Los pueblos originarios, según la mirada literaria de un tucumano

Los pueblos originarios, según la mirada literaria de un tucumano

El escritor Adolfo Colombres presentará la reedición de un ensayo y una novela este jueves en el Rougés.

PROLÍFICA PRODUCCIÓN. El tucumano Adolfo Colombres trabaja desde hace muchos años en forma simultánea en una novela y un ensayo. PROLÍFICA PRODUCCIÓN. El tucumano Adolfo Colombres trabaja desde hace muchos años en forma simultánea en una novela y un ensayo.

“El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un cross a la mandíbula. Sí, un libro tras otro, y ‘que los eunucos bufen’”, escribió Roberto Arlt en el prólogo a “Los lanzallamas”. Esta reflexión pinta de intelecto entero al escritor tucumano Adolfo Colombres, cuya creación literaria está siempre en constante ebullición, sea a través de la narrativa o del ensayo, en una fértil producción de títulos y galardones.

Este jueves, a las 20, en el centro cultural Rougés, Laprida 31, presentará la reedición de dos de sus obras: La colonización Cultural de la América indígena, su primer ensayo antropológico (se publicó en 1977), y Sol que regresa, una novela que trata de la lucha de estos pueblos para liberarse de una larga explotación. En 1981, esta obtuvo en México el Premio Internacional de Novela “Laureano Carus Pando”, cuyo jurado presidía el escritor colombiano Álvaro Mutis, y permanecía hasta ahora inédita en nuestro país.

Respecto del ensayo, Colombres explicó que luego del genocidio, el despojo de sus territorios y su explotación intensiva en minas y plantaciones, las etnias originarias debieron aceptar la negación de su universo simbólico, y junto con este, el de su propia historia. “Pero en las últimas décadas del siglo XX, cuando se vaticinaba ya su asimilación final a las distintas sociedades nacionales, estas resurgieron con un nuevo lenguaje, reafirmando su identidad, actualizando su imaginario y rechazando la edulcorada panacea del mestizaje que se les ofrecía para reafirmar sus matrices culturales. Creo que el libro mantiene aún su vigencia, así como el rigor teórico con el que fue escrito y lanzado en la década de los ‘70 en apoyo a las luchas indígenas, prefigurando la temática y metodologías de su obra posterior”, indicó.

Sol que regresa cuenta la historia de un oscuro médico que vive la rutina de un hospital, donde se ha familiarizado con las miserias y los rostros de la muerte. Un verano parte a Bolivia, llevado por la memoria de un sol que brilló en su lejana infancia en La Rioja. Llega a Potosí, donde conoce en la mina de Pailaviri, en el Cerro Rico (Sumaj Orko), a un minero, hablante quechua, de Tarabuco, que padece una sílico-tuberculosis avanzada, cuyas palabras remueven su conciencia profunda con su gran carga de sabiduría y verdad.

- Apenas cuatro años separan a ambas obras, ¿cómo funcionan tus mecanismos creativos?

- Diría que en esa misma época inicié un sistema de escritura paralelo, en virtud del cual trabajé siempre, hasta la fecha, en una novela y un ensayo a la vez, y no más de uno. Ahora, por ejemplo, terminé una novela titulada Esa luz que ciega, y estoy próximo a poner fin a un ensayo cuyo título es Los bajos fondos del arte. Sobre la forma, la sombra y la ausencia, que empecé más o menos en la misma época.

- Ante el avance de la informática, ¿la gente seguirá leyendo libros en papel? ¿Seguirá leyendo?

- El tema no se reduce a la confrontación de lo material con lo virtual, pues estaríamos frente a un verdadero problema civilizatorio. La ya antigua civilización del libro, fortalecida por la imprenta y la democratización de la lectura, está siendo desplazada por un sistema que se aleja de lo estético y lo profundo, cifrado en lo que David Le Breton llama “ideología de la comunicación”, que exalta a esta última como valiosa en sí, por más que hoy se colme el éter con “mensajes” que no dicen nada, sin elaboración alguna, pues ni siquiera fueron pensados y se quedan en la banalidad del chisme.

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