¿La galantería está en franca retirada?

¿La galantería está en franca retirada?

En los últimos tiempos, el cortejo quedó bajo la lupa y corre el riesgo de ser extirpado de la sociedad.

¿La galantería está en franca retirada?

Está con miedo. Aunque está presente en todo el reino animal, tiene motivos para sospechar que ha entrado, por lo menos, en un cono de sombra. ¿Ese “adiós, granito de arroz de mi corazón” o aquel “por la luna daría un beso, daría todo por el sol, pero por la luz de tu mirada, doy mi vida y corazón”, quedarán arrinconados en el ropero de la nostalgia? ¿Detendrán a quien en la vía pública se arrodille para pedirle a alguien matrimonio o jurarle amor eterno? ¿Qué será de la seducción del cisne, del pavo real, del palomo, del caballito de mar, del flamenco, si los atrapara la caída libre? ¿Se escribirán entonces libros de autoayuda para ser galante o en busca del flirteo perdido? ¿Agonizará el corazón de los poetas? Dicen que la galantería se halla en trámite jubilatorio. ¿Sobrevivirá el mundo sin ella?

Es el hecho o dicho educado y cortés que tiene como objetivo agradar o conquistar a una mujer. En los últimos tiempos, la galantería ha ido perdiendo terreno vertiginosamente, así como su cofrade, el piropo. Este se ha convertido en un sinónimo de agresión o al menos de intimidación para una buena parte de las mujeres. Y aunque hay razones que las asisten, tampoco es menos cierto que el floreo hacia una dama es de muy antigua data. Hubo en los últimos tiempos algunas iniciativas parlamentarias en nuestro país para sancionar el piropo callejero por considerar que es un modo de acoso sexual. En abril pasado, el Senado nacional sancionó una ley que considera el acoso callejero como un modo de violencia de género. En otros ámbitos (laborales, universitarios, etcétera), el coqueteo también está en retroceso. ¿Toda galantería implica un acoso? ¿Una ley establecerá el límite entre lo que es un halago o una agresión? ¿Será algo subjetivo? ¿Qué pasará si esta desaparece? ¿Cómo será en el futuro el cortejo entre dos personas? ¿Y si la cortesía muere, quién la reemplazará?

Temor al ridículo

Graciela Ponessa - Doctora en Farmacobotánica

El respeto es un sentimiento positivo que implica una acción de aprecio y reconocimiento hacia nuestra vida, la de los demás y la de los elementos formadores. Es un valor moral humano tendiente a lograr una armoniosa interacción social. El acoso callejero ya fue tratado hace 50 años en países desarrollados. En Argentina, recién estamos discutiendo sobre estas conductas nocivas. Debe trabajarse desde la infancia en el ámbito de la familia, las comunidades educativas, en buen trato de tolerancia y empatía. La galantería debe ser un gesto amable de los seres humanos y es también considerada un arma de seducción que antecede a un cortejo o flirteo. Actualmente esta acción está desapareciendo, ya que se la asocia a segundas intenciones y que se vinculan a una manera de seducir y por temor al ridículo y en algunas ocasiones que sea interpretado como un gesto machista. Estas manifestaciones deben ser recíprocas y mucho más que un gesto de caballerosidad. La cortesía es amabilidad, consideración, buena educación de las personas, no va a desaparecer porque asegura una buena convivencia. Está presente en seres atentos, amables, considerados y comedidos. Conforma un conjunto de normas que pautan los comportamientos humanos o sociales positivos para lograr convivencia armónica. Con el que advenimiento de la tecnología surgieron nuevas formas de interrelacionarse ni mejores ni peores, solo diferentes, pero jamás superará el uso de iconos, por ejemplo, un ramo de flores con perfume, colores y miradas. El mundo está cambiando, no perdamos el lenguaje corporal; un abrazo, miradas, un “te quiero”.

