E-commerce: el ¡bum! del delivery web

E-commerce: el ¡bum! del delivery web

La explosión de las apps de reparto revoluciona el negocio de alimentos. ¿Por qué las eligen los usuarios? ¿Cómo escapan a la crisis?

FENÓMENO MUNDIAL. Las plataformas de delivery en línea existen en Estados Unidos desde los 90, aunque en Latinoamérica recién se instalaron en los últimos años. FENÓMENO MUNDIAL. Las plataformas de delivery en línea existen en Estados Unidos desde los 90, aunque en Latinoamérica recién se instalaron en los últimos años.

Las empresas sin logística ya organizan la logística de cientos de comercios tucumanos y cada vez más ciclistas y motociclistas con grandes cubos en la espalda recorren la ciudad. Después de la expansión del ejército rojo de repartidores de PedidosYa, esta semana las mochilas naranjas de Rappi invadieron la capital provincial. En medio de la recesión, un montón de personas dispuestas a pagar para quedarse en piyama desafía las leyes de la economía y hace crecer a las aplicaciones de entrega a domicilio a tasas chinas.

La magnitud del fenómeno de estas empresas emergentes resulta difícil de dimensionar. PedidosYa, que opera en la Argentina desde 2010, cuenta hoy con 16.000 locales adheridos y 7.300 repartidores. Por su parte, desde su llegada al país en febrero del año pasado, Rappi ya se ha asociado con más de 6.000 comercios y cerca de 10.500 “rappitenderos”. Pero aunque la intermediación entre el cliente, el mensajero y el vendedor pinte hoy como un gran negocio, detrás hubo un largo y sinuoso camino.

Welcome to the 90s

En octubre de 1995, Craig Cohen y Michael Adelberg, dos estudiantes de la Escuela de Negocios de Stanford, inventaron Waiter.com, la primera empresa de delivery en línea del mundo. Al principio no tuvieron suerte: durante más de una década no ganaron ni un dólar. La idea no era buena porque la comisión que les cobraban a los restaurantes no cubría los costos de los depósitos, las motos y los repartidores. Además, en esa época la velocidad no era una de las ventajas de Internet. Y a nadie le gusta que la comida le llegue fría.

Sin embargo, los fundadores de Waiter.com eran dos jóvenes obstinados y así se lo hicieron saber a The New York Times en diciembre de 2000. “Habrá un día en que esto será una gran parte de la cadena de comida para llevar y queremos estar aquí cuando eso pase”, había presagiado Adelberg en un reportaje. Mal no les fue: sobrevivieron y hoy operan en buena parte de Estados Unidos. En el medio, cambiaron el rubro de la logística por el de la tecnología y se limitaron a intermediar entre los locales, los repartidores y los clientes.

La moda retro también llegó al delivery. Bienvenidos a los 90, aunque con 4G y smartphones.

Inversión extranjera

Ni PedidosYa ni Rappi son inventos nacionales. La primera nació en Uruguay hace 10 años durante un ejercicio universitario, cuando un profesor les pidió a Rubén Sosenke, Ariel Burschtin y Álvaro García que pensaran un negocio en 15 minutos. Ellos proyectaron un sitio web para pedir comidas. Tres años después lanzaron la aplicación y en 2014 se asociaron con la compañía alemana Delivery Hero, uno de los líderes del rubro a nivel mundial. Hoy la plataforma de PedidosYa funciona en cinco países y más de 400 ciudades, trabaja con 32.000 comercios y ha sido descargada 15 millones de veces.

En cambio, Rappi resultó del reciclaje de Grability, una app que reproducía estanterías y permitía arrastrar los productos a un carrito. La habían creado en 2013 los colombianos Simón Borrero, Sebastián Mejía y Felipe Villamarín. Dos años más tarde la transformaron en Rappi, que ha tenido un éxito asombroso: en septiembre de 2018 su valoración ascendió a U$S 1.000 millones y, por tanto, se convirtió en el primer “unicornio” de Colombia.

El precio del tiempo

El año pasado el banco UBS publicó un trabajo sugerentemente titulado “Is the Kitchen Dead?” [“¿Está muerta la cocina?”]. El estudio estima que en 2030 el delivery en línea dominará el 10 % del mercado de alimentos y moverá U$S 365.000 millones (10 veces más dinero que ahora). Y más aún: pronostica que no habrá cocinas en las casas de la ya entonces adulta generación táctil (los nacidos a partir del 2010). “Los pedidos en línea han empezado a convertirse en la norma -destaca el informe-. A este ritmo, se extenderán tanto que harán innecesario tener una cocina en casa”.

