
INVENTOR. El ingeniero Heinecke en una foto de la revista El Gráfico.

> HOJEANDO EL DIARIO
MANUEL RIVA
LA GACETA
“A las 17, el General La Madrid después de haber realizado diversas evoluciones con pasajeros, ascendió conduciendo al paracaidista Luis Nau, quien minutos más tarde, se arrojó de cabeza abajo, desde una altura de 1.000 metros. Honda impresión causó en el público el paracaidista en el espacio hasta que el paracaídas se abrió veloz y comenzó lentamente el descenso. El público advirtió entonces el arrojo del paracaidista y la seguridad de ese invento salvador en un posible accidente aéreo”. De esta manera nuestro diario anunciaba el festival de paracaidismo que se realizó el 18 de agosto de 1924. De todos modos, no hay información sobre si fue la primera vez que se realizaba una exhibición de este tipo.
Ese día se realizaron dos saltos, el del ya mencionado Lau y el otro que fue realizado por el ingeniero alemán Otto Heinecke. Lo hizo desde 800 metros de altura y presentó el paracaídas que él mismo había inventado.
El relato del cronista continuaba: “en el espacio, el señor Heinecke se balanceaba pendido de dicho aparato y haciendo flamear en una de sus manos una bandera argentina”. El campo de aviación y las zonas aledañas estaban repletas de público curioso por el espectáculo. Y recibió a los paracaidistas con una “fuerte ovación”. El avión La Madrid, que llevó a los paracaidistas, era piloteado por el sargento Gaudioso Molina, instructor del club.
Récord de Molina
En aquel agosto hubo varios hitos para la aviación tucumana. El primero: Molina al mando del “Tucumán” alcanzó la altura récord de 4.430 metros sobre San Miguel de Tucumán. Al descender, el piloto expresó que “experimenté la más íntima satisfacción al volar sobre mi ciudad a una altura que ningún aviador había alcanzado”. Este hecho fue considerado un récord de altura en la vertical de la ciudad.
A otro de los hitos impuestos en 1924 lo relataba nuestro diario de la siguiente manera: “con los vuelos de ayer (2 de agosto), llegaron a cuatrocientos los realizados en esta capital por los Curtis Orioles La Madrid y Tucumán, sin haberse registrado el menor accidente y sin que las máquinas hayan sufrido desperfecto alguno, constituyendo esta circunstancia un orgullos para las autoridades del Aero Club”. Otro hecho destacado fue un viaje realizado a Las Termas de Río Hondo con pasajeros.
En cuanto al visitante alemán podemos decir que el 28 de septiembre de 1924 estaba en Chile realizando una exhibición sobre la calidad de su paracaídas ante militares de ese país. Ese mismo día, el teniente Francisco Lagreze Pérez se convertiría en el primer aviador chileno en lanzarse en paracaídas desde una altura de 700 metros sobre el campo de aterrizaje de la Escuela de Aviación en Santiago. El ingeniero alemán empezó a visitar nuestro país en 1923 realizando demostraciones sobre la eficiencia de su aparato. Era parte del personal de tierra de la aviación alemana que había incorporado su invento hacia 1918.
Al principio, su paracaídas no fue del todo eficiente ya que en un porcentaje cercano al 20% de los primeros saltos fallaron por líneas enredadas.
En abril de 1924, Heinecke realizó la primera exhibición de paracaidismo en la ciudad de Bahía Blanca. Junto con él saltó Elisa Schneider. Llevaban practicados, en el marco de una gira mundial, más de 80 lanzamientos.
A la salida del sol del domingo 24, la salva reglamentaria de 21 bombas en la plaza Rivadavia anunció el inicio del festival. Tras una inédita carrera de motosidecars, el público se preparó para apreciar la prueba central. Minutos después, según el relato del diario La Nueva Provincia, “un hidroavión despegó de Puerto Belgrano, transportando a Schneider. En el terreno se habían quemado, como señal, montones de paja. El avión pasó sobre el hipódromo a 800 metros de altura y cuando los espectadores suponían que se elevaría, notaron que del fuselaje salía una tela, que se distendía como un pañuelo abierto por el viento, de cuyos bordes pendía una persona. La sensación del público fue de azoramiento, al ver arrojarse desde tanta altura a un ser humano”. Luego se lanzó el inventor alemán.
El 28 de marzo de 1915, Carlos Turio Greco realiza el primer salto en paracaídas en el país. Se lanza con un equipo de su invención desde un globo a 80 metros de altura sobre el campo de la Sociedad Sportiva Argentina en Palermo. Es el comienzo de la actividad en Argentina y Latinoamérica. El 21 de mayo de 1933, al no abrirse su paracaídas, muere en el aeródromo Presidente Rivadavia (actual aeropuerto de Morón).
En 1911, un extraño sonido metálico llegó desde el cielo hasta los oídos de los habitantes de la capital tucumana. Seguramente, muchoslevantaron la vista con asombro para descubrir qué aparato producía ese sonido. Los tucumanos advirtieron un objeto en el cielo: era el primer avión que surcaba el aire en esta región. La nave era piloteada por Marcelo Paillete, quien poco después, y tras buscar un lugar amplió, decidió aterrizar en la zona sur del parque 9 de Julio. Había nacido nuestro aeropuerto ya que las aeronaves que vinieron después también aterrizaron allí.
De tanto en tanto
Los vuelos eran espaciados. En 1913 llegó Castailbert, que también realizó exhibiciones en Monteros. En una de las exhibiciones realizó su vuelo de bautismo Charles Nungesser, quien se convertiría al año siguiente en piloto de guerra para las fuerzas francesas y desaparecería en el Atlántico realizando un cruce entre Francia y América.
En 1914 llegó otro avión, tripulado por el español Piñero. Ejecutó varios vuelos a beneficio y aterrizó en Villa Nougués. Ese mismo año llegó Bartolomé Cattáneo, quien deslumbró con piruetas sobre la capital. Todos estos antecedentes elevaron los deseos de volar de un grupo de tucumanos, encabezados por Nicanor Posse que decidieron en 1919 fundar el Aero Club Tucumán cuya sede se ubicó en el lugar donde aterrizó el primer avión que llegó a la provincia.
En 1924 empezaron los “cursos de pilotaje”, dirigidos por Salvador Gaudioso Molina. De allí saldría el primer grupo de pilotos tucumanos: Próspero Palazzo, Santiago Travi, Ernesto Nougués, Eduardo Bernasconi, Antonio Carlino, Armando Romanelli, Eduardo Fourcans y Aurelio Schwartz.






