Cartas de lectores

Bolardos

Los bolardos de hormigón, esos que delimitan la senda peatonal en calles 25 de Mayo y San Martín, si bien persiguen un fin noble, ya han demostrado su lado negativo: son invisibles a los ojos de los conductores. Mas de un automovilista se los ha llevado puestas. Es hora de reconocer que causan mas daños que beneficios.

Juan Carlos Romero Abadie [email protected]

Despidos en Aerolíneas Argentinas

La nueva administración de Aerolíneas Argentinas cesanteó 10 directores y 40 gerentes. Mi interés, como ex gerente de dicha empresa desde 1948 a 1969, radica en el cuadro orgánico que hoy tiene la firma. Son cuatro miembros de la Gerencia Comercial, tres de Gestión, cinco del área Económica y Financiera, cuatro de Abastecimiento y Logística, dos de Asuntos Legales, cuatro de Recursos Humanos, cinco de Sistemas, uno de Recursos Técnicos y el resto son aeronáuticos. La sola descripción de la cantidad de directores y gerentes que parece necesitar esta compañía aérea, cuya función es volar y vender pasajes, es suficiente para explicar las fallas de su gestión, que viene produciendo millonarios déficits. Es el vivo retrato de la actual situación de crisis que vive el país, sin ninguna duda. El agigantamiento del Estado adquirió enormes dimensiones, que sus gobernantes se empecinan en mantener y que, con respecto a este caso en particular, se manifiesta en el cuadro orgánico señalado. Para que se comprenda que esta no es un crítica de orden partidario, quiero señalar que, sorprendentemente, Aerolíneas Argentinas, en mi época, fue una gran empresa aerocomercial distinguida en el ambiente aeronáutico internacional como una de las mejores clasificadas: estaba entre las ocho primeras del mundo. Su composición orgánica contemplaba sólo seis gerentes: Comercial, Económico, Operaciones, Mantenimiento, Legal y Personal. Está todo dicho.

Silvio Pizarro

El contrato social y las leyes

Otra vez lo mismo: no hay plan para gobernar nuestro país. Se recurre a lo más fácil, como quitar a los monotributistas lo prometido en otros años. A las personas se les cobra nuevamente el IVA, pero de hacer público algún plan para dar trabajo a millones de argentinos nada se dice. Los “Precios cuidados” fueron y son una mentira. El control verdadero sería dejar libre de retenciones al campo, cobrarles los anticipos de ganancias mensualmente, dejar que bajen los precios de la carne, de la leche y del pan. Los créditos hipotecarios con cuota fija darían estabilidad y confianza. Con volver atrás no habrá más confianza. La incertidumbre ahora está terminando de romper el contrato social, clausurado por la enorme presión fiscal que se padece en la actualidad. Hay que volver a las fuente de la Constitución, del presupuesto nacional y de las leyes.

Carmelo J. Felice

Campaña del desierto

En respuesta a la carta del lector Javier Ernesto Guardia Bosñak publicada en la edición del pasado 23 de diciembre, hago algunas aclaraciones que me parecen apropiadas para echar un poco de claridad respecto la discusión sobre la figura y la actuación del general Julio Argentino Roca. Durante el gobierno de Bartolomé Mitre, en 1867, se sancionó la Ley Nº 215, que buscaba encontrar una solución pacífica a los repetidos conflictos que originaban los malones de los indios contra las estancias de los argentinos establecidos en las fronteras de la Argentina de aquel entonces. Dicha ley establecía la frontera de la joven República a la ribera de los ríos Negro y Neuquén, y en su artículo Nº 2 enuncia, textualmente, “A las tribus nómades existentes en el territorio nacional comprendido entre la actual línea de frontera y la fijada por el artículo 1º de esta ley, se les concederá todo lo que sea necesario para su existencia fija y pacífica”. Queda demostrado entonces que el gobierno de nuestra Nación lo que buscaba era justamente evitar a toda costa una guerra e integrar definitivamente a esos pueblos dentro de nuestro territorio. De igual manera procedió el primer ministro de guerra del presidente Nicolás Avellaneda, Adolfo Alsina, quien a fines de 1875 firmó un tratado de paz con el cacique Catriel. El cacique traicionaría al poco tiempo dicho tratado y, junto al cacique araucano Manuel Namuncurá, arrasaría con las localidades de Tres Arroyos, Azul y Tandil, con un saldo de unos 500 cautivos (por los cuales habría que pagar rescate), 200 argentinos muertos y 300.000 cabezas de ganado robadas. Esto motivaría a Alsina a establecer su famosa “zanja”, en un intento pasivo de combatir estos ataques. Entonces, ante los intentos de nuestra República de obtener una convivencia pacífica con estos pueblos (e incluso incluirlos, como corresponde, dentro de nuestra Nación), ¿qué se supone que debíamos hacer ante tal barbarie? La evidencia histórica muestra la predisposición en todo momento de Argentina por la paz con estos pueblos y el rechazo constante de ellos. Por otra parte, el lector menciona que antes de los estancieros existían los pueblos originarios. La historia de la humanidad se basa en conquistadores y conquistados. A esa altura del partido la colonización española ya había quedado bastante atrás en el tiempo y de ella quedó la República Argentina y sus ciudadanos libres, sin distinción de etnia, religión, ni títulos nobiliarios, todos iguales ante la ley. Lo que plantea básicamente es que hoy podría venir un descendiente de esos pueblos originarios y expropiarle la casa en la que el lector vive simplemente porque sus ancestros en algún punto de la historia vivieron allí; o que yo vaya a Homs, en Siria, y reclame la tierra en la que vivía mi bisabuelo a la familia que actualmente viva allí porque en su momento él fue expulsado a causa de la difícil vida que llevaba en aquel lugar. Para concluir, destaco que los araucanos provienen del sur de Chile y, en sus deseos expansionistas, “araucanizaron” a través de una suerte de colonización (típico de sus costumbres guerreras) que superó con relativa facilidad la débil resistencia de los Tehuelches (nativos de la Patagonia actual). Entonces, antes de los araucanos que lucharon contra nuestro Ejército en la Conquista del Desierto, comandada por el General Roca, estaban los tehuelches, quienes a su vez lucharon de nuestro lado en dicha campaña.

