Aquietar la mente: el difícil primer paso en el camino a la felicidad

Aquietar la mente: el difícil primer paso en el camino a la felicidad

Rigdzin Yudrön, es lama y vive en un templo en los Pirineos. Vino a Tucumán para visitar a su familia y compartir enseñanzas del budismo.

EN POSTURA. Rigdzin Yudrön, con su vestidura roja típica de los lama, y con el hombro derecho descubierto. EN POSTURA. Rigdzin Yudrön, con su vestidura roja típica de los lama, y con el hombro derecho descubierto.

Cuando se habla con Rigdzin Yudrön, la primera lama tucumana, hay que agudizar el oído. Su voz es tenue, suave, de hablar pausado. Y acostumbrados a los ruidos de la ciudad, a la música de los comercios o de los artistas callejeros de la peatonal, escucharla es como un ejercicio de concentración. Unos minutos después de iniciada la conversación ya se escuchan los coyuyos y los pájaros que vuelan sobre nosotras en ese fondo verde de una casa de Yerba Buena. Allí dio un curso teórico práctico de meditación shiné (la expresión máxima de la calma mental). Entonces, se empieza a entender lo que cuenta, porque nos atraviesa a todos: la búsqueda de la felicidad es lo que tenemos en común. Ella, una budista tibetana, nos explica qué hacemos mal en esa búsqueda.

“Esta es una oportunidad linda de ofrecer algo a mi tierra natal. En gratitud para donde me crié”, comienza a decir Rigdzin, que desde hace más de 20 años vive en un templo budista situado en España, en los Pirineos. Allí volverá en unos días; la esperan actividades, tales como prácticas de meditación de fin de año que compartirá con quienes prefieren alejarse del estrés y el bullicio de las Fiestas. Hoy se presenta con nosotras con su vestidura de color rojo, el de la compasión, mientras acaricia su rosario budista (lo llaman “mala”) de 108 cuentas de madera.

- ¿Por qué es tan importante la meditación?

- Buda nos propone ser felices. Es lo que todos anhelamos. Y eso nos iguala. Para nosotros es un derecho esencial. Y es nuestra naturaleza la que nos lleva a buscarla con un modo equivocado. La buscamos en la familia, en el trabajo, en los viajes, en ponernos guapos. Siempre la mirada está afuera, persiguiendo algo que no se puede atrapar porque cuando lo logramos se esfuma. La consigues y ves que no era eso. Y así persigues otro sueño, y otro. Entonces, lo que hay que hacer es girar la mirada y quedarte quieto. Está dentro nuestro y solamente nos falta quitarnos el velo. Ahí entra la meditación. La propuesta de la enseñanza de Buda es muy simple. Lo difícil es hacerlo, crear el hábito de sentarte a meditar cada día, así como estudiamos para una carrera, o entrenamos el cuerpo. La cuestión es disciplinar nuestra mente, traerla una y otra vez al presente. Es de lo que se trata.

- ¿Cómo la aquietamos? Dijiste que la mente es como un mono, que va saltando por todas partes...

- Vivimos en la dispersión continua, distraídos, subiendo o bajando escaleras, de compras. Lo que nos proponen las enseñanzas de Buda es quedarnos quietos. En esa quietud hay que empezar a disciplinar la mente y traerla una y otra vez al instante presente. Porque en el presente nunca pasa nada. Nuestro problema es que estamos en cosas que nos pasaron en el pasado o en el miedo que sentimos por lo que nos puede suceder en el futuro. Si nos estableciéramos en el presente, hilaríamos cada instante presente con el siguiente y así sucesivamente. No vale con solamente desear la felicidad. Necesitamos un método para poder conseguirla. Por ello, el título principal del taller que compartiré (se hizo ayer) es “De la quietud a la apertura”.

- Logramos la quietud: ¿qué viene después?

- Con la quietud uno puede empezar a ver la naturaleza de las cosas tal cual son. No las vemos porque estamos inmersos en nuestras preocupaciones. Es como la imagen de aguas revueltas con barro. Si se deja de remover, ese barro se depositará en el fondo y el agua se volverá cristalina. Lo mismo pasa con nuestra mente: hay que dejar de lado las impaciencias, los celos, las irritaciones. Eso es movimiento. Si nos quedamos quietos empieza a calmarse la mente. Se manifiesta la apertura con esa claridad. Y la apertura también es del corazón.

Los lamas son maestros espirituales que guían en el camino del despertar. Ella nos sacude sutilmente. Así es que luego de hablar de la búsqueda de la felicidad mirando hacia adentro, ahora menciona el amor. Y pregunta: “¿me dijiste que tenías niños? En ese camino, lo ideal es que ames al otro como una madre ama a su hijo. Esa es la expresión máxima del amor”.

Su partida de Tucumán es inminente. Y aunque su mente trata de estar siempre en el presente, nos interesa preguntarle si le gustaría volver a la tierra que la crió. Cuenta que hace unos días fue con su hermano a la cabaña que él tiene en Ampimpa. Disfrutó del paisaje grandioso. Y como si su compañero de viaje hubiese preparado una gran recibida para tentarla a quedarse en ese páramo casi infinito de tierras áridas, la naturaleza le regaló un espectáculo: vio una tormenta eléctrica con tanta claridad, como también un arcoiris que cerró su visita en los valles.

“Me veo en Ampimpa -ahora se imagina Rigdzin, cuyo nombre significa “quien sostiene la conciencia despierta”-. En una cabaña, donde podría reproducir mi estilo de vida. Sin moverme y si alguien tiene interés, se sienta y medita conmigo. Como un árbol frutal del que viene una persona a coger una fruta; y compartir enseñanzas”.

Más saberes

Rigdzin Yudrön da más detalles sobre el budismo, cómo meditan los niños en la India y otros conceptos que vale la pena tener en cuenta

1. Qué es el budismo: ni religión, ni filosofía

El budismo es una tradición espiritual que se basa en la contemplación de la realidad. Buda significa “el despierto”; el que ha despertado del sueño, de la ignorancia, y que ve con claridad. Y Buda nos propone ser felices.

2. Qué propone: cuatro nobles verdades

La primera que enuncia Buda cuando despierta es que en la vida hay sufrimiento (nacimiento, muerte, enfermedad). Hay que reconocer eso para poder sanar. La segunda es que ese sufrimiento tiene una causa: el apego a uno mismo. Por ello sufrimos. La tercera, enuncia la cesación del sufrimiento. Es posible. La cuarta: hay un camino que te lleva a erradicar ese sufrimiento.

3. No dañar: el principio básico

La base de todo está en cuidar nuestra palabra, nuestro cuerpo y al otro. Cuando hacemos daño, somos nosotros los primeros perjudicados. El principio básico es eso: no dañar.

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