VIH: nuevos desafíos en la era de la longevidad

VIH: nuevos desafíos en la era de la longevidad

Quienes viven con el virus tienen la misma expectativa de vida que los seronegativos, pero las comorbilidades de la vejez aumentan los riesgos. Por otro lado, crecen las nuevas infecciones en mayores de 45 años, por falta de conciencia de riesgo. Interdisciplina.

VULNERABILIDAD. Los adultos mayores no dejan de ser sexualmente activos, pero tienen menos conciencia de los riesgos de transmisión del virus. VULNERABILIDAD. Los adultos mayores no dejan de ser sexualmente activos, pero tienen menos conciencia de los riesgos de transmisión del virus.

En el mundo, los mayores de 65 años forman el segmento poblacional que más crece; en 2050, una de cada seis personas tendrá más de 65, y la cantidad de gente de 80 o más se habrá triplicado. Esta advertencia de la ONU debería encender luces de alerta: hay que prepararse para el futuro, pero no parece estar haciéndose mucho al respecto.

De ese futuro vamos hoy a tomar un segmento, porque es 1 de diciembre, Día Mundial en Respuesta al VIH y -al menos hoy- vamos a pensar que, de la mano de la ciencia y del activismo, las personas que viven con el virus también son longevas: “el 10 % de las personas que vive con VIH son mayores de 50”, asegura Omar Sued, director de Investigaciones Clínicas de la Fundación Huésped. Y agrega un dato preocupante: “en ese grupo, más del 50% de los diagnósticos son tardíos”. Ya veremos más adelante por qué.

“Soy de la primera generación, la de la década del 80 -cuenta la marplatense Estela Carrizo, de la Red de Personas viviendo con VIH/sida-. Vivo con VIH desde los 15, y tengo 43. Mucho ha cambiado: en esa época estábamos totalmente invisibilizados y fuimos agrupándonos para fortalecernos. Se sabía muy poco; a nuestro alrededor morían amigos, hijos, padres, esposos ...”. En esos grupos -cuenta- fueron descubriendo la capacidad y la importancia de ser partícipes primarios de todas las variables que la problemática del VIH impone. “No sólo por nosotros, sino también por la comunidad”, agrega Estela. Ese trabajo en y por la comunidad fue una revolución.

“Si lo pensamos bien -destaca el mexicano Marco Castro-Bojorquez, documentalista y activista en VIH/sida en EE.UU. con la agrupación HIV Racial Justice Now-, las personas con VIH invertimos el paradigma de atención de salud. Hoy se habla hasta de niños como sujetos de derechos; pero al principio de la epidemia, a partir de los Principios de Denver, declaración conjunta de activistas del VIH en 1983, fuimos los que exigimos (y logramos) que se investigara qué estaba pasando, y también formar parte de las decisiones. Y transformamos el sistema de salud pública para siempre”.

Baja conciencia del riesgo

Pero hay otra cara de la moneda: la epidemia no es estática y crecen otros grupos vulnerables. “Las mujeres por encima de los 40 están empezando a tener una relevancia que no habían tenido hasta ahora en la historia de la epidemia”, anunció el Boletín sobre el VIH, Sida e ITS en Argentina en enero de 2018. Y el publicado el jueves agregó que entre 2016 y 2018 se duplicaron los nuevos diagnósticos de mujeres entre 65 y 69.

La situación es global: investigadores de la Universidad de Londres detectaron (y publicaron en la revista médica de la Asociación Médica Británica) que las nuevas infecciones en mujeres de entre 45 y 56 años se quintuplicaron en esa ciudad los últimos 10 años. Y también en EE.UU. el número de personas que se infecta después de los 65 años crece. ¿La causa? Que el 98% de las nuevas infecciones se producen por relaciones sexuales sin protección... y pasados los 50 las personas no dejan de ser sexualmente activas, aunque suele preferirse ignorarlo.

La viudez, los divorcios y la caída de diversos tabúes abrieron puertas a modos de relacionarse que cambiaron mucho en los más de 30 años que ha cumplido la pandemia. Casi 220 millones de personas en el mundo usan servicios de citas en línea; los mayores de 50, también. Y sin hábitos de autocuidado, se exponen al VIH y a otras infecciones de transmisión sexual, y los equipos de salud hablan poco de estos temas con ellos. “Hace unos años le pregunté a mi ginecólogo por qué nunca me había sugerido un test de VIH - cuenta la tucumana Cristina Mansilla (54)-. ‘Porque no sos población de riesgo’, me respondió, dando por supuesta mi vida privada”.

