La Universidad pone guardias en el camino a Horco Molle

La Universidad pone guardias en el camino a Horco Molle

Además, repararon un cuatriciclo de la Policía para recorrer la zonade la Reserva y del Jardín Botánico.

“¿SEÑOR, A DÓNDE SE DIRIGE?”. Desde comienzos de este mes, guardias vigilan el camino a Horco Molle.  “¿SEÑOR, A DÓNDE SE DIRIGE?”. Desde comienzos de este mes, guardias vigilan el camino a Horco Molle. LA GACETA / FOTO DE JUAN PABLO SÁNCHEZ NOLI

Las telarañas que envolvían la garita del acceso a Horco Molle han sido sacudidas. Hace una semana, la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) decidió abrir las puertas de esa casilla, después de años de abandono. Ahora, dos guardias saludan a su paso a los corredores, ciclistas, caminantes y estudiantes. A los automovilistas, en cambio, suelen demorarlos unos minutos para preguntarles hacia dónde se dirigen. Y como no son muchos los destinos a los que conduce esa vía, la pregunta no parece tener sentido.

“Se trata de un modo de marcar presencia”, dice Arturo Sassi, el secretario de comunicación institucional de esa casa de estudios. Después del conflicto del sábado 30 de agosto -en el que funcionarios universitarios y una familia discutieron por el cobro de un cánon para estacionar- las autoridades de la UNT resolvieron reabrir ese destacamento y, en lo posible, mantener los vigías durante el día y la noche. “Por un lado, esto nos permitirá desarticular cualquier intento de usurpación. No se permitirá el paso de vehículos cargados con materiales de construcción”, explica Sassi. Y por otra parte -prosigue- la medida persigue un objetivo más abstracto. Y más necesario: “queremos que la gente tome conciencia de que, al atravesar esa barrera, ingresa en un área protegida de la Universidad”.

Además, la UNT puso dinero para reparar un cuatriciclo de la Policía. Desde el lunes, el vehículo recorre los caminos ribereños. Y mantuvo conversaciones con el intendente de la ciudad de Yerba Buena, Mariano Campero. Le pidieron que refuerce los patrullajes de la guardia municipal. “Con todo esto, se pretende reafirmar el concepto de que se trata de un predio universitario”, sintetiza Sassi.

La Reserva Experimental y el Jardín Botánico, la escuela de Agricultura y Sacarotecnia y las residencias y el comedor universitarios se extienden a lo largo de unas 400 hectáreas. Para el director de la reserva, el doctor en biología Juan Pablo Juliá, es prácticamente imposible controlar toda esa superficie selvática. Por ello, entre otras razones, han desarrollado un proceso participativo con la comunidad de Horco Molle, en pos de que esa área protegida siga estando a salvo.

Con la comunidad

“No podemos imponerles determinadas cuestiones. Hasta ahora, así no se ha solucionado nada. Necesitamos que ellos se involucren”, explica. Conocedor de la zona como pocos, Juliá considera imprescindible que se realice un censo antes de decidir cualquier otra acción, en referencia al acta acuerdo que los conductores de la universidad pretenden hacerles firmar a los lugareños, para que reconozcan a esa institución como la legítima propietaria de las tierras. A cambio, se les concederá a ellos una tenencia o un permiso de uso y goce de sus viviendas, que será temporal.

Juliá piensa que ese censo servirá no solo para actualizar la cifra de lugareños, sino para saber quiénes, en cierta forma, tienen alguna legitimidad. Hay familias de apellido Medina, Mamaní o Delgado que estaban en Horco Molle aun antes de que la Universidad le expropiara las tierras a la sucesión de Justiniano Frías Silva, en 1947. “Creo que sería una buena idea otorgarle, a esta gente, algún tipo de derechos. Y limitarla, para que dejen de expandirse. Hasta ahora, ni se los sacó ni se resolvió el conflicto. Mientras tanto, ellos han ido ocupando más espacio”, cuenta.

Diferente es el caso de quienes fueron instalándose en los últimos años, entre gallos y medianoche. Incluso, eso ha generado un problema social en el seno de la misma comunidad, porque los descendientes de aquellos pobladores originarios acusan a los nuevos de haber traído consigo la inseguridad y la droga. “Muchas veces hemos actuado al filo de la ley, para desmantelar algún asentamiento. Porque una vez que logran instalar sus casillas, las cosas se eternizan en la Justicia”, finaliza Juliá.

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