El canal de la discordia

En marzo de 2015, el entonces delegado comunal de La Madrid, Dardo Herrera, el director de Defensa Civil, Fernando Torres, y el entonces director del Agua, Juan Sirimaldi, recorrieron en helicóptero el río Marapa desde La Madrid (zona sureste extrema de la provincia) hasta el embalse de Escaba, 40 kilómetros al oeste, arriba de Alberdi. “Descubrimos un río nuevo que venía de sur a norte y desembocaba en el Marapa”, dice el ex comisionado. “Sirimaldi declaró en LA GACETA y por televisión que había responsabilidades en desmontes y en la construcción de ese canal. Le iniciaron acción legal por eso”, agrega.

Ese canal, una “obra” de 10 kilómetros de extensión, al que los lugareños llaman “Canal de Sánchez” (tal como se menciona en el informe de la comisión hídrica de la Legislatura y en el informe del especialista Franklin Adler) fue gran responsable de la espantosa creciente del Marapa de abril de 2017, que se llevó puesto al pueblo de La Madrid y que dio lugar a que se visibilizara el drama del agua. Además, llevó a que por segunda vez en 25 años se reunieran todas las fuerzas políticas e institucionales para buscar una solución.

No la encontraron, pero al menos esbozaron un diagnóstico y mantuvieron el tema en el candelero. Adler dijo que esa tarea fue “un marco de solemne formalidad inconducente”, pero en la nueva Legislatura están esperanzados con avanzar aún más en el estudio de las crecientes y las inundaciones.

Muy ausentes

Aquel vuelo en helicóptero -un video de marzo de 2015 publicado en LA GACETA muestra parte de ese recorrido- fue revelador también de cuán ausentes estaban las autoridades de un drama gigantesco que ya se había desplegado ampliamente sobre la parte más baja de Tucumán.

A La Madrid confluyen casi todos los ríos. El drama consiste en que nadie había hecho nada para evitar la brutal expansión de la frontera agrícola desde la llanura tucumana hacia las montañas de Catamarca –de donde vienen los ríos del sur tucumano-; ni tampoco para regular la acción de los productores sureños que, para proteger sus cultivos, habían hecho canales por doquier y habían eliminado la zona de bañados naturales que morigeraban el avance de las aguas entre el río San Francisco y el río Marapa.

El río San Francisco, que hace 30 años era un arroyito, hoy tiene un cauce de 200 metros de ancho en la zona de la ruta 334. La gente entre Taco Ralo y La Cocha está aislada en época de lluvias.

Era tan grande la desorientación que tenían los funcionarios que, cuenta Herrera, en aquel marzo de 2015 se dieron un fuerte susto con una advertencia de Torres de que se iba a inundar La Madrid y se activaron todas las alarmas. “El agua nunca llegó y en cambio se inundó Alberdi –recuerda-. Pero en mayo sí nos llegó el agua de sorpresa a los madrileños”. Las alertas eran un desastre.

El desastre posterior de 2017 estuvo lleno de desinteligencias. En Escaba avisaban por SMS y WhatsApp de los riesgos. “Ese sábado se nos quemó la radio y no se podía avisar. Nos empezó a entrar agua por el hospital (arriba) y no por el lado del río. Llevamos a la gente a la escuela 71 y se nos cubrió todo. El domingo el pueblo era un caos”.

Villano en forma de lluvia

De lo sucedido después se escribió mucho y se va a volver a escribir porque La Madrid se siguió inundando, aunque no tan gravemente como en 2017, porque la lluvia de ese abril fue extraordinaria. Pero nunca se sabe. Hay que escuchar los testimonios de la gente que perdió todo (muebles y animales), saber de las casas tapadas de barro y hasta de las angustias de los niños evacuados (ver nota “El villano de los niños de La Madrid ataca en forma de lluvia y tira rayos sobre las casas”, del 7/4/17).

De lo sucedido surgió un proyecto hídrico completo sobre los ríos San Francisco y Marapa, y ahora se quiere rearmar la comisión legislativa para hacer un proyecto hídrico que abarque toda la provincia, como el que se hizo hace 28 años, en tiempos de Julio Díaz Lozano, que se desactualizó sin que se llegara a aplicar. ¿Y en La Madrid? Se hicieron algunas defensas, se limpiaron un poco los ríos y se pusieron sistemas de alertas en los ríos. Hasta se montó una sirena en el pueblo. Lo otro está por verse.

