22 Septiembre 2019 Seguir en 
En algún momento de sus conversaciones con este diario por el aniversario de la muerte de Sigmund Freud, los psicoanalistas Sergio Hernández y Marta Gerez Ambertín criticaron el coaching, una disciplina reciente dedicada a acompañar a las personas para ayudarlas a cumplir sus metas. “Nosotros no somos coaches, no entrenamos a la gente -resaltó Gerez Ambertín-. La gente no puede ser entrenada: la gente tiene que descubrir sus problemas a solas o con otra persona y ver qué quiere hacer con eso que descubre”.
LA GACETA consultó a Fabiana Urueña, directora de la escuela de coaching ontológico FocoNOA, acerca de este fenómeno que mezcla en su nombre un anglicismo que recuerda a una película de Rocky Balboa y un término griego tan viejo como Platón. Urueña cuenta que, si bien el coaching existe desde hace décadas como método de entrenamiento en los círculos deportivos y militares, el coaching ontológico surgió a fines del siglo XX a partir de una disciplina desarrollada en Estados Unidos, la ontología del lenguaje.
Los coaches trabajan a través de cambios en los modos de expresión con el objetivo de que las personas clarifiquen sus metas y obtengan buenos resultados. “El coaching ontológico es un proceso de aprendizaje que nos acompaña para ir desde el lugar donde estamos hoy hacia el lugar donde queremos estar en el futuro”, define Urueña.
Existen tres herramientas básicas que utilizan los coaches con sus alumnos a la hora de enseñarles a resolver sus conflictos y gestionar sus emociones: “una consiste en lograr hacer pedidos efectivos. Otra tiene que ver con fundamentar nuestras opiniones para mejorar la comunicación con nosotros mismos y con los demás. Y la tercera es la reconstrucción lingüística del enojo: cómo gestionarlo, cómo canalizar la energía que se libera en un enojo”.
En cualquier caso, Urueña no quiere entrar en la discusión entre psicólogos y coaches, aunque destaca que el coaching ontológico no es una terapia psicológica: “el coaching no pretende intervenir donde hay angustia o depresión, por ejemplo. Creo que esos son temas de los profesionales de la salud. Me parece que cada uno está en su espacio y no sé si decir que pueden ser complementarios, porque capaz que se enoja algún psicólogo”.
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