La aldea de los duendes está en Tafí Viejo

La aldea de los duendes está en Tafí Viejo

En medio de la selva que se levanta al pie de los cerros existe una propuesta ideal para disfrutar con los chicos.

PROTAGONISTA. Uno de los duendes que habitan la “aldea” de Tafí Viejo, sostiene un limón entre la vegetación. FOTOS DE DARÍO CORTEZ.-  PROTAGONISTA. Uno de los duendes que habitan la “aldea” de Tafí Viejo, sostiene un limón entre la vegetación. FOTOS DE DARÍO CORTEZ.-

Hay un lugar exacto en el que se paraliza la siesta. Un sitio donde la realidad y los sueños se funden en un mismo lema: creer para poder ver. Es un paraje donde la niebla se vuelve cómplice y la sombra, una ermitaña fiel. Donde el bosque tiene vida propia y su murmullo se comparte como en una misa sin fieles dolientes. Ese sitio es Aldea Duende, un peculiar paseo que se inauguró hace un par de semanas en el cerro de Tafí Viejo y cuya magia ya ha conquistado a una legión de seguidores.

Ubicado detrás de la Hostería Atahualpa Yupanqui, el proyecto nació casi como por arte de magia. “Yo suelo caminar mucho por este bosque, porque vengo a sacar fotos. En una de esas caminatas y, entre toma y toma, descubrí que esta parte del cerro tiene una vibración particular; que hay cierta alquimia que hace que uno se sienta distinto, como fuera del tiempo”, relata el fotógrafo Darío Cortez, uno de los artífices del proyecto.

Convencido de que ese claro en el bosque encerraba una insospechada riqueza, Cortez decidió contarle de su existencia a su amigo, el artesano Walter Romano (más conocido como El Duende Tucho), que es un estudioso de la mitología de estos seres esenciales y hace un tiempo dejó todo para dedicarse a la fabricación de duendes moldeados en cerámica. “Nos conocíamos desde hace mucho tiempo. Un día lo encontré en una feria de artesanos y aproveché para decirle: ‘Walter, tengo una aldea para tus duendes. Aquí en las Yungas taficeñas’. Walter, de inmediato, quedó fascinado y así surgió el proyecto”, agrega Cortez.

Poco a poco la idea fue tomando forma. Primero se logró entusiasmar a las autoridades municipales, quienes dieron el permiso y brindaron el apoyo total al proyecto.

La fundación

“Nos pareció una idea realmente encantadora. No sólo por la calidad de la propuesta, sino por sus características. Porque en distintos lugares del país hay varias aldeas duende, pero esta es la primera aldea de la región cuyos duendes están confeccionados íntegramente con desechos reciclados”, señala Teodoro Karamaneff, director de Turismo de la Municipalidad de Tafí Viejo.

Una vez conseguido el permiso, los emprendedores taficeños comenzaron a preparar el lugar para la fundación de la aldea. La propuesta era ambiciosa: un paseo con distintas estaciones o paradas, en las que los pequeños personajes narrarían la arcana historia de Tafí Viejo mientras los visitantes, en grupos de hasta 50 personas, se sumergen en el hechizo del bosque.

El paseo comenzó con siete estaciones, pero actualmente son 11. “Nuestra propuesta generó tanto interés, que a la semana comenzamos a recibir delegaciones que superaron todas nuestras expectativas. Por eso sumamos nuevas paradas y también agregamos personajes”, narró Romano.

La mística

Para los visitantes, la propuesta no sólo resultó novedosa, sino también mística. De hecho, al comenzar el recorrido, todo el bosque parece conspirar para que esos personajes, fabricados con desechos, adquieran vida propia y se muevan como niños entre los troncos, las piedras y los helechos.

“En este paseo, los duendes no son adornos. Según la tradición, cuando alguien adquiere un duende establece un pacto con estos seres, que de pronto se vuelven protectores de una finca o de una casa. Por eso siempre digo que hay que bautizarlos con un nombre y encargarles una misión. En este paseo, cada duende tiene un propósito”, declara Cortez.

