Manzur se olvidó, Cristina no

Cristina Fernández de Kirchner no olvida. Ni perdona. Eso quedó claro con su declaración del lunes, en la que les dijo en la cara a los jueces de todo menos lindos. Con una defensa enfática en el juicio por el presunto direccionamiento de la obra pública, en la causa “Vialidad”, apuntó contra la Justicia y el Gobierno nacional. Irónica, señaló: “no sé cómo tuve tiempo para gobernar, porque me la pasaba haciendo asociaciones ilícitas”. Recordó que el juicio “era tema en 20 millones de programas de televisión” y “hubo cinco audiencias transmitidas en directo, y en los pasajes más escabrosos del guión fiscal apuntaban a mi cara”. “Eso es el lawfare: que los medios publiciten cosas que no figuran en el expediente o que no son delitos para conformar a la opinión pública y con eso los jueces no tengan otra alternativa que condenar. Es construir mediáticamente lo que no pueden probar jurídicamente”, subrayó. Hacia el final de su indagatoria fue aún más allá con su desafío frontal a la Justicia: la vicepresidenta electa se levantó y fue interrumpida para preguntarle si pensaba responder las preguntas de los jueces. “¿Preguntas? Preguntas van a tener que responder ustedes, no yo”, fue lo último que dijo antes de marcharse.

Esa Cristina del lunes es la de siempre, no la que estuvo silenciosa, ausente, mientras la campaña electoral de su elegido por la presidencia se sustentaba, y la que se aguantó el ostracismo al que la condenó aquella derrota de 2015 frente Mauricio Macri.

Para los que tenían dudas, volvió CFK

Juan Manzur lo descubrió de sopetón. Fue luego de apostar tan fuerte a la independencia de Alberto Fernández que insistió en sus desaires hacia su ex jefa. Sucesivamente Manzur le asestó golpes. Ni bien caída en desgracia electoral, dijo que la ex presidenta “era el pasado”. Luego, le contestó con un no rotundo cuando le solicitaron que les quitara apoyo a las leyes que Macri buscaba imponer en el Congreso. Un poco más cerca en el tiempo, la apartó del peronismo: aquel 17 de octubre invitó a todos y todas a Tucumán, menos a ella. Y hasta se dio el lujo de, una vez reivindicada y victoriosa, también dejarla aparte para su asunción de segundo mandato. Manzur le levantó los brazos a Alberto y llamó al país del cogobierno con los mandatarios provinciales.

Fue mucho, demasiado, para la mujer que, como todo político, nunca olvida.

La vicepresidenta electa le está devolviendo los favores al gobernador tucumano. Con una sola reunión, le tumbó la mayoría de la treintena de nombres que Manzur le había acercado a su amigo presidente electo para que integrara el Gabinete nacional. Además, premió a otros líderes provinciales y, seguramente “de casualidad”, licuó el poder que había conseguido el tucumano en base a acuerdos, reuniones, contactos y trabajo fino con sindicalistas, empresarios y políticos encumbrados.

Manzur tuvo mala memoria y ahora lo paga. Nada menos él, que tanto conoció a su ex jefa, esa que lo elogió en su despedida como ministro de Salud de la Nación. Al gobernador se le escapó de la memoria que la vicepresidenta electa, poderosa y en la cúspide del poder, no le dejaría pasar la sucesión de cachetadas políticas que Manzur le había propinado de manera continua. El exitoso gobernador también comprendió por las malas que el presidente al que ayudó a llegar al máximo cargo ejecutivo nacional no tiene, al menos ahora, el poder de decisión que él pensó -o deseó- que poseyera. Quizás Cristina también le esté “recordando” a Alberto que supo cuestionarla con rudeza y marcarle los errores groseros que su administración nacional estaba cometiendo en su momento.

Una vez más Tucumán está en el centro de la escena nacional. Ahora por la repercusión de ese tironeo en las decisiones que están protagonizando el presidente y su vice, o más bien la vice y su presidente.

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