El básquet... como un “laburo”

El básquet... como un “laburo”

Javier Skibski nació en 1972, en Villa Berthet, un pequeño pueblito rural de Chaco, a 200 kilómetros de Resistencia. Como sus padres no podían costear sus estudios universitarios, todo parecía indicar que estaba “condenado” a trabajar en el campo, una vez egresado del secundario. Pero el destino se le cruzó, y terminó dedicándose al básquet.

CON LA CAMISETA DEL “VERDE DE LA PLAZOLETA”. El chaqueño ataca el aro de Independiente, durante un partido que se jugó en septiembre de 2012; Skibski defendía los colores de Asociación Mitre. la gaceta / foto de HECTOR PERALTA CON LA CAMISETA DEL “VERDE DE LA PLAZOLETA”. El chaqueño ataca el aro de Independiente, durante un partido que se jugó en septiembre de 2012; Skibski defendía los colores de Asociación Mitre. la gaceta / foto de HECTOR PERALTA
21 Junio 2019

En los albores de la década del 90, Villa Berthet era un pueblito de poco más de 5.500 habitantes. Por entonces, los adolescentes de esa localidad chaqueña -ubicada a unos 200 kilómetros de Resistencia, la capital provincial- manejaban pocas opciones al terminar el secundario. Los que contaban con recursos económicos -los menos- podían trasladarse a alguna ciudad para estudiar en la Universidad. Pero a la gran mayoría la esperaba el trabajo en el campo, con la familia.

Apenas egresado, Alberto Javier Skibski (nacido el 28 de noviembre de 1972) se enfrentó a un fuerte dilema: quería estudiar una carrera, pero sus padres no podían costeársela; y él no se veía como trabajador rural. Con esa preocupación andaba cuando se le apareció el destino. “Un ‘loco’ en el pueblo me metió en la cabeza que yo tenía que jugar al básquet. Me pregunté: ‘¿por qué no?’ Y ahí empecé... de grande, sin saber absolutamente nada de nada”, cuenta Skibski durante una entrevista con LG Deportiva. Literalmente, arrancó de cero: “terminé la secundaria sin haber practicado ningún deporte; no sabía lo que era, en el pueblo no había tiempo para eso. De la escuela íbamos a laburar a la casa”. Pero no cuesta adivinar por qué aquel “loco” le lanzó tal sugerencia: ya por entonces el pivote prenunciaba sus actuales 2 m.

Que 30 años no es nada

Aquel 1991 marcó el inicio de casi tres décadas de básquet para Skibski que hoy, con 46 años, sigue sumando minutos: partido a partido su aporte resulta clave para que Estudiantes lidere el torneo local “Alberto Núñez”, y también del Campeonato Argentino de Clubes del NOA (ex liga “C”).

Por supuesto que no se trató de una treintena de años ininterrumpida. De hecho, Javier llevaba casi un bienio sin jugar. “Había abandonado. Pero me sentía bien, y me dije: ‘si el básquet me dio todo, ¿por qué no volver?’ Mis amigos me decían que estaba loco, que con mi edad y luego de haber parado dos años... Pero me decidí y durante más de seis meses me preparé solo, en Chaco”, cuenta.

Cuando sintió que había entrado en ritmo se fue a jugar a San Lorenzo (Tostado, Santa Fe); y quedó claro que mantenía intacta su calidad. “Estuve un año, jugué tres torneos: los asociativos y la copa de Santa Fe, hasta fines de marzo. Terminé goleador del torneo de 28 equipos, todos con jugadores profesionales”, explica. Además de jugar, estaba a cargo de la dirección técnica del básquet femenino del club. Pero algo no estaba bien. Extrañaba mucho a sus tres hijos -Micaela (17 años), Ignacio (16) y Josefina (14)-, que viven en Tucumán. “Era mucho desgaste, viajaba todo el tiempo, para ver a los chicos, para hacer los cursos de entrenador”, recuerda.

El chaqueño tucumano

Cuando Skibski vino por primera vez a nuestra provincia para jugar al básquet, en 1997, lo hizo para defender el título del Campeonato Argentino que la selección de Chaco había obtenido el año anterior. En aquel torneo disputó la final contra Tucumán, que finalmente se coronó campeón.

Terminada la competencia, Tucumán BB quiso contratarlo; pero él se decidió por otra oferta, de un club bonaerense. Al año siguiente, el “Beibi” volvió a la carga por el chaqueño. “Llegué aquí el 1 de septiembre del 99, y terminé jugando seis años en Tucumán BB. En ese tiempo conocí a mi ex mujer, la mamá de mis hijos. Cuando nace Guadalupe nos vamos a Santa Fe”, recuerda.

Pero Tucumán tiraba. “Los chicos querían venir, se sentían desarraigados de su familia. Así que decidimos regresar; y continué jugando acá, en muchos clubes. Por eso muchos me consideran un tucumano más”, cuenta Javier, que a partir de principios de 2000 integró durante casi una década la selección de Tucumán. Entre otros, y además del “Beibi”, jugó en Estudiantes, Talleres de Tafí Viejo, Juventud Unida de la “Ciudad del Limón”, Huracán BB, Juan Bautista Alberdi, Central Córdoba, Asociación Mitre y Barrio Jardín. “De todos me fui bien; tengo una relación excelente con todos. Pero si debo identificarme con alguno tendría que decir que mis grandes amigos están en Tucumán BB y en Estudiantes”, dice.

Un trabajo...

Además de haberle dado amigos, a Skibski el básquet le permitió vivir y mantener a su familia. Por todo esto, el pivote -que también puede desempeñarse muy bien como “4”- se muestra agradecido. Pero su relación de casi 30 años con el básquet se dio más por pragmatismo que por placer.

“Yo vi que podía vivir de esto; pero, sinceramente, a mí no me gusta el básquet. Lo tomo como un trabajo, como un sostén de vida; y es lo que mejor hago”, reconoció durante la entrevista. Y luego precisa la idea: “quizá sorprenda; pero aunque no me gusta, me siento muy bien con el básquet. A partir del apoyo económico funciona como un cable a tierra”.

Ritmo agotador

Con “Las Cebras”, Skibski juega, de mínima, tres partidos semana: dos por el torneo local y uno por la ex liga “C”. A eso se le suman los entrenamientos y los eventuales viajes. Si todo esto resulta agobiante para un jugador joven, mucho más para alguien de 46 años. “El básquet me mantiene joven, con la autoestima alta. En cada partido estás desafiando tu edad; jugás con pibes de 20, 22, 23 años; y no hay mucha diferencia. Gracias a Dios estoy muy bien físicamente, no tengo ningún tipo de problemas. Hoy soy muy importante para mi equipo, por la experiencia, porque le aporto el juego interior. Y eso te levanta mucho el ánimo, muchísimo”, afirma.

¿Te imaginabas llegar a los 46 años con este nivel?, quiso saber LG Deportiva. “No. Nadie se puede imaginar una cosa así. Yo mismo estoy sorprendido del nivel que uno despliega a esta edad. Pero bueno, por ahí el orgullo y el ego te llevan a estas cosas”, explica.

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