Amaicha Santa: un festival con sabor a diversidad

Amaicha Santa: un festival con sabor a diversidad

Bajo la luz de la luna, distintos grupos de música dijeron presente en la quinta edición del festival cargado de emociones, sabores y buena vibra.

ARRANQUE TARDÍO. Por la lluvia, los músicos subieron al escenario con demoras. LA GACETA/FOTOS DE NAZARENA ORTIZ ARRANQUE TARDÍO. Por la lluvia, los músicos subieron al escenario con demoras. LA GACETA/FOTOS DE NAZARENA ORTIZ
06 Enero 2020

La curiosa combinación entre fiesta y meditación en un mismo concepto se asimila a mezclar un té de tilo con un sorbo de café. Sin embargo, ese trago que pareciera ser extraño y amargo, se convirtió en una bebida con sabor a diversidad.

La propuesta de Amaicha Santa para este verano consistió en la fusión de lo innovador con lo autóctono. Artistas como Louta y Mala Fama realizando sus performances con los Valles calchaquíes de fondo era hasta ahora algo impensado.

“Hay mucha diversidad musical y eso está muy bueno. Sólo venís a disfrutar y bailar”, opinó Valentina Morán (18) mientras bailaba al ritmo de la previa musical del show.

Diversidad es la palabra que selló exitosamente al último día de Amaicha Santa en su edición número cinco. El festival tuvo lugar en uno de los complejos polideportivos de la comuna, cercano a la plaza principal. Mientras la lluvia se disipaba y la noche caía, un escenario montado con luces de colores y stands con comida en sitios estratégicos, fueron los puntos visuales más llamativos. Benjamín Trasmonte (35), un porteño que vino a conocer los Valles, se mostró expectante: “normalmente los festivales se organizan para un solo estilo de música, entonces la mezcla es interesante”.

Meditación

Un hecho en particular había sucedido horas antes del inicio del Amaicha Santa. En un contexto de celebración, en la plaza central y en el mismo polideportivo, una invitación al autoconocimiento y a la empatía convirtieron a este lugar árido en algo fructífero.

DJ’S EN LO ALTO. Flor Cazzu coloreó la previa con sus remixados. DJ’S EN LO ALTO. Flor Cazzu coloreó la previa con sus remixados.

“Ir a lo más básico que es mirarnos y encontrarnos como personas para encontrar un punto que nos una”, convocó Micaela Gómez (18), una colaboradora de los talleres que se realizaron.

Estas iniciativas nacieron dentro de la fundación Tramarte hace cinco meses. Con el objetivo de tratar problemas cotidianos que afectan a los más jóvenes como la autoflagelación, el suicidio o bullying, surgió la necesidad de crear grupos de contención emocional.

Entre el viernes y el sábado en horas de la tarde, se hizo un experimento social donde dividían a las personas en grupos y se planteaban temas que generan discordancia en la sociedad. Desde la exposición a situaciones de violencia hasta ejemplos simples de miedos. Verónica Gómez (49) estuvo presente en las actividades y le contó a LA GACETA sobre cómo fue vivirlo en persona: “compartir y mostrar tus emociones es muy movilizador”.

Una de los momentos más emotivos de la jornada se dio cuando se les propuso a las personas que se miren a los ojos y se abracen en un signo de amor.

PIRUETAS. Un poco de destreza circense antes del show. PIRUETAS. Un poco de destreza circense antes del show.

“Vimos gente llorar, que nos pedía que después de la intervención nos quedemos”, recordó Milagro Estrada (20), integrante de la fundación. Sobre la idea de una convocatoria alejada del concepto festivo, Estrada reflexionó sobre el desafío al que debían sobreponerse: “sabíamos que veníamos a una movida donde todo es fiesta y la gente quiere fiesta, entonces lanzar algo que toque los sentimientos era probable que sea ignorado”.

Estrada agregó que a la experiencia asistieron alrededor de 80 personas de entre 18 y 55 años con la idea de compartir su situación particular o simplemente ir a meditar para lograr la tranquilidad en un espacio distinto y con aire fresco. “Generar un contexto de intimidad más allá de estar en un festival donde hay música, fue posible y salió buenísimo”, concluyó Gómez.

Propuesta distinta

Con un cielo estrellado que acompañaba las primeras presentaciones de la madrugada, un grupo de jóvenes tucumanos se acercó al escenario mientras disfrutaba de una cerveza bien helada.

“Está bueno que estas cosas se empiecen a hacer en el norte”, expresó Laura Heredia (30). Y agregó: “es una propuesta distinta en el sentido de que tiene un trasfondo que se nota en las bandas que eligieron traer”.

En una conversación con música  electrónica de por medio, Heredia y sus amigos opinaban sobre las bondades de estos festivales y sobre cómo modificaron sus gustos a la hora de salir.

“Abandonamos los boliches hace mucho tiempo ya”, confesó Heredia. “Creo que la onda del ambiente relajado y la música en sí ayudaron a que nos alejemos de los boliches por una cuestión de gustos”, apuntó Bernabé Benaglio (30)

La cuestión de cómo vestirse, informal o formal, ropa  de marca o no, fue otro condimento que condicionó sus salidas: “tenés que ver si te van a dejar entrar por llevar simplemente unas zapatillas, es molesto eso. Acá hay más libertad”, sentenció Mikaela Añasco (27).

Solidaridad

En un sector apartado de la muchedumbre, se podía observar con luces en lila, el stand de “Bailá segura”, donde voluntarias mujeres controlan y ayudan a cualquier víctima de acoso o abuso. Y no sólo eso, también socorren a aquellas personas que se sienten indispuestas o que sufrieron algún inconveniente. Por ello están equipadas con un botiquín de emergencia .

Camila Font, una de las representantes de “Bailá segura” (24), comentó que por noche reciben dos casos promedio de acoso en lugares bailables. También contó que muchos hombres se acercan a estos stands en una actitud de curiosidad para preguntar sobre cuál es su labor.

A PURA MÚSICA. Bandas locales compartieron su magia. A PURA MÚSICA. Bandas locales compartieron su magia.

“Tratamos de atender todo lo que sea violencia de pareja o la que se presente”, agregó Font. Por otro lado reconoció la gran iniciativa que hay actualmente entre las mujeres tucumanas para formar parte de este grupo que acude no sólo en situaciones violentas sino también cuando alguien se siente mal. “Nos convocaron de Córdoba y de Salta interesados en la movida para llevar este proyecto a otros lugares”, contó la joven.

Que se repita

Amaicha fue por un par de noches, el prototipo de fiesta que parece empezar a gustar a muchos jóvenes en medio de un mundo diversificado.  

En la muchedumbre espectadora todos son iguales y distintos a la vez.  

La riqueza de estos eventos está en reconocer que más allá de donde venga cada uno, la invitación está hecha para ser disfrutada bajo una misma sintonía.

La posibilidad de viajar en ómnibus con amigos a los Valles calchaquíes y tener la certeza de que es seguro pasarla bien con un poco de buena música y buena comida es la promesa de algo que se espera que sea replicado en muchos lugares de la provincia.

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