Para Romano, en tanto, estos seres esenciales son los primeros ecologistas y, por eso, cumplen una labor protectora. “Como sucede con la misma Pachamama, los duendes colaboran para que los bosques mantengan el equilibrio de la naturaleza. Por eso, antes de iniciar el recorrido, siempre les pedimos permiso para entrar. Con humildad porque la prepotencia no tiene lugar aquí”, cuenta.

EN PLENO PASEO. Guías y el público recorren las sendas del cerro. EN PLENO PASEO. Guías y el público recorren las sendas del cerro.

La travesía

El paseo comienza antes de atravesar un puente revestido de musgo. Es allí donde los guías (Cortez y Romano) les piden a los visitantes que dejen atrás todo lo material y abandonen cualquier pensamiento para poder sentir la esencia del bosque. Incluso se apagan los celulares. El descanso, la respiración y la contemplación van a ser, desde el inicio, las únicas herramientas que acompañarán al grupo durante la hora y media de recorrido.

Una vez atravesado el puente, el Duende Tucho (el personaje, no el guía) recibe a los visitantes desde un tronco enmohecido a la vera del sendero y los invita a recorrer las distintas estaciones. A partir de este punto, todo será magia y asombro. Especialmente para los más chicos, que de golpe aseguran que pueden ver a los pequeños seres corriendo entre la umbría frondosa y las rocas tapizadas de musgo.

De las estaciones que incluyen el paseo, hay una en particular que simboliza el sentimiento de Cortez y de Romano. “La parada del reciclaje empieza con una ceremonia: se le entrega una tapita roja a cada visitante, quien debe pedir un deseo que no sea algo material. Esa tapita va a la fuente del deseo y luego es introducida en el corazón de un duende en proceso de creación. El deseo de cada visitante dará vida a ese nuevo duende que luego se incorporará al grupo de 30 seres mágicos que ya integran el paseo”, señala Romano. Así, a través de las estaciones, se va contando la rica historia de Tafí Viejo: su cultura y educación, la creación de los talleres ferroviarios, el inicio de la citricultura, la amistad, la ecología, los sueños… Cada parada tiene una escenografía especial realizada también con material de desecho. Hay pequeñas casitas de troncos, una estación de tren y hasta un duende equilibrista colgado de un árbol que divierte a grandes y chicos.

Pero lo más conmovedor llega al final. En la última parada, los visitantes se sientan en un gran círculo donde están representados los cuatro elementos de la naturaleza. Allí, con los ojos vendados y una melodía suave de fondo, escuchan una historia sobre el secreto de la felicidad narrada por los mismos duendes. “Esta parada genera mucha emoción en la gente. Muchos lloran o aseguran que se conectaron con seres queridos que ya no están. Yo creo que eso se debe, en parte, a la magia que encierra este lugar. Sí, porque este paseo propone no sólo un momento de esparcimiento, sino que también brinda la oportunidad de vivir un cambio espiritual radical. Y el entorno colabora. Al terminar el recorrido uno queda cargado de una energía especial, como si hubiera recibido un baño de bosque”, declara Cortez.

Y algo de eso debe haber, porque al caer la tarde, el murmullo de los árboles, el aroma aceitoso de los laureles y hasta la espesa niebla de Las Yungas se van con cada uno de los visitantes: pegados a la ropa, enredados en el cabello, aferrados incluso a las manos que antes abrazaron troncos y helechos. Como pidiéndoles que vuelvan o recordándoles que alguna vez fueron de ellos, en ese lugar donde el tiempo es relativo y la metamorfosis, posible.

> Horarios
Paseos de fin de semana

Los paseos de Aldea Duende se realizan los sábados y domingos. Hay dos horarios: 15.30 y 16.30. Los recorridos se realizan en grupos de hasta 50 personas y los interesados deben anotarse sólo enviando mensaje (no llamada) al Whatsapp: 381 645-9928.

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