Buscando culpables

Del “Canal de Sánchez” volvió a hablar hace un año el obispo de Concepción, José María Rossi, cuando dijo que se debe investigar si hubo mala praxis por parte de funcionarios estatales; la Legislatura debe sancionar correctamente; y la Justicia, “señalar, juzgar, castigar y hacer pagar” a los responsables de que el pueblo haya quedado bajo el agua. ¿Quiénes son? Cuando el periodista Rodolfo Casen, de LA GACETA, le preguntó al intendente de Concepción, Roberto Sánchez, si él tenía que ver con ese canal, respondió que el problema provenía desde más arriba del cauce, por el exceso de lluvia y la falta de reencauce y otros trabajos en los sistemas de desagües de la zona. También dijo que era un damnificado por el problema.

En estos tres años no se avanzó hacia los responsables, como pidió el obispo Rossi. Eduardo Martel, vicedecano de Ciencias Exactas y uno de los movilizadores de la comisión hídrica, dice que se cuenta que hubo máquinas de una dirección hídrica provincial para la construcción de ese canal. Con lo cual, investigar el tema llevará a acusaciones, ocultamientos y presiones políticas.

Mandatario esquivo

Llegar a los productores es un problema. Tanto para los que están arriba, en Catamarca, donde se ha sembrado soja a granel -con fuertes intereses de empresas multinacionales-, lo cual ha eliminado el manto que evitaba que el agua baje con violencia; como para los productores de la llanura, que han eliminado los bañados.

Hay un acuerdo que se hizo entre los tucumanos y los catamarqueños para tratar el desmonte y la producción pero el gobernador Juan Manzur no lo firma. Martel dice que, vuelta a vuelta, se les insiste a los ministros Juan Fernández y Eduardo Garvich para que activen ese acuerdo y que estos responden que hay que esperar al gobernador.

Según Franklin Adler, hay que volver el cauce del río San Francisco hacia los viejos bañados preexistentes entre el cauce del río Marapa y la ruta 334. “Ello significa anular el ‘Canal de Sánchez’ e implica construir un dique interceptor en la nueva configuración del cauce del San Francisco (mucho más ancho y profundo que el histórico), más un canal de derivación de aguas hacia los bañados. Eso afectará campos de cultivo ya instalados en área de antiguos bañados, los que deberán ser restituidos a su condición natural previa. Con esta acción se evitará el vuelco del río San Francisco directo al Marapa”, propone, entre otras cosas, en su informe de diciembre de 2017.

No parece complicado. Eso, mientras se espera que se obtengan los 12,5 millones de dólares para hacer las obras mediatas que surgen del informe de la comisión o que se logre un subsidio del Banco Interamericano de Desarrollo. O, también, que internamente se unifiquen todas las reparticiones del agua en un solo ministerio del Agua (como sugiere Adler), o que queden bajo la órbita de un ministerio de Obras Públicas (como cree Martel). Hoy, las reparticiones están separadas entre Producción y Economía y cada una actúa por su lado, sin avisar.

No parece complicado pero lo es en un gobierno desinteresado en el tema. Como dice Adler, “está frente a permanentes disyuntivas sobre priorización de zonas y objetivos, aunque no tiene ningún plan orientador ni diagnósticos”.

En 1957 la ciudad española de Valencia sufrió una tremenda inundación del río Turia. Hubo muertos, pérdidas materiales y de animales; y el agua llegó hasta 2,10 metros de altura en el casco histórico. La misma altura a la que llegó el agua hace unos días en la comisaría del barrio Marti Coll, en Yerba Buena. Los valencianos decidieron hacer un canal por fuera del ejido urbano y transformaron los 7 kilómetros del cauce del río que atravesaba la ciudad en un maravilloso parque, el “Jardín del Turia”. Pasaron 63 años. No se volvieron a inundar.

Allá hicieron un canal.

Aquí tenemos que romperlo.

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