Entonces, ¿la Copa es inocente?

Entonces, ¿la Copa es inocente?

En esta tendencia a buscar en el plano esotérico respuestas que no podemos o no queremos encontrar en el mundo de lo tangible, por momentos cuesta no pensar que alguien -sea en Lima, en Buenos Aires o en algún lugar del mundo- tocó, movió o hizo algo que no debía (por ejemplo, festejar antes de tiempo o romper una promesa) y provocó sin quererlo el descarrilamiento de un destino que se dirigía el bicampeonato de River en la Libertadores. De otra forma, ¿cómo puede ser posible, si “Gabigol” había tocado la Copa al entrar a la cancha, algo que según los agoreros conduce a la derrota inexorable?

Quizás ya sea tiempo de restarle importancia a esta clase de leyendas urbanas, por coloridas que sean, y empezar a buscar respuestas donde y cuando corresponde: dentro de la cancha y durante los 90 y pico de minutos que dura un partido. Aunque lo aconsejable sea no poner las manos sobre un trofeo antes de ganarlo (más por evitar ser señalado gratuitamente como culpable en caso de una eventual derrota que porque ello tenga un impacto real en el resultado), lo cierto es que si River hubiese ganado para nada se hubiese debido a la “irresponsabilidad” de Barbosa, sino a que en el balance general del partido, fue el mejor de los dos. Fue el que mejor jugó y el que más oportunidades generó, pero a la vez el que más desperdició. Quizás su pecado capital no hayan sido tanto esos errores al final, sino no haber aprovechado para estirar su ventaja cuando Flamengo era un desconcierto en el fondo. Contra eso, no hay maleficio que alcance.

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