Liderazgos, cerrados por vacaciones

Liderazgos, cerrados por vacaciones

El año ha comenzado de manera impiadosa para toda clase de referentes. Desde el Papa hasta los príncipes, pasando por senadores, senadoras y gobernadores.

Este 2020 es implacable. Cachetada tras cachetada llama la atención de un presente veloz, violento, inconformista que pone al descubierto el débil cable por el que venimos caminando. Hace poco el Papa -nada menos- no pudo aguantar su ira y la descargó contra una fiel que lo tomaba del brazo. A principios de semana, los trabajadores de la educación se sintieron abandonados y cuando vieron que se había “desgatillado” una cláusula de pago despotricaron contra la autoridad gremial. El presidente de los Estados Unidos nos metió en una guerra que no es guerra, pero en la que “se tiran con munición gruesa y se mata”. Y, como si fuera poco los príncipes decidieron no ser reales. Decidieron que quieren volver a convertirse en sapo. Pareciera que hasta los cuentos de las abuelas se hubieran confabulado contra esta generación. Y, cuando más hacen falta los ejemplos, la senadora Silvia Elías de Pérez descendió a los infiernos de la ética, la misma a la que se aferró para subir a los cielos de una candidatura a gobernadora. En medio de la confusión, la vedette Susana Giménez nos marca el camino de la rectitud y del trabajo. Y, ya sobre el ocaso de esta semana que felizmente nunca más volverá a ocurrir, el gobernador de la provincia de Tucumán se fue de vacaciones, como si los problemas fueron un cuento de hadas o simplemente, una cuestión de los otros.

Los argentinos tenemos el sí fácil, el razonamiento corto y la paciencia larga para los ídolos. Es lógico: son nuestras creaciones. No se hicieron con barro y soplo de pneuma, como proponían los filósofos de la antigüedad. A los ídolos los creamos con pasión, con amor, con idealización, pero con ignorancia. Y, como son nuestra creación les perdonamos todos, como al más mimado de los hijos. Pero lo que no supimos construir son líderes. Y a nuestra incapacidad le sumamos la impaciencia y la intolerancia contra aquellos a quienes les damos las responsabilidades de que se hagan cargo de lo nuestro, de lo público.

Confianza rota

En los gremios suele verse con mayor claridad esta discapacidad social para generar líderes. Los dirigentes terminan ejerciendo como les place y no bajo el debe ser que declaman las bases. Por eso se perpetúan en el poder y los afiliados lo aceptan porque, simplemente, es cómodo... hasta que la piedra en el zapato les molesta y entonces, sí, reaccionan. Un ejemplo clarísimo ocurrió esta semana en ATEP. Hasta aquí la relación entre la conducción de David Toledo y los maestros marchaba sin grandes sobresaltos. Cuando Juan Manzur decidió no pagar la última parte de la “cláusula gatillo”, lejos de fortalecerse como gremio, las bases no dudaron en poner en tela de juicio a sus dirigentes.

Los liderazgos están crisis, como los príncipes. Hay un supuesto que se ha instalado en la dirigencia argentina (gremial, política o de entidades intermedias) y consiste en que aquel que dirige seguramente se corromperá y se enriquecerá. La confianza está rota. Con ese pre-juicio se hace muy difícil construir. El problema es que muchas veces el pre-juicio se hace verdad; y en otras oportunidades se apela, como justificación, al juicio de “al fin y al cabo; roba, pero hace”.

En el mismo lodo

La senadora Silvia Elías de Pérez se subió al pedestal de la ética y desde allí blandió su espada contra propios y extraños. Su bandera cautivó y la puso al frente de la candidatura a gobernadora de la provincia. Pero hay un sistema que envuelve a todos los políticos por igual. Las cortadas para llegar más rápido, los privilegios y las ventajas que convierten a la dirigencia política en una clase más de la sociedad tiende a igualarlos a todos.

Aquel tango simple, duro y real como Cambalache lo describió en 1934. En aquel año Enrique Santos Discépolo propuso en uno de sus versos:

Vivimos revolcaos en un merengue /

y en un mismo lodo /

todos manoseaos.

Elías de Pérez podrá repetir a los cuatro vientos que no es ilegal que el Poder Ejecutivo de la Nación, a través de su Ministerio de Justicia, le entregue un registro del automotor a un ciudadano. Se lo hizo siempre. Forma parte de los “regalos” que han hecho todos los presidentes de la democracia, del 83 a la fecha.

Sin embargo, la senadora descendió a los infiernos de la ética cuando se supo que el registro número 10 de Tucumán se lo dieron a Pablo Bertini Luque, asesor de la senadora en la Cámara Alta, y que en esa registro se designó al hijo de la parlamentaria. Alguna vez, Fernando de la Rúa suspendió la entrega a dedo de estos registros. Poco tiempo después fue Eduardo Duhalde quien volvió a poner en vigencia estos “presentes” que siempre debieron ser otorgados por concurso.

Cuesta construir los liderazgos. Llevan tiempo y esfuerzo. Y muchas veces lo complicado es sostenerlos en el tiempo, porque si no echan raíces fuertes, un simple viento suele derribarlos.

Elías de Pérez, para peor, creció en una estructura política que no suele ser solidaria con el correligionario caído. Muy por el contrario...

