Saravia, un chalchalero con alegría de vivir

Saravia, un chalchalero con alegría de vivir

Saravia, un chalchalero con alegría de vivir

Le pide ayuda porque quieren cantar en grupo. Solo saben tres acordes en la guitarra, de manera que cuando el docto pianista les habla del dominante, de la tónica… les suena más raro que rancho con timbre. El doctor les da algunas clases. Trata de desalentarlos, ante los escasos avances de sus discípulos. Debut: ellos lo acompañarán en una pieza que el tocará en el piano; él hará luego lo mismo; al final, el conjunto desgranará un breve repertorio. “Llegó el momento de cantar en el hotel Salta. Pusimos cuatro sillas y el piano en una tarima. Ni me acuerdo lo que tocamos por el julepe que teníamos. Cuando terminamos de acompañarlo, el Cuchi Leguizamón se levantó para irse y, mientras le recordábamos que todavía faltaban nuestras canciones, nos dijo delante de todo el mundo: “¡No, ustedes cantan más fiero que la m...!”, y se fue”, cuenta festivo Juan Carlos Saravia.

La chispa, la anécdota, el humor amable, visten la mesa que comparte siempre a dúo con Vitillo Ábalos, durante los congresos de la Academia Nacional del Folklore. Angélica fue uno de los hits de Los Chalcha, memorables cambiadores de letras; la habían grabado en distintas ocasiones: “mis brazos fueron tu nido, tu pelo, la luz de la luna entre los álamos…”; al tiempo, el autor les sopló que no era “tu pelo”, sino “tu velo”. “En una ocasión, el público nos pedía con insistencia Angélica y en la platea estaba Roberto Cambaré. Lo invité a cantar con nosotros y antes de arrancar, le dije al oído: ‘más vale que cantés pelo, porque si no, te reviento’”, relata divertido.

“Nos juntamos porque ninguno sabía tocar nada ni cantar, solo y queríamos presumirles a las chiquilinas y divertirnos... No habríamos durado tanto si nos hubiéramos formado exclusivamente para disfrutar de beneficios económicos. El comercio no está divorciado del arte. Pero cuando en la intención inicial prevalece el comercio, se lo prostituye porque se lo está usando como un medio para alcanzar otro fin”, me comenta en el comedor del hotel Salta en 2013, durante un respiro en el encuentro de la Academia.

Ocurrente, orgulloso de su salteñidad, el canto y la simpatía del Gordo fueron la huella digital de Los Chalchaleros. Este viernes, la muerte arropó los 89 años de su alegría. Me voy, me voy, no sé cuándo volveré, tocando mi guitarra por el camino te recordaré, tal vez andará cantándole a la vida el chalcha Juan Carlos Saravia.

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