Alineados y desalineados

Etapa de transición, larga, también de desorientación y de posicionamientos en la búsqueda de identificar los liderazgos a futuro para alinearse en los años por venir. Pasa entre los peronistas, los radicales y los macristas, de aquí y de allá; todos ponderan la unidad en la acción por arriba, pero más divididos no pueden estar en los planos subterráneos. El poder busca a sus dueños, tanto en el oficialismo como en la oposición. A algunos de los que se adelantan y eligen por quien jugarse y hasta se ponen la camiseta, enviando señales y desnudando intereses, los imponderables de la realidad a veces les trastocan las expectativas y los ponen al borde de la expulsión de la vida política; tal el caso del senador Alperovich.

Porque si hay una investigación judicial y surge una condena en su contra a raíz de la denuncia de presunto abuso sexual -un hecho aberrante y repudiable, y que merece una rápida actuación por parte de la Justicia-, ese instante puede marcar el inicio del fin de su carrera política de 25 años y la desaparición de cualquier intento por hacer renacer al alperovichismo o por mantener algún vestigio alperovichista. Si bien sólo la denunciante y el denunciado saben qué ocurrió, la condición de hombre público y figura política del senador habilitan a discurrir sobre los efectos políticos de este drama familiar.

Su reciente alineación pública con Cristina en el Senado, más allá de ser un gesto desafiante y rupturista con Manzur, no alcanzó a ser festejada por el kirchnerismo puro, ya que inmediatamente fue puesto en la disyuntiva de tomar una decisión con respecto a qué postura adoptar con el ex gobernador: apañarlo institucionalmente y protegerlo en el Senado o soltarle la mano políticamente y dejar que se defienda solo en la Justicia. La sociedad toda, especialmente la más politizada y agrietada, seguirá con atención el desenlace de estas definiciones. Y la decisión, nada menos, recaerá en Cristina por ser la futura autoridad de la Cámara de Senadores y la jefa natural del kirchnerismo. Ella dirá si le sueltan la mano o no al senador; a lo Pichetto.

En ese marco de realineamientos internos puede entenderse el conveniente y cauteloso silencio de los albertistas locales -léase manzuristas o autoridades provinciales- respecto del escándalo, entendiendo posiblemente que puede ser un problema que dañe al kirchnerismo y de cuya resolución tendrán que hacerse cargo en términos políticos. O sea, desde el punto de vista de la interna se evaluaría que la responsabilidad por el tratamiento sobre el futuro del senador está en la otra vereda, al margen de que mañana aparezcan los repudios, las condenas y los pedidos de justicia. Alperovich se alineó, pero la denuncia de su sobrina puede derrumbar su pretensión de sumarse al cristinismo e, inclusive, la de seguir en la política.

Otros también se alinean o manifiestan sus preferencias para ser conducidos por tal o cual jefe. Hay quienes juegan a dos puntas. Los cristinistas tienen claro a quien responder; el resto del peronismo -el que supo renegar de la ex jefa de Estado- espera que el presidente electo consolide y apruebe la existencia del albertismo como nueva expresión de poder interno. Sin embargo, con sus gestos, Alberto no termina de abrir esa puerta, se queda a medio camino entre su obediencia debida a quien lo llevó a la presidencia y las presiones de algunos dirigentes porque se decida a consolidar un espacio de poder propio.

Cuando visita a Cristina con una carpeta bajo el brazo con los nombres de los que podrían integrar su posible gabinete y sale con hojas con tachones, no parece ser el que vaya a conducir el espacio; el hombre sobre el que muchos han depositado su esperanza de que se termine convirtiendo en el líder del peronismo que horade el poder de la senadora. Tarea titánica. No parece que ese traje le calce aún, por lo menos no es lo que muestra en esta transición; seguro frente al resto, pero dócil ante la senadora. T

Tal vez cuando tome el bastón y la banda presidencial de manos de Macri se anime. Si ocurre, y si por la fuerza del ejercicio del cargo se atreve a dar ese paso, dos líneas internas fuertes podrían convivir en el Gobierno nacional; algo peligroso cuando el PJ tiene la misión de sacar al país del pozo, que es para lo que precisamente la ciudadanía eligió al Frente de Todos. En esa dirección, el desafío mayor que tiene el peronismo es mantenerse unido, pese a los alineamientos internos.