Malos gestos

Los relojes y los calendarios nos ratifican que han transcurrido 12 días de 2020. Los argentinos tenemos la sensación de que han pasado meses ya de este año que nació en medio de las turbulencias políticas y de la crisis económica.

Para Juan Manzur los pocos días de 2020 le deben parecer años. Viene rodando y dando tumbos sin poder levantarse. A sus palabras se las llevó el viento. Dijo que sus cuentas estaban perfectas y terminó pidiendo plata para pagar los sueldos.

Peor aún: se lo había advertido su ex amigo José Alperovich, pero él lo negó hasta que los hechos lo contradijeron. Nos enseñó, declamó y explicó a los tucumanos que con Alberto Fernández llegaba todo para Tucumán. Habría plata, empleo y por fin un trato especial para la provincia. Nada de eso ocurrió.

A Manzur gobernador todos los que están a su alrededor lo describen como indescifrable. Nunca saben si está de acuerdo o no con algo o con alguien… hasta que comunica la decisión final.

Cuando a los “sijuancistas” se les pregunta ¿por qué hizo tal o cuál cosa?, la respuesta siempre es la misma: “Juan es así”. El hombre indescifrable para los demás ha empezado a volverse indescifrable para sí mismo. Manzur no sabe qué hizo para que en Buenos Aires prácticamente le cerraran las puertas. Sólo una rendija quedó abierta y, felizmente, por allí pasaron los 1.000 millones para pagar sueldos.

En estos tiempos de crisis de dientes apretados, los ajustes se vuelven inevitables y, por lo tanto, los gestos son fundamentales para pasar los peores momentos. El presidente Fernández pone todo su esfuerzo gesticular la política y evitar males mayores. El gobernador tucumano parece no entender esto. Ya se dio un golpazo cuando presumió de su relación con Luis Almagro, el uruguayo que conduce la OEA. Peor fue el porrazo cuando hizo aquel exagerado asado con el legislador de ATSA, Reneé Ramírez, que terminó complicando a Fernández. Y, el último tropezón fue el sábado. En medio del conflicto por sus decisiones económicas, se subió a un avión y se fue de vacaciones. Peor gesto, imposible.

En enero, Tucumán ya les enseñó por décadas a los dirigentes que no pueden tomarse el buque porque siempre pasan cosas. Desde intervenciones federales hasta inundaciones. En el medio sobran los ejemplos que exigen la presencia de los líderes... si los hubiera, claro. Y, como quien le agrega una gota al vaso, se fue al exterior. Pareciera que Manzur no supo leer los gestos del Presidente, de su amigo Alberto.

Una oportunidad

Alperovich supo construir un liderazgo. Fue al revés de lo que mandan los manuales. No fueron los tucumanos los que encontraron en José Alperovich a un líder sino que el ex legislador, ex ministro, ex senador, ex gobernador y ahora licenciado senador quería ser líder. Se lo propuso y lo consiguió a costa de mucho dinero. Por eso ahora transita las empedradas calles de la desolación. Sin embargo, en ese ida y vuelta de amores, dineros y poder supo construir algunas fidelidades por conveniencia.

Su caída en desgracia, por una denuncia de violación por parte de una sobrina suya, pone sobre la mesa esas mezquindades. La causa viene navegando por aguas poco transparentes. La sociedad, que no consigue crear sus líderes, sospecha. Tanto, que el murmullo de bares y de comentarios callejeros y palaciegos siempre fue que la Justicia de Tucumán no puede juzgar a Alperovich.

La magistratura de Tucumán ha quedado bajo la sospecha de que no quiere agarrar este expediente. ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿Quién investigará? ¿Quién dirá que hay falta de mérito? ¿Quién acusará? ¿Quién condenará? ¿Quién absolverá? Las preguntas suelen disparar respuestas. Pero en este caso engendran dudas.

La confianza depositada en Facundo Maggio se diluyó en un pase mágico cuando llevó personalmente la causa a Buenos Aires. El ministro fiscal no ha emitido opinión aún, cuando en un caso de alta reverberancia pública (y este tiene más de lo esperado) Edmundo Jiménez debería pronunciarse y fijar instrucciones precisas a su equipo. La causa no sólo está juzgando la conducta de Alperovich; también está desafiando el prestigio de la Justicia tucumana.

El martes será un día crucial para todos. Enrique Pedicone salió a bailar y puso a todos en la pista al llamar a una audiencia pública. El ahora magistrado fue funcionario de Personería Jurídica cuando Alperovich empezaba a poner los primeros ladrillos en su muralla de poder. También fue uno de los primeros en tirarle piedras a esa pared cuando se animó a preguntarle “¿Qué te pasa José?” en épocas en las que nadie se animaba a decirle otra cosa más que “sí, José”.

El resultado de la audiencia dependerá de lo ilustrados, iluminados y diestros que sean (y estén) los abogados para afrontar la situación. Hasta ahora el mensaje fue que nadie quiere tocar esa brasa. Por el contrario, todos trataron de sacársela de encima. Con esta audiencia pública a la que llamó Pedicone, le dieron una nueva oportunidad a la Justicia tucumana.

Bolsillos en crisis, liderazgos en crisis, sociedades aturdidas. Difícil comienzo de 2020.

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