Hegemonía masculina

Gabriel Gómez Saavedra - Escritor

Estamos ante una interpelación de la estructura cultural en la que nos hemos criado y en la que hemos desarrollado nuestra conciencia de poder sobre el otro. Es totalmente necesario que se ponga en discusión la hegemonía masculina por la que hemos navegado durante siglos, y que habilitaba esta forma de violencia de base. Violencia que para negarla o banalizarla, peligrosamente suele confundirse con los signos que una persona pueda emitir para expresar que otra le agrada. Violencia que nunca dejó de ser más que una mirada de aprobación de nosotros, los hombres, hacia los otros hombres; donde la mujer queda, en realidad, afuera, borrada y como culpable moral de generar el estímulo del acoso; un floreo constante para validar la masculinidad y demostrar que nuestra potencia y poder de control sobre la mujer, sigue intacto. La ley va en ese camino, pero será muy difícil su legitimación plena si no trabajamos esta realidad en cada casa o institución que esté a cargo de nuestra formación como hombres.

Las necesidades del otro

Patricia Hart - Actriz, escritora

La galantería, entendida como el conjunto de actitudes  educadas, corteses y obsequiosas que un hombre tiene hacia una mujer, en su misma definición, descarta todo tipo de modos que no contemplen la observación y el cuidado de la persona a la cual van dirigidas. Se me hace que la galantería es hija del bien hacer/la empatía/la solidaridad, que tienen en cuenta las necesidades del otro/a, su bienestar. Los intervínculos siempre se ven beneficiados cuando subyace entre las partes esa médula  de “hacer las cosas agradables”, todo es más fácil/disfrutable/fluido. Para que esto ocurra siempre es bueno desarrollar la observación y afinar la sensibilidad. Desde esta perspectiva, deseo e imagino un futuro donde la galantería, esa complejidad de palabras, conductas y hechos que despliega un hombre enamorado, no solo conserve el lugar que se ha ganado en la historia, sino que se ubique en uno de privilegio, y que esos modos galantes de agradar/complacer/obsequiar, sean contemplados e imitados en otros planos de nuestra vida de relación. Dejemos y trabajemos para que alcance ese protagonismo, sostenido con una base de fortalecidos valores de respeto, libertad, y solidaridad (no como moño de un paquete vacío). Podremos entonces ver en  esa parte del todo, en esa particularidad llamada galantería, el significado del todo llamado, vivir en comunidad/vivir en nuestro amadísimo país.

Belleza o repudio

Juan José Genisans - Escritor

La galantería ha sido la principal manera en la que un hombre rompía el hielo para acercarse y empezar a conocer a la mujer que le interesaba. Pero no siempre tenía fines de seducción, se podía halagar a una amiga o compañera de trabajo o de estudios diciéndoles un cumplido, sin que esto significara nada más que eso. Galantería no es lo mismo que agresión verbal, esta última no solo incomoda a las mujeres; también molesta a los hombres que queremos ejercer una galantería educada, sin molestar a las damas. Cuando esta no tiene cierto ingenio ni belleza en las palabras es un acto repudiable, que produce un total rechazo. El acoso callejero, y no la galantería, es lo que debería ser erradicado de esta sociedad a largo plazo a través de la educación en nuestros niños y jóvenes, y a corto plazo a través de leyes que lo penalicen. No creo que ser cortés con el sexo opuesto implique un acoso. Por lo tanto, no tendría que desaparecer. Tanto a varones como a mujeres nos atraen cualidades del otro sexo, y no solamente las que abarcan el aspecto físico, así que decirlas a la persona justa en el momento indicado es clave para formar una pareja. Por lo tanto, no me imagino una sociedad en la que la cortesía haya muerto, y para que esto no ocurra la galantería debe estar acompañada del sentimiento de amistad, compañerismo y respeto hacia lo que las mujeres quieren o no.

¿En jaque?

