS.
Dificultades
Una de las problemáticas para eliminar estas prácticas es el miedo de hablar al respecto y la necesidad de un cambio de cosmovisión social. Campañas internacionales han logrado que 26 países de África y de Oriente Próximo hayan introducido en su Código Penal medidas expresas contra la mutilación, pero estas se llevan a la práctica muy lentamente.
“Donde la práctica es una convención social, la presión de la sociedad para que se obre como se hacen y se han venido haciendo, así como la necesidad de aceptación y el temor al rechazo de la comunidad, son poderosas motivaciones para perpetuarla. En ciertas comunidades la mutilación genital femenina es una práctica casi universal y muy rara vez cuestionada, y se considera parte necesaria de la crianza de la niña y una forma de prepararla para la vida adulta y el matrimonio”, advierte la OMS.
Por qué el 6 de febrero
Un camino aún sin final a la vista
La ONU adoptó el 6 de febrero como día de Tolerancia Cero a la MGF, porque ese día de 2003, Stella Obasanjo, ex primera dama de Nigeria, portavoz de la campaña contra la MGF, hizo pública una declaración oficial contra esta violación a los derechos humanos. Fue un punto clave de un largo camino, iniciado en 1997 por la OMS.
En junio de 2000 la ex comisaria de Ayuda Humanitaria de la UE Emma Bonino y un grupo de diputados italianos presentó al Parlamento Europeo un proyecto que proponía dar asilo a las mujeres que sufrieran esa amenaza a su integridad física. En 2002, luego de una reunión de mujeres en el PE, personalidades de todo el mundo hicieron un llamamiento abierto a firmas para internacionalizar la lucha, que todavía continúa.







