“Hasta que el sol... te haga reír hasta llorar”

“Hasta que el sol... te haga reír hasta llorar”

Hace más de medio siglo nació “Muchacha ojos de papel”, la canción de Luis Alberto Spinetta que se convirtió en himno del rock nacional.

A veces va con la esperanza en ristre. Otras, regresa con las manos vacías. Fantasea. Acierta. O titubea. Timidez. Temor al rechazo. No son quizás los aliados ideales. Por ahí, se equivoca el camino. Tiene sabor a frustración, a imposible, cuando no es de ida y vuelta. Ese cazador solitario, el amor, le ha jugado malas pasadas adolescentes: maestras, chicas mayores, esquivan sus sentimientos.

Barrio de Belgrano, límite con Núñez. Esa noche, en lo de Emilio, aprovechando que sus padres están de viaje, han organizado una fiesta. Música. Baile. Cervezas. La magia de Los Beatles los abraza. Las miradas de papel se cruzan. Su corazón escucha la voz de un gorrión. La metáfora del rockero soñador se lleva consigo a la hija del encargado del edificio donde vive su amigo, tal vez en ese viento que borra las manos, pero no la ternura.

Sueña un sueño despacito entre mis manos hasta que por la ventana suba el sol.

Los verbos del afecto conjugan ese sueño despacito. Música. Dibujo. Poesía. Los une. La “ungida por Dios” y “el iluminado en la batalla” despiertan la etimología de sus nombres. Se miran. Dialogan. Se miman. Se besan. Ella le traduce las piezas de los mechudos de Liverpool. La guitarra es ahora una alforja de versos y acordes, que alumbran una voz almendra.

Duerme un poco y yo entre tanto construiré un castillo con tu vientre hasta que el sol…

Esa muchacha se ejercita en su inconsciente. Una canción se trepa al horizonte de la caricia. El sentimiento dibuja la letra. Y aunque ambos son de miel, ella le apunta que los suyos son “pechos”, no “senos”.

No corras más, tu tiempo es hoy… cuando todos duerman te robaré un color… no corras más, quédate hasta el alba…

Rodolfo, Edelmiro y Emilio, cumpas musicales, vuelan con ese himno, que mira la luz en un teatro el 22 de junio de 1969. Pero según dicen, nada es para siempre. 1978. Ella parte a Venezuela. Estados Unidos la espera luego. En Los Ángeles, sus raíces hallan un lugar. Él sabe que su propia alma es una hoja al viento. También un pescado rabioso, invisible, que jadea talento, junto con los socios del desierto, a la sombra del poético abeto de Artaud.

Una canción ha comenzado a doblarle la muñeca al tiempo sin que se dé cuenta. Desde aquel domingo, en el Coliseo, de Buenos Aires, cuando esa muchacha ojos de papel nació, la mirada del corazón de Cristina Bustamante y Luis Alberto Spinetta hará cantar la vida y el amor.

Muchacha ojos de papel

Letra y Música: Luis Alberto Spinetta

Muchacha ojos de papel,
¿a dónde vas? Quédate hasta el alba.
Muchacha pequeños pies
no corras más, quédate hasta el alba.

Sueña un sueño despacito entre mis manos
hasta que por la ventana suba el sol.
Muchacha piel de rayón,
no corras más, tu tiempo es hoy.

Y no hables más, muchacha,
corazón de tiza,
cuando todos duerman
te robaré un color.

Muchacha, voz de gorrión,
¿a dónde vas? Quédate hasta el día.
Muchacha, pechos de miel,
No corras más, quédate hasta el día.

Duerme un poco y yo entre tanto construiré
un castillo con tu vientre hasta que el sol,
muchacha, te haga reír
hasta llorar, hasta llorar.

Y no hables más muchacha
corazón de tiza,
cuando todos duerman
te robaré un color.

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