Victor Yaser Morales

Aguas visibles y aguas ocultas

Estuve sentando en el andén del corazón buscando palabras. Vi llegar 2020 acongojado, esquivando las tragicomedias de la realidad de 2019. Los sentimientos fueron invadidos por nuevas ilusiones llenas de esperanzas en este tórrido verano, inestable, con pronostico de tiempo difíciles. La política del país congela las dietas y los haberes de parlamentarios y de funcionarios públicos, en lo que se denominan “actos solidarios”. Muchos de mis vecinos se preguntaban: “¿y si falla ese freezer salarial qué pasará? Ocurrirá lo mismo que con el precio de los artículos para el consumidor. Y lo mismo que con los impuestos, las facturas de servicios públicos, las prepagas, el transporte de pasajeros... Uno de los que se mantenía callado hizo oír su voz: “señora, ¿usted ya se olvidó de que en diciembre todo aumentó, cuando el nuevo gobierno nacional preveía darle un poco de alpiste a los canarios para que no gorjeen desmesuradamente en las fiestas? Estas palabras me recordaron un proverbio que decía: “dentro de las aguas visibles hay aguas ocultas: para que no se enturbien es mejor no removerlas”. En verdad, las palabras pueden hacer y decir mucho sin esfuerzo. Los niños y los ansíanos necesitan urgentes atenciones sociales y sanitarias. Gran parte de la sociedad requiere créditos y moratorias con cero intereses para poder abonar lo que adeudan. Los señores capitalistas que se enriquecieron comprando dólares deben volver con ese capital mal habido promoviendo fuentes dignas de trabajo, porque es hora de trabajar. La  juventud debe estudiar para servir con calidad, sin pensar tan sólo en ganar dinero fácil. Los maestros deben enseñar a pescar y no recibir pescado en mal estado. Nuestros grandes dirigentes y funcionarios públicos deben tener ética, honestidad y saber escuchar.

Pedro Pablo Castaño (padre)

Las Palmeras S/N - Barrio Juan Domingo Perón

Concepción

Por un año belgraniano

Así como en 1950, con motivo de conmemorarse el centenario de la muerte del general José de San Martín, el Gobierno nacional dictó un decreto que declaraba el “Año del Libertador General San Martín”, sería digno de que durante este año se imitara esa medida con otro prócer de la patria. En 2020 se conmemora el bicentenario del fallecicmiento del general Manuel Belgrado y propicio sería que las autoridades federales declarasen el “Año Belgraniano”. Igualmente, sería muy importante que, con motivo de la emisión de nuevos billetes, la figura egregia de estos ilustres próceres sea tenida en cuenta. Planteo esto porque pronto dejarán de circular los billetes de 5 pesos, que llevan el retrato de San Martín. Él es el héroe máximo de los argentinos, el Padre de la Patria, el Libertado de América, el Paladín de la Libertad, el Santo de la Espada, el Grande de los Andes. Por este camino, desaparecerán en no mucho tiempo los billetes de 10 pesos, que llevan la imagen de Belgrano, hombre a quien debemos la emancipación además de la bandera. Como se sabe, Belgrano murió muy pobre; y era tanta la preocupación que tenía por su tierra que sus últimas palabras fueron “¡Ay, Patria mía!”.

Artemia Gómez

Blas Parera 435

San Miguel de Tucumán

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