ALI ESTRADA. Cree que si no fuera por su trabajo habría dejado el país. ALI ESTRADA. Cree que si no fuera por su trabajo habría dejado el país. LA GACETA / FOTO DE ANALÍA JARAMILLO.

El director de la consultora Focus Market, Damián di Pace, explica que los clientes valoran este servicio porque les permite dejar de dedicarles su tiempo a las actividades de consumo. “La adquisición de un bien tiene, además de su costo monetario, el costo del tiempo dedicado a la compra. Lo que estas plataformas hacen es ponerle un precio a ese tiempo: si yo quiero comprar un kilo de helado, ya no tengo que trasladarme a la heladería, hacer cola y elegir los gustos. Ahora lo pido desde la app, me lo llevan a la puerta de mi casa y yo pago por ese servicio”, describe Di Pace.

Pero el fenómeno no se debe solo al cálculo racional de los usuarios. Matías Casoy, gerente general de Rappi Argentina, recuerda que la cultura del delivery forma parte del ADN de muchos argentinos: “estábamos acostumbrados a pedir la pizza o las empanadas por teléfono. Pero antes era un delivery de calidad media o baja: en Buenos Aires a veces teníamos que esperar la pizza durante dos horas y encima llegaba fría porque el señor que hacía el reparto salía con la nuestra y otras ocho pizzas. Entonces esto tiene que ver con que introducimos la tecnología en una cultura de delivery que ya existía”.

Esquivar la recesión

De acuerdo con la evaluación de UBS, estas aplicaciones cambiaron las reglas del juego del mercado porque posibilitaron que las personas hagan pedidos en restaurantes que antes no ofrecían entregas y además integraron todas las formas de pago. “Lo que buscamos como plataforma -confirma un comunicado de PedidosYa elaborado a pedido de este diario- es potenciar los locales con los que trabajamos y llevarles pedidos que no recibían a través de sus canales tradicionales. Les acercamos un público nuevo y muchísimo más amplio”.

Desde que llegó al país hace poco menos de dos años, las órdenes tomadas por Rappi han crecido de manera inverosímil: entre el 15 % y el 25 % mensual. “Quiere decir que cada cuatro meses duplicamos el tamaño de la compañía. Es un número muy impactante, por lo menos para nosotros”, transmite Casoy.

La explosión de este negocio va a contramano del desplome de las ventas minoristas a causa de la recesión: de acuerdo con la Confederación Argentina de la Mediana Empresa, ellas se redujeron 12 % entre enero y octubre. “Lo que pasa -analiza Di Pace- es que en un contexto de caída de la actividad económica, este tipo de servicios disminuye los costos del comerciante. La distribución de bienes ahora es tercerizada por decisión del cliente, que es quien paga por ese servicio. Entonces para los comercios es una herramienta muy positiva”. En Rappi calculan que su servicio aumenta entre 20 % y 30 % las ventas de los comercios adheridos.

Una oportunidad laboral

Ali Estrada tiene 58 años, es venezolano y hace un año y medio emigró desde su país hacia Buenos Aires. “Entonces -cuenta- me postulé en infinidad de empleos, pero nunca me llamaron. Yo creo que fue por la edad. Así que me puse a hablar con otros venezolanos que eran cadetes, decidí comprar una moto y me postulé en PedidosYa. De ahí me vine a Tucumán porque mi hijo consiguió un trabajo estable acá. Y al mes me llamaron para que retomara la actividad aquí”.

Cuando salió de Venezuela, Ali eligió Argentina por recomendación de unos primos que ya estaban en Buenos Aires. “Nos dijeron a mi mujer y a mí: ‘vénganse para aquí, la cosa está muy buena’. Y efectivamente cuando ellos llegaron la cosa estaba buena: el dólar salía $ 19. Pero aunque ahora la situación sea otra, todavía está este trabajo. Si no fuera por esto, yo ya me habría ido a otro país”, reflexiona Ali.

En PedidosYa los repartidores cobran $ 55 por orden y $ 35 más por hora de trabajo. Ali le dedica a andar en moto ocho horas diarias seis veces por semana y reparte alrededor de 16 pedidos diarios. “El último mes facturé cerca de $ 28.000 -revela-. Es rentable, sobre todo si uno lo compara con la cadetería tradicional, donde pagan por debajo del salario mínimo, en relación de dependencia y en la informalidad. En cambio, aquí tú eres monotributista, tú coordinas tu tiempo, tú eres freelance”.

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