El canciller nunca se fue

El canciller nunca se fue

Manzur sigue trabajando fuera de la provincia en la construcción del proyecto de Alberto Fernández. En la provincia, Jaldo hace malabarismos para administrar el poder sin molestar a su compañero. A un mes de la PASO.

En pocos días se cumplirá el primer mes después de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias. Parece que hubiera transcurrido un siglo. Los principales líderes ya han vuelto de vacaciones y van tomando su lugar en la vida política tucumana. Juan Manzur ha vuelto a ser aquel canciller que le permitió afianzar poder y separarse de su creador político José Alperovich. Eso ya fue.

Hoy es más canciller que nunca. Es el diplomático número uno del peronismo del NOA, de los gobernadores y de Tucumán. Se pasa más tiempo anudando alianzas para el candidato presidencial Alberto Fernández que atendiendo los problemas domésticos. De ese problema comarcano se ocupa su otro yo: Osvaldo Jaldo.

La dupla comenzó desconfiándose. De a poco se fueron conociendo y en la actualidad se cuidan las espaldas, pero también son dos caras de una misma moneda. Bastó que Manzur tomara la decisión de ultimar a Alperovich para que Jaldo se pusiera la ropa de fajina, alzara el fusil y fulminara las aspiraciones políticas del ex gobernador. En política no todo es en equipo ni tampoco todo es altruismo: siempre hay beneficios propios y, si la paciencia y la ansiedad no le juegan una mala pasada, puede llegar a sentarse en el sillón de Lucas Córdoba antes de tiempo. Por ahora lo prueba, lo asienta y lo disfruta, mientras el canciller hace sus reuniones y sus tejes y manejes en el exterior de Tucumán.

Manzur y Jaldo están seguros de que la vida política debe continuar en Tucumán por lo menos hasta 2021. Confían, apuestan y juegan en favor del triunfo de Fernández-Fernández, pero también saben que en la provincia deberán trabajar a fondo para no tener sorpresas. Es dentro de dos años cuando ellos creen que Manzur podría irse a ocupar un cargo en el gobierno nacional –si gana el amigo Alberto- y entonces, el vicegobernador a cargo del Poder Ejecutivo empezará a armar su equipo para los próximos años. La dupla tiene todo aceitado aunque todavía hay cuestiones que los mantiene atento.

Uno de los temas centrales es la elección del presidente subrogante que asumirá el 29 de octubre, cuando se produzca el recambio y el canciller se tome unos días para reasumir como gobernador de Tucumán. Ese futuro presidente subrogante es vital porque si las ocupaciones del canciller siguen como hasta ahora será quien maneje un poder millonario como el Legislativo... y Jaldo y Manzur quieren estar tranquilos. Máxime cuando ya pusieron dos alfiles propios en la Corte Suprema de Justicia, el otro poder. En estos días ya empezaron al pulsear el ministro Regino Amado y el legislador Juan Antonio Ruiz Olivares. Pero nadie descarta que una prenda de unidad pudiera ser Sergio Mansilla, quien ya se olvidó de Alperovich, porque para él fue un simple amor de estudiante: “hoy un juramento / mañana una traición”, como enseñaron Carlos Gardel y Alfredo Le Pera.

La decisión final del presidente subrogante de la Legislatura la tomará Manzur, pero antes habrá una interesante discusión entre los dos hombres más poderosos de la política tucumana.

Un liderazgo difícil

Ante el descalabro en que se ha convertido la estructura de Cambiemos, Germán Alfaro se apoya en el municipio que supo conseguir y se aferra a él como los soldados al fuerte. El hipotético triunfo de Alberto Fernández lo va a poner en aprietos. Ya no tendrá el paraguas del gobierno nacional como hasta ahora. Si bien no le sirvió para protegerse de las tormentas, fue lo suficiente para evitar que el aguacero lo termine empapando.

Alfaro, pese a ser un peronista indiscutible (su gran logro político en estos cuatro años fue mantener su identidad), tampoco tendrá una relación en paz con el gobierno nacional. Los cancilleres no sólo se ocupan de tener buenas relaciones, también se ocupan de algunas jugadas para sacarse de encima a los enemigos. Este es el caso de Manzur, quien parece no tener ningún tipo de perdón para Alfaro, con quien en estos cuatro años han logrado saludarse amablemente y hasta sonreír, pero sus armas están cargadas esperando el duelo. El puente de plata de este enfrentamiento silencioso es, precisamente, Jaldo, quien no tiene ningún empacho en reconocer públicamente las medallas políticas obtenidas por Alfaro.

Sin vergüenza

A un mes de las PASO, todas las especulaciones han vuelto. Hasta las encuestas han perdido la vergüenza y se asomaron esta semana para decir lo que seguramente todos sabían: los números, las popularidades y las imágenes son exactamente iguales al resultado de las PASO. Como si nada hubiera cambiado desde el 11 de agosto.

Así se mueve también el candidato presidencial Alberto Fernández, en cuyo bunker todo lo que se planifica es como si fuera ya un presidente electo. La fórmula Fernández-Fernández tiene una problema de origen. Intenta definir una unidad que se declama públicamente, pero que no se fudamenta ni se defiende en la charla íntima. Menos aún, interpares. Los que tienen llegada al entorno de Alberto aseguran que existe un acuerdo para que Cristina no se meta en el Ejecutivo y para que se quede mandando a sus anchas en el Congreso de la Nación. Gobernadores y gremialistas reconocen sin dudar el liderazgo de Alberto y repiten a quienes quieran oírlos que Cristina no interferirá en la gestión. ¿Y si lo hace? Para esa pregunta no tienen respuestas. El silencio es el que se impone. Y, se disimula con la euforia de sentirse ganadores. Por eso Manzur prefiere tener dos años de consolidación absoluta en Tucumán antes de hacer las valijas definitivas. Así como Manzur no puede ni oír el apellido Alfaro, Cristina tampoco está dispuesta a sonreír cuando se lo mencionan al gobernador de Tucumán. Dentro de dos años también se renovarán las bancas de senadores nacionales de esta provincia y ni Jaldo ni Manzur quieren que José Alperovich siga sentado en la Cámara Alta. Lo único que podría revertir algo así es un llamado telefónico de Cristina. Todo está muy lejos aún, sin embargo la política, como el ajedrez, exige revisar todas las jugadas, lo antes posible.

Sin cambios

En Cambiemos todavía no salen del estupor del nocaut de las PASO. El aliento del público, el empuje de los entrenadores y el repaso de las estrategias no hacen mella en la cabeza de los candidatos que siguen atontados por los golpes recibidos. Los principales líderes, como el peronismo triunfador, hablan de unidad de la boca para afuera pero aún no aparecido una foto de todos juntos preocupados por lo que viene en octubre.

La otra elección

En octubre también se hará la otra elección en Tucumán. Ese mes se deberán renovar la presidencia de la Corte Suprema de Justicia. El binomio Manzur-Jaldo ya tienen dos vocales designados por ellos (Daniel Leiva y Eleonora Rodríguez Campos), pero aún son muy novatos para sentarse en el sillón más alto de la Corte. De los tres restantes, si hay uno que no cuenta con ninguna simpatía por parte del Poder Ejecutivo ese es Antonio Estofán. Por lo tanto, sería Daniel Posse quien cuenta con las mayores posibilidades hasta ahora. Claudia Sbdar no ha musitado palabra sobre sus apetencias de ser la primera mujer que conduce la Justicia tucumana.

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