Chicos que responden preguntas casi imposibles de contestar

Chicos que responden preguntas casi imposibles de contestar

Tucumán acoge hasta mañana la Olimpíada de Filosofía de la Argentina, donde jóvenes de todo el país se juntan para pensar como adultos.

PEQUEÑOS PENSADORES. Maidana (al centro de la penúltima fila) junto a otros profesores y algunos finalistas. PEQUEÑOS PENSADORES. Maidana (al centro de la penúltima fila) junto a otros profesores y algunos finalistas. LA GACETA / FOTOS DE FRANCO VERA
06 Diciembre 2019

La mañana transcurre tranquila en las Residencias Universitarias de Horco Molle, donde los pequeños atenienses de todo el país asisten a la Olimpíada de Filosofía de la República Argentina. Mientras adentro la mayoría de los chicos dialoga de a dos y presenta ensayos, afuera Susana Maidana, representante legal de la Olimpíada y profesora emérita de la Universidad Nacional de Tucumán, conversa con algunos de sus alumnos ocasionales. Y la escena no tiene nada que envidiarle a las imágenes de los Diálogos platónicos.

Como el Sócrates de Platón, Susana pregunta, escucha, cuestiona y repregunta. La charla gira alrededor de dudas imposibles de ignorar: ¿está bien comprender a un asesino múltiple como el personaje de la película “Guasón”? ¿Se puede justificar la desobediencia civil en democracia? ¿Cómo se concilia la tensión entre ecología y desarrollo? Y etcétera y etcétera.

A estos adolescentes les gusta hablar: argumentan, citan a un montón de autores, se critican entre sí y a veces, solo a veces, le dan la razón al otro. Los pensamientos van y vienen de aquí para allá y de allá para aquí. Por toda la circunferencia de una ronda que en su punto álgido junta a 16 aprendices de filósofo y varios profesores. Aunque al principio se entretienen comentando la historia del villano de “Batman” -“vimos la película como parte de la Olimpíada”, cuenta Sophia Moreno, tucumana de 15 años- la discusión gira de pronto hacia el problema de la responsabilidad individual. Y un poco después la lluvia de ideas termina en las razones de la protesta social.

¿Qué es la democracia?

Para Lourdes Alonso, quinceañera mendocina, en “Guasón” no se trata tanto de justificar la violencia como de visibilizar las enfermedades mentales: “es algo de lo que no se habla mucho, como un tabú. Entonces la película muestra la vulnerabilidad del Guasón a causa de su enfermedad, muchas situaciones de violencia hacia él que después se dan vuelta. Y lo que él termina haciendo es algo así como oprimir a los opresores”.

Con esta expresión (”oprimir a los opresores”) llega el aguijón de Sócrates y los pica un poquito. Andrés Budeguer, tucumano de 16, observa que las manifestaciones que ocurren en el film se parecen a las que han sucedido en América Latina durante los últimos dos meses. “Y ahora es un tira y afloja entre las personas que necesitan derechos y sus supuestos representantes, que no tienen mejor idea que reprimir. No sé si a eso se le puede llamar democracia”, manifiesta.

EL ÁGORA. Algunos de los participantes dialogan con LA GACETA. EL ÁGORA. Algunos de los participantes dialogan con LA GACETA.

Pero Ana Burgui, pampeana de 14, profundiza el debate. “Para mí no hay democracia sin representación -define-, pero no hay representación sin reconocimiento. Creo que muchas personas no están siendo reconocidas por sus representantes y entonces la manifestación es la única herramienta que les queda para poder ser escuchadas”. Y su coprovinciana y amiga Catalina Pico, de 15, completa: “a mí me parece que la democracia sí es este sistema representativo, pero también creo que sufrió deformaciones. Todos sabemos que los políticos manipulan a las personas, sobre todo a la gente pobre, que no recibe educación. Entonces cuando el pueblo se da cuenta que fue engañado a la hora de votar, su último recurso es utilizar el cuerpo. Por ejemplo, cuando a las mujeres les falta un sustento económico, ¿a qué recurren? Al cuerpo”.

¿El cuerpo es una cárcel?

Por tercer año consecutivo, la Olimpíada parte de la consigna: “Poner el cuerpo: poder e instituciones en la cultura actual”. Para ubicarlos, Maidana les explica a los chicos que el tema del cuerpo es muy importante (“aunque habitualmente -lamenta- la escuela lo tapa y oculta”). “Es el cuerpo que duele, que avergüenza, el cuerpo de los estudiantes que muchas veces son invisibilizados. Y este es el espacio donde ustedes pueden visibilizar lo que sienten y piensan”, les transmite.

Una pregunta de ciencia ficción moviliza a los estudiantes: si los robots tuvieran conciencia, ¿deberían tener los mismos derechos que las personas? Joaquín Carrión, puntano de 13 años, considera que sí: “a mí me parece que si las máquinas pensaran y sintieran, deberían ser tratadas igual que nosotros, porque lo que nos hace humanos es el poder de razonar”.

Y entonces surge una cuestión más difícil: si la humanidad está en la razón, ¿qué valor tiene el cuerpo? O, como quería Platón, ¿el cuerpo es la cárcel del alma? Los chicos no están tan seguros: les parece que el cuerpo protege la mente, o que la condiciona, o que la expresa. Pero la pregunta queda flotando en el aire y espera a que estos filosofillos crezcan y estudien y aprendan a contestarla (todavía) mejor.

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