MacGordon, el graffitero que pinta la ciudad con frases de amor y respeto

MacGordon, el graffitero que pinta la ciudad con frases de amor y respeto

De un pasado de denuncia, las leyendas que generan los artistas urbanos fueron mutando. El graffiti (no) ha muerto.

CON EL ROSTRO CUBIERTO. McGordon posa debajo de uno de sus mensajes; no se considera un artista, su objetivo es transmitir un mensaje. la gaceta / fotos de Ines Quinteros Orio CON EL ROSTRO CUBIERTO. McGordon posa debajo de uno de sus mensajes; no se considera un artista, su objetivo es transmitir un mensaje. la gaceta / fotos de Ines Quinteros Orio

Vas por la calle sin conciencia de tus pasos, con “el piloto automático” activado y un despiste absoluto por lo que pasa alrededor. Entonces, por casualidad, levantás la mirada y ves el escrito en la pared: “vos podés, los sueños se pelean a muerte”, incita y apremia la frase.

La pared, de un rojo intenso, tiene varios tachones y afiches pegados entre los que se superponen servicios de tarotistas y misas de hace meses. Pero a vos lo que te interesa es ese texto. Conciso y certero, parece que el relato está interpelando tu vida y, sin embargo, está expuesto en un lugar tan masivo que cualquier transeúnte atento podría sentirse igual.

“El futuro es tuyo, no dejes que te lo roben”, “el que la lucha tarde o temprano llega” y “la libertad la buscas vos” son otras de las pegatinas tamaño A3 que -desde hace un año- aparecen en las paredes tucumanas. Todas ellas bajo la enigmática autoría de McGordon.

“Desde chico me gusta el arte callejero, siempre admiré a las personas que tenían el talento para hacerlo y también quería tratar de equiparar la balanza de las injusticias. Cuando conocí a Obey y Banksy quedé obnubilado y me di cuenta que podía transmitir un mensaje igual de fuerte como el de ellos”, comenta el autor, quien prefiere no revelar su identidad.

McGordon no se considera un artista urbano (ni siquiera un artista, y punto). En su lugar, él se define como un caradura que quiere cambios y, por eso, un día decidió llenar las calles con frases alentadoras de respeto y de amor. Desde entonces, existen tres principios básicos ante los cuales se manifiesta: “sé diferente”, “sé el cambio” y “que no te importe la opinión de los demás”. “Estoy lejos de crear arte, pero, a la vez puede, ser contradictorio, porque quiero provocar reacciones en la gente. El artista lo que intenta es expresarse y lo que convierte a su obra en arte es el valor que le da el espectador”, añade.

¿Quién es este personaje? Debido a que sus intervenciones se hacen desde el anonimato nadie -a excepción de su círculo íntimo- lo sabe. Y, sin embargo, tampoco necesitamos conocer dicha información para entender que sus actos responden a una movida en constante transformación: el street art y otros métodos de expresión urbana como el graffiti, el muralismo y el past up.

El pasado artístico

El graffiti nació en la década de los ‘60 en Estados Unidos como una forma irreverente de marcar los espacios públicos. Estas pintadas -cargadas de clandestinidad- eran un medio de expresión disruptivo contra las normas, pero luego aquel impulso de rebeldía inicial desapareció y la generalización de las pinturas urbanas perdió su propósito original.

¿Estamos acaso ante la muerte del género? Según sus artistas, la respuesta es negativa y, en cambio, debemos entender que el graffiti sufrió una especie de metamorfosis, una evolución hacia nuevas bases con una mayor apuesta por la expresión artística y no la revolución implícita que tuvo en sus comienzos.

“El graffiti existe hace más de 20 años y no necesita que nadie lo legitime o encasille desde la teoría del arte. Simplemente los movimientos pasan, se suceden. El apogeo de esta expresión fue a partir de los ‘80, tenía otra impronta. Hoy no es lo mismo, estamos viviendo el nuevo muralismo o postgraffiti”, comenta Ignacio Stesina, pionero en recorrer las veredas tucumanas con un aerosol.

IGNACIO STESINA. Integró el crew Skaters de Plaza Urquiza (UQZ). IGNACIO STESINA. Integró el crew Skaters de Plaza Urquiza (UQZ).

“Cuore”, como se hacía llamar, todavía recuerda aquellas tardes de 1999 y el 2.000 en que -junto a sus amigos- integraba el crew Skaters de Plaza Urquiza (UQZ). “Al principio todo era muy intuitivo, inocente si se quiere. Andábamos en skate y después salíamos a pintar en cualquier lado. Algunos sacaban fotos, otros dibujaban y cada quien preparaba un boceto de lo que quería pintar”, relata. Además, Ignacio destaca que en Tucumán -pese a los eventos dedicados al tema y los proyectos en conjunto con la municipalidad capitalina- la comunidad grafitera jamás llegó a tener la popularidad que hay en otras otras provincias y países.

“Todavía existe una pizca de rebeldía en el grafitero que pone su tag (nombre) pero el graffiti ha sido más asimilado por la sociedad y no es igual que antes. La gente tiene una nueva perspectiva, ya no lo ven como algo malo y está dispuesta a ceder paredes para nuestros trabajos. Otro cambio es que ahora incluso podés pintar un mural un domingo por la tarde y nadie te dice nada”, comenta el artista callejero Leandro Fernández. Tras 10 años en el ruedo, “Coche” también rememora la adrenalina que sentía al dibujar las paredes camuflado por la noche o colocar pegatinas en los carteles y las cabinas de teléfonos… hasta que llegaba la policía.

Universos gráficos

Para artistas como Verónica Corrales el graffiti va más allá de pintar espacios abandonados sino que implica que sus producciones conversen con el entorno y la vida cotidiana. “Actualmente el graffiti está legitimado. Se volvió más común y sobre todo rescato que a las personas les gustan las obras y suelen hacer preguntas sobre el trabajo. Ellas entienden que es un regalo que le dejamos al barrio y contrarresta otras pintadas como las políticas”, expresa Veroline, integrante del crew “Sachastyle”.

“El graffiti es un arte democrático donde a partir del dibujo y los comentarios que se producen generamos cultura, por eso creo que el graffiti no va a morir nunca. Se trata de un medio de diálogo con la comunidad y a la vez funciona como un modo antropológico de decir ‘yo estuve acá’. En suma, es contar una historia y retratar un momento”, argumenta el artista de atelier Sebastián Vaca, quien tuvo la experiencia de salir del estudio y trabajar en un collage callejero junto al grupo “Buenos Aires Paste Up”.

Al final, las vivencias grafiteras varían según los años y las técnicas, pero en su centro -al igual que otras manifestaciones plásticas- radica la misma necesidad humana de siempre: hablar y ser escuchados. Puede ser a través de una obra de arte en un museo o en la calle, pintando universos ficcionales para dejar que las paredes hablen por sí mismas.

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