Manzur también se alineó, quedó claro cuando afirmó que Alberto es quien conduce al peronismo y ni mencionara a Cristina en su discurso de asunción. Después del encuentro de los Fernández para discutir la composición del gabinete, la lealtad de Manzur parece que no sería pagada como esperaba, a partir de que algunas objeciones fueron para tucumanos que sonaban con jugar en el escenario nacional.

El gobernador no estaba en el país para negociar con un peso mayor al que se tiene cuando se está a miles de kilómetros del centro de la discusión de los principales actores del poder. Cuando se confirmen los miembros del gabinete se verá con qué moneda se le reconoce a Manzur su afinidad únicamente con Alberto o si es verdad que, como se sugiere en algunas mesas de café, el tucumano perdió algunos puntos con el presidente electo a raíz de unos tropezones o descuidos políticos.

De cualquier forma, si no logra poner algunos de sus colaboradores en el gabinete, el gobernador aguarda alguna contemplación a manera de ayuda desde la Nación en materia de recursos y de obras. El Gobierno terminó el primer mandato de Manzur pagando con lo justo los sueldos, e inició el segundo necesitando de un crédito de $ 3.000 millones para poder pagar los sueldos de fin de año, mal comienzo de gestión en cuanto a señales sobre cómo se enfrentará la crisis. Manzur ruega porque Alberto le dé una mano, aunque no vaya a ser que Cristina le esté mostrando a quién realmente debe pedirle esa ayuda; que en el fondo lo esté alineando, o realineando. Reperfilándolo.

Macri, vaya por caso, quiere alinear detrás de su promocionado liderazgo después del 10 de diciembre -cuando ya no detente el poder ni territorio sobre el que gobernar- a todos los que vino comandando, y ninguneando. Eso no se hace de palabra ni por decreto, un líder construye su poder siendo un continuo militante de la política y a él le aparecieron algunos reacios a su accionar, dispuestos a no reconocerle su prematura jefatura de palabra; especialmente del lado de los radicales. Un líder no tiene que pedir ni rogar que lo reconozcan como tal, se arma a sí mismo. Al margen, ¿a quién elegirá Macri como el principal enemigo para enfrentarlo desde la oposición -el tamaño del rival que se elige define la pretensión y el nivel de tolerancia a la pelea-, a Alberto o a Cristina?

Retomando, los radicales también muestran alineamientos a nivel nacional que se manifiestan en el plano local: los que están con el diputado Negri serían los macristas que quieren conserva el espíritu de Cambiemos, los que respaldan a Cornejo, son los no tan macristas. Dos de los que estarían con el mendocino, Silvia Elías de Pérez y José María Canelada, hicieron una llamativa visita al intendente Alfaro y divulgaron la foto del encuentro en las redes sociales. No es que pretendan mostrar al jefe capitalino alineado a una línea interna del radicalismo, sino fortalecer -según dijeron- al espacio opositor tucumano a partir de un trabajo conjunto. Van a tener que esforzarse pues quedaron huérfanos de poder central.

Sin embargo, para esa necesidad de unidad en esa mesa faltó el diputado José Cano, alineado a su par cordobés. Seguramente ya se verá alguna foto suya junto al intendente para que nadie quede descolocado. Alfaro seguramente no querrá quedar entrampado por esa interna radical que tiene su epicentro en el Congreso, distanciándose y poniéndose por encima de la disputa entre radicales macristas y radicales disidentes. De hecho su esposa, la diputada nacional Beatriz Ávila, mantendrá su unibloque personal en la Cámara Baja, la del Partido por la Justicia Social, lejos de esa confrontación, pero en el espacio opositor.

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