“Cada vez más llegan al hospital personas mayores con infecciones recientes -cuenta Gustavo Costilla Campero, jefe de Infectología del hospital Padilla y vicepresidente de la Sociedad Argentina de Infectología-. A nuestra generación le enseñaron a asociar sexualidad y reproducción. Como si no se pudiera vivir una sexualidad plena y placentera después. Pero lo cierto es que de eso no se habla”. “Pienso que habría que dar educación sexual en centros de jubilados..., agrega.

Es lo que hace, precisamente, Edgardo Corts, militante por los derechos humanos de las personas con VIH y referente del Frente de Personas Mayores. “En general los viejos somos invisibles. No somos más sujetos laborales, ni productivos, ni reproductivos -señala-. Pero los viejos y las viejas somos sujetos activos, con una nueva sexualidad. Y estamos muy desacompañados por las políticas de salud”.

Los estereotipos que representan la vejez como una etapa asexual y sin riesgos determina que las personas mayores sean excluidas de las políticas de educación y prevención en salud sexual, advierte Jean Gajardo, investigador del Instituto de Políticas Públicas en Salud de Chile en el sitio web institucional. A esa condición agrega:

• la farmacoterapia facilita las relaciones sexuales, en términos de función genital, tanto a mujeres como a hombres mayores.

• en comparación con poblaciones jóvenes, las personas mayores tienen menores niveles de conocimiento sobre ITS y VIH/sida.

Necesidades comunes

Ya sea nuevo el diagnóstico o tenga 30 años, lo cierto es que la experiencia en manejo de personas mayores con VIH es un proceso en construcción constante, como ocurrió con toda la epidemia. “Tratamos personas con comorbilidades causadas por la edad, en las que el VIH (y los efectos colaterales de la medicación) genera riesgos mayores: de osteoporosis, de daño cardíaco, de cáncer, de deterioro cognitivo... -añade Sued-. Y también se suma la cuestión de la polimedicación”.

“Para quienes vivieron más de la mitad de su vida con VIH las condiciones son óptimas: si llegaron hasta aquí es que tienen estables sus defensas. Les toca enfrentar los desafíos propios de la edad sumados al proceso inflamatorio derivado de la infección crónica que los tratamientos controlan pero no curan -explica Pedo Cahn, directo científico de Huésped-. Hoy hay tratamientos más seguros y con menos interacciones medicamentosas, pero no todos sirven para todos”. “No se debe tomar medicación sin consultar con el infectólogo, que a su vez debe trabajar con el médico de cabecera e informar que la persona toma antirretrovirales, y cuáles, para evitar las interacciones entre los remedios, que pueden llegar a ser muy graves”, añade.

“Hemos aprendido mucho para poder tratar y acompañar a las personas que viven con el virus (entre otras manera, escuchándolas), pero tenemos mucho que aprender todavía, como cuando empezamos a tratar niños con VIH”, reconoce Costilla Campero.

Trabajo en equipo; aprendizaje e investigación continuos; tratamientos personalizados, atención a la historia y a las necesidades de quienes viven con el virus... estos son desafíos de la comunicad médica.

Pero no alcanza: el desafío para todos es comprometerse con las metas de Onusida (Programa de Naciones Unidas sobre el VIH/sida), que ya no lograremos -queda claro- en 2020: que el 90% de la población sepa si vive con el virus; que el 90% de los que viven con el virus esté bajo tratamiento, y que el 90 % de ellos esté indetectable. Es lo que se necesita para poner fin a la pandemia. Cumplí con el primer paso: elegí saber. También si sos adulto mayor.

La edad no es un preservativo: una campaña contrarresta mitos sobre sexualidad de adultos mayores

“El sexo es una parte importante del envejecimiento saludable, y muchos adultos tienen una vida sexual activa hasta los 70, 80 años y más”, sostiene la campaña, que, a diferencia de lo que ocurre en nuestro país, decidió visibilizar la problemática VIH/longevidad, y empapeló 40 refugios de ómnibus en toda la ciudad de Nueva York, la mayoría de ellos en vecindarios con altas tasas de VIH, como Brooklyn, el Bronx, Manhattan y Queens.

La iniciativa fue de ACRIA, un centro educativo sin fines de lucro de investigación comunitaria sobre prevención del SIDA, prevención del VIH y tratamiento. El lema, según informa ACRIA en el sitio web de la campaña “La edad no es un condón” (https://ageisnotacondom.org) fue concebido por el proyecto Imaging Intimacy en el Centro de Diseño Helen Hamlyn en el Royal College of Art de Londres, Reino Unido. El diseñador Andy Chen trabajó con adultos mayores de diferentes edades y orientaciones sexuales para diseñar mensajes dirigidos a valorar y proteger su salud sexual.

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