Una diva que hizo historia en el cine argentino

Una diva que hizo historia en el cine argentino

A lo largo de la carrera de Isabel Sarli podemos observar curiosas transformaciones en cuanto a la ubicación y valoración de sus películas, siempre dirigidas por Armando Bo. Se puede decir que mutó su personaje de kitsch a camp.

30 Junio 2019

Por Griselda Barale

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

Isabel Sarli nació en 1936 en Concordia; en 1955 fue Miss Argentina; en el concurso de Miss Universo salió entre las quince finalistas. Pero el gran salto lo da de la mano de Armando Bo que en 1947, después de algunas incursiones en el cine como actor, decidió hacerse productor de cine y también director.

Isabel y Armando se conocieron cuando él, como director, junto con su hermano Nicolás como productor, buscaban una actriz para filmar El trueno entre las hojas. Corría 1956, Armando buscaba una actriz formada y profesional para el rodaje y no quería contratarla, pero Nicolás quedó prendado de su belleza y vio que con ella podía recuperar su inversión y mucho más. Isabel protagoniza su primer desnudo en esta película sobre el libro homónimo de Augusto Roa Bastos, cuando el cine argentino carecía de símbolos sexuales pero ya aparecían algunas en el exterior como Sofía Loren o Marilyn Monroe.

En los procesos de producción de obras de arte y de obras kitsch está la diferencia entre una y otra. El artista “inventa” sus reglas que son intrínsecas a la obra misma y, luego, él se somete a dichas reglas; en el kitsch las reglas intrínsecas, si las hay, son forzadas, subsumidas o cambiadas por otras extrínsecas a la obra misma, como puede ser la búsqueda de popularidad; la banalización de un tema para llegar a un público más amplio; el beneficio económico; la copia de recetas exitosas y, al mismo tiempo, el convencimiento de hacer obras de excelencia. Desde esta perspectiva podemos decir que el binomio Sarli - Bo produjeron obras kitsch por:

1) La búsqueda de popularidad y ganancias económicas para lo que recurren a cadenas de efectos, en especial los desnudos de la diva.

2) La convicción de parte de ambos que hacían cine de primer nivel y de vanguardia.

3) La copia.

4) Lo falso.

Veamos sólo algunas.

La motivación del primer desnudo y los que le siguieron, aunque tiene varias explicaciones, es sin duda económica. Según ha contado la misma Isabel después del rodaje de El trueno entre las hojas tuvo que justificar ante su mamá el desnudo diciéndole: “Es cierto mamá, me desnudé. Te aseguro que no se va a ver nada. Armando me lo prometió (…) tenés que entender que lo hice por vos. Para que no te faltara nada. Para que no volviéramos a nuestras necesidades del pasado” 1.

Pero antes, Bo tuvo que convencer a Isabel, para hacerlo la llevaba a ver cine sueco, entre las películas que ella recordaba está Un Verano con Mónica, de Bergman 2.

El cine de Bergman se caracteriza por una excepcional franqueza erótica, por tocar lo más profundo de las relaciones humanas y de la condición humana. Un cine que fue explicitando el lenguaje de los sentimientos, llegando a sutilezas que ningún otro cineasta había alcanzado. Con Bergman, Kierkegaard y los existencialistas en general parecían tener su propio director de cine. El erotismo sutil, los desnudos, las escenas intimistas, son parte de las reglas intrínsecas de estas obras, jamás son un punto de llegada ni un recurso efectista, sin prejuicio de que hayan provocado efectos, incluso los no buscados. Lo contrario de lo ocurrido con El trueno entre las hojas pues ahí (como en las otras), el desnudo termina fagocitándolo todo. Dice Isabel refiriéndose al Festival de Cine de Las Termas de Río Hondo: “Con El trueno entre las hojas nos acaparamos todos los comentarios del festival. Todos hablaban más de mi desnudo que de la trama social, el tema de Augusto Roa Bastos.”

Primero, a los cines donde pasaban sus películas sólo iban hombres. Luego, todos comenzaron a verlas en cines o por TV. Isabel pasó de ser una imagen excitable a ser vista de otro modo cuando el público captó su actitud entre distante y tierna en escenas eróticas, pues ante hombres desaforados por su cuerpo, ella no perdía rasgos de dulce inocente. Cómo no recordar aquella frase de Carne, cuando era inminente que la violarían: “¿Qué quiere Ud. de mí?”

Esta segunda mirada es camp, descubridora de puro artificio y teatralidad, como los personajes encarnados por Isabel. El gusto camp es amor a la naturaleza humana, no es pena ni burla, es deleite, el deleite alegre con que terminamos viendo a los personajes de la Coca de Sarli.

© LA GACETA

Griselda Barale - Doctora en Filosofía, profesora de Estética de la UNT.

NOTAS:

1) N. Romano, Isabel Sarli al desnudo, Buena Letra 1995, Bs As.

2) Armando Bo muchas veces dijo en entrevistas que él era el Bergman argentino.

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