Nancy Ocampo - Cantautora

¿Cuántas parejas se formaron por un piropo? Hace un tiempo, un alumno de canto, cincuentón él, se me quejó graciosamente: - “¿A vos te parece? ¡Ya no se pueden decir piropos!” Me sorprendí espetándole: - ¡No! ¡Ya no se pueden decir piropos! Recordé de pronto mis experiencias de niña, porque las mujeres somos miradas y nos dicen cosas por la calle desde que somos niñas. Durante años aceptamos que el hombre, solo por ser varón, tiene derecho a decirnos cualquier cosa sobre nuestro cuerpo. Los piropos -sean “respetuosos”, ocurrentes o guarangos-, siempre irrumpen, se entrometen, avasallan, generándonos sentimientos de vergüenza, rechazo, miedo y vulnerabilidad. Y nosotras, por el solo hecho de ser mujeres, debemos soportarlos. Eso está cambiando: parece que podremos caminar por la calle sin tener que escuchar las opiniones de hombres desconocidos. Y el punto clave es que son desconocidos. Por eso el halago que se da en el marco de un encuentro o una relación es algo muy distinto: cuenta con el consentimiento de quien lo recibe. Incluso algunas galanterías pueden ser bien recibidas. Por ejemplo, si me abren la puerta, lo agradezco. Pero ese es mi límite. Admito que me resulta difícil una deconstrucción total. En cambio, las mujeres más jóvenes no aceptan siquiera estos gestos. ¿Están en jaque ciertos métodos de seducción? Y sí. Varones, en lugar de lanzar un piropo y huir, invítennos a tomar un café, no sea cosa que los humanos nos extingamos.

COLUMNA DE OPINIÓN

El piropo, ¿hecho estético u ofensivo?

Marta Gerez Ambertín

Posdoctora en Psicoanálisis

Gentileza y  piropo  procuran agradar a quien lo recibe, “hacerse amable” al otro. Tratase de lograr el amor de un instante, fugaz como un relámpago. Pero el piropo va  más allá, incorpora una connotación erótica que es sofocada y conducida sublimatoriamente hacia un goce estético, lateraliza lo erótico en términos alusivos. Quien piropea es, de alguna manera, un artista en potencia que desea provocar la esperada sonrisa si logra hacer de su decir una metáfora deslumbrante. Tal como la etimología lo destaca, hay fuego en el piropo, pero un fuego que es más alusivo que depredador, un fuego hecho metáfora que no quema ni lacera sino embellece. Decir, “¡Y se hizo la luz”!, cuando nos cruzamos con alguien es una ocurrente metáfora; si le agregamos “¡papito!” o “¡mamita!”, la depreciamos; halagar   atributos de alguien con una frase es simpático, menospreciarla degrada al piropo de hecho estético a hecho ofensivo, traspasa el delgado límite que separa al pudor del impudor, convierte al supuesto piropeado en una “cosa” que solo es eso, una “atractiva cosa”, sin más, como un jarrón o un tapiz. ¿Quién -cualquiera fuera su elección sexual- desea ser apreciado solo por sus bíceps o glúteos? Y peor aún cuando el (supuesto) piropo incorpora en su decir la apropiación, donde quien lo recibe se transforma en "su cosa", su "cosita". Cuando el erotismo deviene lisa y llana lascivia ya no se trata de “hacerse amable” al otro sino de obtener -por un fugaz momento- un pasivo oyente-espectador de la propia incontinencia semejante al onanismo con testigos. ¿Quién puede sentirse halagada/o si es tratado así?

Ni  gentileza ni piropo son propios del hombre hacia la mujer en un mundo donde han cambiado las leyes del género y se admiten las diversas identificaciones sexuales, cada cual piropea a quien le atrae o seduce. También allí se produce ese desliz que puede transfigurar un piropo desde una bella metáfora en una ofensa, tiempos cambiantes los nuestros, pero no supone el fin de los piropos, tal vez solo se trate de ampliar el derecho de todos a usufructuar de estos, con el cuidado que es preciso mantener, y con una diferencia de estilos que pone topes para no confundir piropos con ofensas, ni gentileza con apropiación.

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